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Algunas mesas son un auténtico horror. Si tiene alguna duda, compruébelo este verano en cualquier terraza u hotel. Elija una mesa, cualquiera puede ser buena, y esté tranquilo que el experimento le llevará sólo unos momentos y tampoco necesitará ninguna destreza especial para realizarlo. Basta ... con observar... La chiquilla entretenida con una tablet, su hermano mayor chateando con sus amigos las andanzas de la víspera, el padre poniéndose al día de lo que sea con el móvil y la madre, aburrida de todos, moviendo el dedo índice para arriba y abajo de su pantalla como si tuviera un tic. Ni familia, ni desayuno, ni nada: eso es un auténtico desastre.
Quizás resulte exagerado, pero fíjese bien, incluso en su mesa, porque ocurre con más frecuencia de la que imagina. Los vascos, según un estudio publicado esta semana, son los ciudadanos que menos dispositivos electrónicos consumen durante las comidas y, sin embargo, un 85% reconoce que le acompañan de manera habitual. Como experiencia gastronómica, comer cualquier cosa mientras se navega por internet o se sigue el capítulo 369 del culebrón de moda es pura basura.
Desde el punto de vista afectivo, perderse la oportunidad de estrechar en la mesa lazos familiares o amorosos por unos minutos de móvil o televisión resulta penoso. Pero bueno, éste es un espacio dedicado a la nutrición y, desde ese aspecto, hacer algo así resulta no diremos lamentable por no juzgar, pero sí muy perjudicial para la salud. Especialmente, en un país como España, donde la prevalencia del sobrepeso y la obesidad, una con otra, ronda el 53%. En Euskadi es algo menos, el 46%, tampoco es como para sacar pecho.
La relación entre una comida empantallada y el exceso de peso resulta lógica. Teles y móviles constituyen un aliado de excepción para el acúmulo de kilos extras no sólo por el sedentarismo que acarrea, sino también por la ingesta sin control de productos de todo tipo que acompaña a tan insalubre actividad. Cuando no se está atento a lo que se come, generalmente se come de más, porque se pierde la sensación de saciedad y porque, además, se suele consumir lo más perjudicial para la salud: bollos, pasteles, aperitivos, chuches...
Los niños están algo mejor. Sobrepeso y obesidad –por cierto, factores decisivos en las enfermedades que más matan, que son las cardiovasculares y el cáncer– afectan al 34,1% de la población española de 5 a 19 años, según datos del Ministerio de Sanidad. Ellos son el futuro de la sociedad y son también unos devoradores insaciables de pantallas cebadoras.
Los vascos, según el estudio 'Maestros de Hojiblanca' en el que se analiza el uso de equipos electrónicos durante las comidas, se distraen sobre todo con la televisión (73,7%), más que con el smartphone (54%). Recurren a ellos, sobre todo, en la cena (75,9%) y la comida (73,72%). La gente –los encuestados, se entiende– dice que lo hace por entretenimiento (53,85%) o por estar más informado de la actualidad (42,31%). Lo sé, es como para echarse a llorar.
El neurólogo Jesús Porta-Etessam, jefe de Neurología del hospital San Carlos de Madrid, defiende la necesidad de comer de forma «consciente y plena». Poner la atención en las pantallas, argumenta, disminuye la sensación de saciedad, altera la percepción gastronómica y, como consecuencia –más allá del perjuicio nutricional– limita el disfrute de uno de los placeres que, salvo que lo impida una enfermedad, bien puede prolongarse toda la vida.
El especialista ha diseñado un podcast con música pensada para acompañar cada comida del día con un tipo de melodía diferente. La idea es que ayude a disfrutar aún más de la experiencia de comer. Estará pensado para comensales solitarios porque, no lo dude, la comida más saludable es la que se hace en buena compañía.
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