Iraide Somarriba (Gernika, 1973) recuerda su niñez jugando con sus hermanas (una de ellas es Joane, la mejor ciclista del país) fuera del Gardoki, el restaurante que su padre, mayordomo y cocinero en un petrolero, cogió en Sopela cuando la empresa quebró. Tras un breve ... periodo formativo y junto a su hermana Maitane convirtió la Taberna Regi (Urduliz) en un secreto a voces. Tras 20 años afanándose en «un cuchitril de ocho metros cuadrados», en abril de 2019 inauguró el nuevo y luminoso Regi.
–¿Por qué es cocinera?
–El trabajo de los padres te vincula. Si mi padre no hubiera andado en bici posiblemente Joane no habría sido ciclista. Y dos hermanas hemos salido cocineras. Empecé con 17 años en el Jolastoki, estudié en Hostelería, pasé por el Berasategui y luego entré en el negocio familiar.
–Ha aprendido en casa.
–Lo que sé es por el esfuerzo de mi padre, que era muy trabajador. En el fondo, en una cocina lo que hay que hacer es trabajar.
–¿Y vale hoy esa filosofía?
–Vivimos una época de postureo pero lo que noto –quizá es que estoy un poco reivindicativa– es que no hay sacrificio, implicación...
–En el último año hemos vivido muchos sacrificios. ¿Cómo le ha ido?
–En lo personal, he tenido más tiempo para disfrutar de mi hija, a la que en una situación normal no veo. Pero en el tema profesional, realmente mal, sin ayudas… los préstamos, los gastos seguían adelante. Cuando se cerró en marzo de 2020 todo parecía idílico; nos prometieron un montón de ayudas que luego...
–Tiró del servicio a domicilio
–Sí, es con lo que he sobrevivido, me ha permitido trabajar todos los días…
–Vaya, imaginas que ese servicio irá bien en ciudades grandes, pero en Urduliz, con 4.000 vecinos…
–Ya, llevamos más de 20 años y tenemos una clientela fiel; en Navidades siempre hemos preparado comida para llevar. La gente ha respondido muy bien, es muy agradecida. De hecho sigo cocinando para llevar a casa, aunque… no diré que es un problema, pero no doy abasto, pero sigo por la lealtad de esa gente hacia mí.
La clientela responde
–Lo peor es la incertidumbre, ¿no?
–Yo no quería abrir para luego cerrar, así que esperé hasta el 1 de abril. Parece que ahora las vacunas funcionan y la vuelta va bien, la gente ha respondido, no tengo queja. Las noches fallan un poquito, no está siendo como en el boom del verano pasado, que la gente salió desatada.
–Quizá estamos más escarmentados.
–Pues no sé… vivo en Gatika y llevo a una compañera a Mungia y lo que he visto algún fin de semana ha sido atroz, con las calles cerradas, no había forma humana de entrar. ¿Se nos ha olvidado? Me parece una falta de respeto a todas las personas que han muerto a causa del covid.
–¿Cuál es la clave del éxito del Regi?
–Dos hermanas con ganas y una madre que fue el faro de nuestra vida. Todo es trabajo, que te guste la hostelería y comprar cosas buenas.
–El boca a boca les colocó muy arriba.
–Nunca hemos hecho publicidad para darnos a conocer, éramos antiinauguraciones, antitodo. Cuando trabajas tanto lo que quieres es estar con tu familia, no te interesa ni bajar a Bilbao. Lo que busco es tranquilidad, ver cosas en otros restaurantes, pero soy realista y sé que hay platos que no podré elaborar.
En el ADN
–¿Entiende el éxito de la cocina vasca?
–Hay gente muy buena, buenas mentes, buen género, buenas herramientas y buenas escuelas. Y nos gusta comer, es una cultura. Iba a Bermeo a casa de mi abuela y aquel bacalao a la vizcaína, aquellos chipirones... Eran cocinas humildes pero con base.
–Otros tiempos.
–Hablo con mi carnicero y me dice que la carne para guisar ya no se vende: la falda, el zancarrón... son para gente mayor. Igual soy muy cruda cuando hablo de postureo, pero todo está cambiando. ¡Pero si mi hija de tres años y medio maneja el móvil mejor que yo!
–¿Cree que se extinguirá?
–No creo que corra peligro de desaparecer, está en nuestro ADN y sabemos lo que está bien o está mal. ¿Qué quieres comer cuando estás con tu familia? Algo que te guste: bacalao, carrilleras o chipirones. Eso significa algo: que volvemos a la mesa en días señalados a comer recuerdos, porque durante el año no los comes.
Conciliación
Una pregunta recurrente en estos tiempos difíciles, de tanto dolor, es si no hubiera sido mejor dedicarse a otra cosa, si el cocinero con el que se habla se arrepiente de haberse dedicado a la hostelería. Iraide Somarriba lo tiene claro, con los lógicos 'peros': «No merece la pena echar para atrás, aunque a veces me pregunto si no sería mejor construir un bloque de pisos donde está el restaurante y a tomar por saco. Este es un trabajo que no compensa. Estoy aquí y tengo que tirar para adelante. Y quiero reivindicar que es muy difícil ser empresaria… es una palabra que me hace gracia, o dueña de un local o hipotecada de un negocio, y conciliar con la maternidad». Suena una elección difícil, pero Somarriba va más allá: «difícil no, imposible. Dejo a mi hija a la mañana y no la veo; la palabra 'delegar' es muy bonita, pero no valgo para eso. Tengo un buen equipo pero estoy sola en el barco. He sido madre tarde, con 42 años, y suerte que ella lo lleva bien, porque es una niña sociable, pero la frustración es terrible».