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Yo no soy nada futbolera y durante las dos últimas semanas he leído más crónicas futbolísticas que en el resto de mi vida entera para empaparme de gastrobalompié. Y decirles que las victorias, como la que vivimos anoche, no han sido siempre festivales culinarios. A tenor de lo que se contó en prensa en aquel momento, las celebraciones culinarias por el triunfo de los leones en la Copa del Rey 1983-84 fueron un poco un churro marinero. Muy de andar por casa y con escaso entusiasmo, la verdad. Nadie sabía entonces que la gabarra pasaría los siguientes 40 años en el dique seco, pero teniendo en cuenta que los rojiblancos habían quedado también campeones de Liga (el 29 de abril de 1984) y que el triunfo en Copa apenas seis días después implicaba un raro doblete, lo cierto es que los festines de jolgorio fueron bastante tristones.
Recuerden que aquella histórica final, la del follón con Maradona, se disputó en el Bernabéu y que los bilbaínos ganaron 1-0 con gol de Endika Guarrotxena en el minuto 14. Hasta la capital se desplazaron miles de athleticzales que, esos sí, tras el encuentro abrieron con gusto la cartera y se pegaron estupendos homenajes en los mejores restaurantes madrileños. Según la crónica publicada al día siguiente en EL CORREO, aquel sábado 5 de mayo «en los restaurants vascos se agotó la comida y el champán, en la Puerta del Sol no podía darse un paso...». Los aficionados rojiblancos llenaron los comedores de establecimientos tan famosos como el Mesón Txistu, el Asador Donostiarra, Jai Alai, José Luis, Casa Vasca, Amparo, Trabuco o Zarauz, todos dedicados a la gastronomía vasca y propiedad algunos de ellos de auténticos forofogoitias como el zornotzarra José Luis Ruiz Solaguren (1928-2013), que seguro que se pasó la noche dando brincos.
Comparado con eso, el menú de la cena-fiesta oficial fue una birria. Los jugadores del Athletic, familiares, amigos, directivos y demás séquito estaban hospedados en el Mindanao, un hotel de 4 estrellas en el barrio de Chamberí. Tal y como recogió este diario «el largo brindis de los campeones tuvo como escenario la primera planta del hotel madrileño, en donde se dieron cita doscientas personas» y allí se oyeron muchos hurras, muchos discursos y mucho entrechoque de copas, pero a la pitanza se le prestó muy poca atención: hubo sopa (sin dar pista siquiera de su sabor o composición), emperador en salsa y helado de nata con frambuesas. Y ya está.
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En vez de volver a Bilbao en avión lo hicieron en bus: a las 10 de la mañana siguiente los jugadores se montaron en el autocar del club, rumbo a Bizkaia, e hicieron una parada estratégica a mediodía en Burgos. En el restaurante del hotel Landa volvieron a cantar, bailar y brindar, pero ¡ay! el cronista olvidó mencionar el condumio. Imaginamos que zamparon buena morcilla burgalesa –como es de recibo en el célebre Landa–, aunque el menú tuviese tan poca cobertura informativa como el que tres días después, el miércoles 9 de mayo, recibió la comida ofrecida en Ajuria Enea por el lehendakari Garaikoetxea a los campeones del doblete.
Y eso que la minuta prometía: hasta Vitoria se llevó comida netamente bilbaína sobre la que El CORREO únicamente mencionó la presencia de «una abundante mesa salpicada de entremeses y un menú traído expresamente de Bilbao, compuesto de una sopa de ave y de lomo de merluza en salsa». ¡Cómo se nota que en aquellos tiempos, pese a nuestra reputación tripera, no estaba de moda la cocina!
Lo más gastrosimpático de aquella final fue el titular que eligió este diario para el día del partido, «Una copa de champán y piña», que combinaba las burbujas del cava catalán del Barça con la piña que formaba el equipo de Clemente. Al final la segunda pudo más que las primeras, pero yo con lo que me quedo es con un detalle espectacular: la confitería madrileña 'La Pajarita' se quedó sin existencias debido al fervor que los seguidores del Athletic sentían entonces por los dulces de violeta y los caramelos de jeroglífico. Ahora que lo pienso, igual no saben ustedes de qué confitería les hablo ni que fue bautizada por don Miguel de Unamuno... Me lo apunto para la próxima semana.
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