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Viñedos en las montañas Badacsony, a orillas del lago Balatón (Hungría).
Vinos en Europa del Este: Los mejores de Bulgaria, Rumania y Moldavia

Europa del Este recupera sus viñedos ancestrales

Países como Bulgaria, Rumania o Moldavia producen vino desde hace 2.000 años. Desde finales de los 90 nuevos proyectos han despertado la región

TERESA GUILARTE

Profesora de WSET

Miércoles, 15 de junio 2022, 12:47

Feteäsca Neagra, Rébula, Plavac Mali o Furmint, son algunos de los secretos mejor guardados en los países del Este: variedades ancestrales con las que se elaboran vinos más que interesantes. Os proponemos un viaje por esta región a través de la cata de algunos vinos singulares. Países como Bulgaria, Rumanía o Moldavia producen vino desde hace 2.000 años, otros 'solo' desde la Edad Media. Todos ellos cuentan con diversidad de suelos, agua y temperaturas moderadas gracias al Mar Negro, el Adriático y al Danubio, condiciones muy apropiadas para el cultivo de la vid.

Tras la convulsa historia en la segunda mitad del siglo XX, durante la que una gran parte de viñedo fue abandonado, la situación empezó a cambiar en los años 90. La integración de algunos países en la Unión Europea y el desarrollo económico favoreció la llegada de tecnología e inversiones, lo que dio lugar a nuevos proyectos para recuperar variedades y regiones. Comenzamos la cata con dos blancos. Un Batic Rébula 2020, de Eslovenia, país con gran influencia italiana. Un vino elaborado con la variedad Rébula, amarillo pálido, fresco, con características de limón, manzana verde y flores. Con un punto de amargor final agradable que te invita a dar otro trago. Perfecto para un aperitivo.

Botellas de los vinos catados.

Después probamos un Szepsy Furmint 2016 de Hungría, hecho con la misma uva que los famosos vinos dulces de Tokaj, el 'vino de reyes', pero sin azúcar residual. Tiene muchas capas de aromas que se van expresando según lo vemos oliendo: cítricos y frutas como melocotón y piña, jazmín, hierbas aromáticas, jengibre y miel. También notas ahumadas y vainilla debido a su paso por madera. Al catarlo, percibes su estructura y equilibrio, haciendo al vino elegante y largo. Impresionante.

Pasamos a los tintos, el primero de Bulgaria. Catamos un Enira 2017 de Bessa Valley con un color rojizo intenso y aromas que nos recuerdan a los Burdeos clásicos. Fruta negra y roja, con toques de especias y un punto de pimiento verde y menta. En boca es afrutado y fresco, se nota un poco el alcohol pero se compensa con el tanino y resulta amable para beber y disfrutarlo con algo de picar.

Con el segundo tinto nos metemos de cabeza en las variedades locales. Un Panciu Riserva Babeasca Neagra 2018 de Rumanía. Babeasca Neagra quiere decir 'negro de abuela' y es una variedad con más de 2.000 años de historia. Tiene muy buena acidez y taninos redondos, acompañados de aromas de fruta roja y negra. Se elabora con crianza en barricas y eso se nota en los toques de vainilla y chocolate negro. Vigoroso y con personalidad, hace pensar en los mejores vinos de tempranillo.

Un viaje estimulante

Seguimos con Moldavia, el país más pequeño del grupo aunque con una densidad de viñedo de las más altas del mundo. Probamos el Te Wá Feteasca Neagra 2019, elaborado por dos mujeres que están recuperando esa variedad ancestral cerca del Mar Negro. Es un vino intenso, con mucha fruta madura y especiado, encaja bien con comida sustanciosa, como una chuleta o unas carrilleras.

El sexto vino de la cata nos lleva a Bosnia-Herzegovina, donde hay poco más de 4.000 hectáreas de viñedo recuperado desde la guerra. Es uno de los que más nos ha gustado, Skegro Carsus Trnjak 2017. El nombre de la variedad es impronunciable: Trnjak, pero el vino habla de sobra por sí mismo. Aromático, concentrado y fresco a la vez, recuerda a nuestra garnacha de zonas frescas, aunque con más color. Fruta roja y notas balsámicas de tomillo, romero, eneldo y toques de tostados y regaliz. En la boca es largo y muy expresivo. Una sorpresa.

Terminamos en el Adriático con Zlatan Plavac Red 2015, de Croacia. La variedad, Plavac Mali en eslavo se traduce como 'Pequeña Azul' porque es de grano menudo y piel gruesa. En nariz dominan las notas de la evolución del vino: fruta seca, tostados y en la boca estaba correcto aunque con intensidad muy ligera, algo cansado ya. Este viaje por Europa ha sido una experiencia estimulante. Hemos encontrado elaboradores y bodegas haciendo vinos de mucha calidad y que apuestan por buscar un buen lugar en el mundo. Os invitamos a buscar y catar sus vinos.

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