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Con solo pisar un par de lugares del departamento de Finistère, en la Bretaña francesa –separados por pocos kilómetros–, se puede tener listo un menú completo que muestra la riqueza gastronómica de la zona. La propuesta es esta: de las conservas de pescado al pastel ... de mantequilla, del entrante al postre, visitando unos cuantos establecimientos que presumen de tradición... donde además se puede ver cómo se fabrican estos alimentos.
Primera parada: la conservera Courtin, la más antigua de Concarneau (trabajando desde 1893). En este pueblo costero del que destaca el primer núcleo habitado, una isla amurallada en la que aun hoy viven unos cuantos vecinos en un entorno medieval, llegó a haber más de 30 empresas dedicadas a meter en la lata el producto del mar. Hoy solo hay tres. Los de Courtin tienen un museo en Trégunc que llama la atención desde fuera: aparenta ser un barco antiguo, amarillo y negro, con sus chimeneas y sus ojos de buey. Dentro se explica la historia de las conserveras de la región y la propia (con máquinas de hasta un siglo), a la vez que se describe el proceso de fabricación de algunos de sus best-sellers. «Todo local, desde la lata y la máquina a la materia prima».
Para llevar a la mesa, se puede escoger una de sus 18 variedades de sardinas –será por salsas y condimentos– pero es obligatorio comprar su confit de noix de Saint-Jacques –inspirado en el confit de pato, mezcla la vieira con la mantequilla 100% bretona, miga de pan, sal, pimienta y cebolla– y su sopa de pescado. «Artesanal, no se vende en súpers», avisan. Tienen siete tiendas propias en el Finistère.
Dirección Zone de Kerouel. Route de Concarneau, Trégunc. Webwww.conserverie-courtin.com/fr/.
Para disfrutar del marisco recién sacado del agua, las ostras de las Huîtrières du Château de Bélon, a solo media hora de allí, son una buena opción; mientras se recorre la costa y el estuario se llega hasta otro productor histórico, ya que allí se cultivan ostras desde 1864. Hacen visitas, degustaciones y venta directa del producto, que siempre se puede consumir en restaurantes como el del Hotel Les Sables Blancs, de vuelta a Concarneau. Está justo sobre la playa y los atardeceres son para no perdérselos, con las gaviotas lanzándose de cabeza al mar para ganarse su propia comida.
El menú de noche cuesta 36,50 euros e incluye langostinos y cigalas, atún con verduritas y risotto, el clásico magret de pato con patatas. Y si se puede conseguir habitación allí, mejor que mejor: todas tienen balcones sobre la arena y es el sonido de las olas el que induce el sueño.
Dirección 45 Rue des Sables Blancs 29900 Concarneau. Precio Entrante+plato principal+postre, 36,50 euros, vino aparte.
El postre del menú lleva a hablar de otra de las grandes bazas de la gastronomía bretona: sus galletas, crepes y pasteles con la famosa mantequilla, a veces salada. Pasear por la Ville Close de Concarneau da la posibilidad de entrar en un rincón que lleva varias generaciones elaborando el rey de reyes de su repostería, de ahí el nombre del local, la Maison du Kouign Amann. «Desde 1930». A una masa que podría servir para hacer pan, que leva, se le añade mantequilla y azúcar y se carameliza. Se va doblando sobre sí misma –esto ya «un panadero normal no sabría hacerlo»– y tras pasar por el horno... se convierte en una cosa sabrosa e hipercalórica que, afortunadamente, aguanta dos días. Si se compra envasada al vacío, diez. Hay que recordar calentarlo en el horno un poco antes de consumirlo, para que recupere su textura crujiente.
En la Maison du Kouign Amann pueden llegar a hacer 300 unidades al día... que se puede pedir para probar en la taberna adyacente, gestionada también por la familia. El establecimiento está decorado como en la época en la que era la casa de un corsario. Bebidas, helados artesanos y dulces variados con historia.
Dirección 18 Place Saint Guénolé, la Ville Close de Concarneau. Webwww.facebook.com/ccvilleclose.
El menú bretón no estaría completo sin la bebida. ¿Cuál? La sidra local. En las tacitas clásicas se puede servir alguna de las variedades que elaboran en la Cidrerie Manoir du Kinkiz, también destilería artesanal du Plessis (la traducción al inglés de Kinkiz), cerca de Quimper. 25 tipos de manzana que se cogen cuando caen de los árboles, no antes, sirven para hacer el aperitivo Old Pommeau con 4 años en barrica, frente a los 4 meses que dice el reglamento; sidras, incluida una «más rústica» con un tipo de manzana muy vieja que ya ni se cultiva; zumos, hidromiel, licores y otro producto con D. O., el Lambig (7, 10 o 14 años en barrica, como si fuera whisky). Más de 20 bebidas en total en una bodega histórica por la que merece la pena pasarse.
Dirección Manoir du Kinkiz. 75 Chemin du Quinquis, Quimper. Webwww.kinkiz-terroir.bzh/.
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