![Una cena y 17 amigos](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202010/22/media/cortadas/anavega16-k5BE-U120539463914k9B-1248x954@El%20Correo.jpg)
Una cena y 17 amigos
Historias de tripasais ·
El 30 de septiembre de 1916 una cuadrilla se reunió en Bilbao una despedida de soltero sin saber que el futuro les depararía destinos muy diferentes y enfrentadosSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Historias de tripasais ·
El 30 de septiembre de 1916 una cuadrilla se reunió en Bilbao una despedida de soltero sin saber que el futuro les depararía destinos muy diferentes y enfrentadosAna Vega Pérez de Arlucea
Madrid
Viernes, 23 de octubre 2020, 08:57
En la mesa no se habla de dinero, de religión ni de política. Esta sencilla regla de cortesía, para evitar discusiones o males mayores durante las sobremesas etílicas, se suele cumplir a rajatabla en nuestro entorno. No por puritanismo ni por miedo a ofender al comensal de al lado, sino más bien porque los vascos comemos mientras hablamos de comer. Puede que la digestión resulte pesada, pero el protocolo manda que el uso de bicarbonato se deba al exceso de guindilla y no a altercados ideológicos.
Aunque a principios del siglo XX se pusieran de moda los banquetes políticos y los homenajes alimenticio-partidistas, lo cierto es que esos eventos giraban más en torno al disfrute que al simple mitin. En todo caso los que asistían a un ágape de ese estilo solían cojear del mismo pie, de modo que en vez de trifulcas lo que allí se oía eran vítores, aplausos y enaltecimientos de la amistad.
Hace tiempo un amable lector me envió varios menús antiguos que guardaba entre sus archivos familiares. Uno de ellos resultó ser un inesperado hallazgo, un documento histórico acerca del triunfo de la bonhomía y la pitanza sobre los idearios opuestos. O quizás, siendo más pesimistas, sea un papel que demuestre que las amistades juveniles no duran para siempre. Porque los hombres que firmaron alegremente este menú acabaron veinte años después en bandos contrarios.
Rondaban la feliz veintena y habían nacido o se habían educado en Bilbao, compartiendo referentes intelectuales y círculo social. Aquel sábado 30 de septiembre de hace 104 años se reunieron en el restaurante de la Sociedad Bilbaína para celebrar la despedida de soltero de uno de ellos. Acabada la cena y la chufla todos los asistentes firmaron la hoja de menú para que el futuro casado tuviera un recuerdo de la ocasión. Por eso no aparece su nombre garabateado en la cuartilla y, si ustedes me lo permiten, mantendré su identidad en secreto porque así lo pidió quien tan amablemente me proporcionó este documento.
Entre los firmantes distinguimos a los hermanos Ramón (1887-1978), Alejandro (1891-1965) y Manuel de la Sota Aburto (1897-1979), hijos del naviero sir Ramón de la Sota. Afines al PNV, el mayor fue el primer presidente nacionalista de la Diputación vizcaína mientras que el pequeño representó al Gobierno Vasco durante y después de la Guerra Civil. Los tres sufrieron el exilio y la mayor parte de sus bienes fueron incautados. De Alejandro (alias Sir Archibald) y Manuel hemos hablado aquí en anteriores ocasiones como escritores gastronómicos y gourmets, afición que compartían otros dos asistentes a esta cena con quienes los De la Sota terminarían radicalmente enfrentados.
Una de las rúbricas más reconocibles del menú es la de Rafael Sánchez Mazas (1894-1966), escritor nacido en Madrid –aunque criado en Bilbao– que es ahora más famoso por su papel como miembro fundador de Falange Española que por su literatura. Se le atribuye la invención del '¡Arriba España!' y de parte de la letra de 'Cara al sol', cuestionable honor que compartió en 1935 con otro presente en la despedida: el periodista Pedro Mourlane Michelena (1885-1955).
Asociado al franquismo acabaría también José Félix de Lequerica (1890-1963), embajador y ministro de Exteriores del régimen. Pero en la cena de la que hoy hablamos Lequerica brindó simplemente con 16 amigos. Compañeros de correrías juveniles, de la revista 'Hermes' o de la tertulia del café Lion d'Or, unos serían concejales o alcaldes de Bilbao (como Ignacio de Areilza Arregui, José Pérez Bona o Lorenzo Hurtado de Saracho), empresarios (Gonzalo de Ybarra, Alfonso Zubiria y los hermanos Enrique y José María de Aresti), políticos (Ceferino Urien Leizegui) o estudiosos como Jesús de Larrea (1878-1955), etnógrafo y primer director del Museo Vasco. Mariano de Arteche y González-Careaga, el último de la lista, moriría en 1918 sin haberle dado a tiempo a discrepar en nada.
Aquella noche de 1916 fueron felices y comieron no perdices, pero sí entremeses, tortilla a la Zurea, lenguado maître d'hôtel, rosbif a la inglesa, fiambres variados, helado, queso y fruta. Todo preparado por el chef francés Alejandro Caverivière, jefe de cocina de la Bilbaína y de quien hablaremos aquí dentro de poco.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.