Maite Bartolomé

El chef venezolano que se asentó en el Casco Viejo de Bilbao tras superar lo peor de la pandemia

Luis Ruiz, curtido en DiverXo y Eneko, ofrece recetas de su país con género local. «Si me pongo a cocinar bacalao al pilpil, los leones del Casco Viejo me comen», asegura

Jueves, 24 de noviembre 2022, 10:51

Cuando Luis Ruiz (San Antonio de los Altos, 1992) dijo a sus padres que quería ser cocinero, le respondieron que eso era un hobby y que estudiara. Se matriculó en Administración y Derecho pero pronto comprobó que no servía para eso. Dio sus primeros pasos ... en República Dominicana y luego aterrizó en España para foguearse en DiverXo y Eneko (el restaurante de Eneko Atxa en Larrabetzu).

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–Abrir Aura en plena pandemia...

–El 13 de marzo de 2021, cuando se empezó a abrir la hostelería con restricciones de aforo y horario. Llevaba un año en obras pero la pandemia lo paralizó todo. Fue muy duro porque nadie te conoce y atendíamos hasta las cuatro de la tarde con aforo limitado y sólo con gente de acá. Ahora, gracias al boca a boca, los fines de semana te llama todo dios diciendo que quiere venir.

–Tuvo que ser duro.

–Sí, estar parado todo el día mientras ves que cien personas se paran delante del restaurante para mirar la carta y que no entre nadie, dar ceros. Txomin (Gómez), del Lurrina, era mi paño de lágrimas; me decía que estuviera tranquilo, que todo llega. Y mira, ahora soy yo el que de vez en cuando le manda clientes porque aquí no entran.

–¿Cuántas veces se ha dicho lo bien que estaba trabajando para otros?

–Jaja... casi todos los días.

–Estos problemas no se daban cuando decidió dedicarse a los fogones.

–Después de graduarme en la escuela dije que quería ser cocinero y mis padres me respondieron que no, que cocinara como hobby, que me sacara una carrera. Estudié Administración y Derecho, pero llegó un momento en que se dieron cuenta de que no iba para allá. Me fui a República Dominicana y trabajé dos años con un amigo que estuvo en Mugaritz y estudié Hostelería.

Hora de volar

–De ahí, a España.

–Sí, mi jefe me dijo que ya era hora de que me fuera y me buscó opciones en Chile y en España hasta que me dio a elegir entre dos opciones: Berasategui o DiverXo. Me fui con Dabiz Muñoz un tiempo, hasta que tuve la opción de ir a Azurmendi. Lo puse en una balanza y me dije que Azurmendi estaba mejor posicionado. Estuve un año como jefe de partida en Eneko, cuando le dieron la estrella Michelin.

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–¿Y el vértigo de emigrar?

–Es duro. Todo supone un esfuerzo: la gente y el clima no son iguales, venir a una gran ciudad para quedarte... Las dos primeras semanas fueron superdifíciles, me preguntaba cómo va esto, no me sentía a gusto.

–¿Qué tal le fue en esos restaurantes?

–En DiverXo puedes aprender mucho de productos o técnicas, mientras que en Azurmendi aprendes sistemas, cómo se organizan las cosas, de forma cuadriculada. En DiverXo vas corriendo; en Azurmendi todo es más metódico.

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–¿Soñaba ya con un restaurante propio?

–Todo cocinero sueña con tener su propio restaurante. Desde que llegué a Bilbao dije aquí me quedo. Me gustó la ciudad, el clima, la gente... me recuerdan a mi ciudad.

«Madre, lo que comen los vascos»

–¿Y la relación del vasco y la comida?

–Yo soy así también: como una cosa y me pregunto qué haría para cambiarlo. Si estoy sentado a una mesa con otro cocinero o con alguien interesado en la gastronomía hablo de qué le pondría al plato que tengo delante, haría esto o lo otro.

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–¿Qué le pareció el mundo de los pintxos?

–Conocí algo cuando llegué a Madrid, pero aquí descubrí lo que es una barra de pintxos. Cada vez que libraba me iba a Donosti y al ver las barras me decía: madre mía, esta gente come demasiado.

–¿Por qué el Casco Viejo?

–Me gusta desde que lo conocí y de hecho vivo aquí mismo. Pero la clave era hacer algo que no hicieran otros. Aquí no había un restaurante fusionado, más moderno; yo veía que todo era bacalao al pilpil, chipirones... No lo digo por descalificar, pero es que no podía abrir un restaurante pensando en cocinar lo mismo porque estos leones me iban a comer. Si se pone a preparar lo que hacen los demás, a un gatito que no conoce nadie lo van a devorar.

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–Tiene una carta corta.

–Intento fusionar la cocina latinoamericana con cocina de aquí. Por ejemplo, sirvo pulpo pero con patata morada y chimichurri, o el rape anticuchero con una marinada de especias. Para mí, es uno de los platos más redondos de la carta pero que la gente menos pide...

–¿Ah, sí?

–Pero si lo pruebas te gustará, porque el puré de coliflor contrarresta el sabor fuerte –que no es tan fuerte– de la marinada.

Aura

Solo ante los fogones

Piensas en un restaurante e imaginas a un equipo más o menos numeroso, pero Luis Ruiz está solo ante los fogones, de modo que uno se pregunta si no sufre esguinces, gripes, apendicitis... «Procuramos que no, jaja. Acabas reventado pero tienes que seguir para delante. Pero acabas igual aunque tengas un equipo detrás, porque quieres dar el 100% para que la gente salga contenta». El chef tiene a Alicia, su madre y socia, al frente de la sala y lo agradece: «lo hace muy bien; de hecho creo que explica los platos mejor que yo, porque no soy de mucho hablar. Veo a los clientes, les sonrío, pero prefiero quedarme en la cocina, ahí estoy como pez en el agua». Ruiz pensaba que Aura sería «un restaurante para gente más joven, porque el rollo se presta a eso, pero viene gente de todas las edades». ¿Y el futuro? Desde que abrí Aura pensaba en un segundo restaurante, pero no hay nada claro. Esto se me va quedando cada vez más pequeño, pero prefiero seguir así y atender personalmente a los comensales y hacerlo muy acogedor».

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