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david de jorge
Viernes, 14 de febrero 2020
El domingo 9 de febrero, a media tarde, murió en el Hospital Comarcal del Bidasoa la gran señora cocinera de Sumbilla e inabarcable Josefina Sagardia, y del susto, la acompañaron el periodista David Gistau y Mirella Freni, finísima soprano italiana, ¡menudo equipazo de primera! Que ... dios los tenga en su gloria, y a mi Josefina muchísimo mejor cuidada, ¡muacs!
Los que la conocimos sabemos que ejerció su apostolado en Lesaka, militando como una jabata a pie de trinchera y protagonizando una vida de guerrilla gracias a sus habilidades como cocinera, pues desarrolló su profesión en algunas casas señoriales donostiarras, rematándola a orillas del río salmonero que nace en la localidad maldita de Erratzu y vierte sus aguas entre la pomposa Hendaya y la señorial Hondarribia, en ese fabuloso estuario en el que Humboldt rebuscó su Venus Pirenaica y que el escritor Loti empleó como inspiración literaria para sus desvelos.
Echaré de menos sus broncas de dimensiones mesopotámicas y esa raza de guisandera imbatible, pues cuando la visitaba se ponía firme como un resorte, orgullosa a pie de su fogón de leña y cocina económica. Afortunadamente, sus hijos guardan a buen recaudo el misterio de sus especialidades y de esa singular patata para tortilla, partida en láminas finas y sofrita con cebollas y pimientos verdes troceados 'a puño', mezclada con huevos revueltos y cuajada en sartén de hierro fundida en la fragua del mismísimo Vulcano.
Las campanas repican a muerto en la iglesia parroquial de San Martín y sus vecinos y amigos nos reunimos para celebrar la fortuna de haberla conocido. Mañana será otro día, pero hoy le guardan luto todas su recetas tradicionales oficiadas durante años para miles de glotones y clientes, fritos delicadísimos, sopa de pescado, alubias mantecosas, merluza en salsa, chuleta de ternera del Baztan, cordero asado y tantas fórmulas magistrales en peligro de extinción, platos misteriosos borrados de la faz de la tierra como las manitas de cerdo en salsa verde y los rellenos de cordero, ¡dios!, ¡qué maravilla!
Descansa en esa paz tan merecida, la de las mujeres nobles y valientes, ¡Josefina!, y no temas porque seguiremos peregrinando a tu Kasino para mantener eterna y viva tu leyenda, ¡por los siglos de los siglos! Amén.
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