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Qué tienen en común un Viña Real del 62 y 'Love me do', de los Beatles? Quizá que las dos conservan una frescura por la que parece que no ha pasado el tiempo. La materia de la que están hechos los clásicos atemporales. Esa vibrante añada de Cvne y el primer hit de la banda de Liverpool pusieron el broche de oro a la master class con la que el crítico de vinos Luis Gutiérrez –hombre 'Parker' para España, Portugal y Jura– dio el pistoletazo de salida a una nueva edición de la Cata del Barrio de la Estación. Un viaje en el tiempo a través de vinos icónicos de algunas de las bodegas más prestigiosas de Haro, maridadas con lo que sonaba en la radio cuando sus uvas eran vendimiadas.
Comenzó con un Pancrudo de Gómez Cruzado del año 21, el de la pandemia, la Filomena o el asalto al Capitolio. Por vicisitudes y cambios en la propiedad, la bodega centenaria carece de un archivo que permitiera remontarse más allá de las primeras décadas del siglo XXI. La etiqueta es sin embargo un ejemplo de revalorización de una Garnacha clásica, procedente de cepas centenarias de Badarán. «Estas uvas antes o se escondían o se usaban para clarete», recordaba. Para el maridaje musical hizo un poco de trampa tirando de una versión en inglés del mayor éxito de Nino Bravo, 'Un beso y una flor', retitulado 'Got to leave' por el jamaicano Pinky Dread y que llegó a ser número 1 en el país caribeño. Al parecer, Gutiérrez no ha oído hablar de Rosalía.
De Gómez Cruzado era también el único blanco de la cata, Montes Obarenes, una «reivindicación de los grandes vinos de guarda que se están volviendo a poner de moda, pero en un momento, 2016, en el que todavía se llevaban blanquitos muy afrutados». Era el año del Brexit, la muerte de Fidel o el triunfo de Trump en las elecciones americanas y el maridaje tiró de seriedad y cierta melancolía con 'Hello', de Adele. El vino sin embargo mostraba una frescura y una viveza que dará grandes alegrías a quienes tengan la paciencia de guardarlo.
«Parece que fue ayer y han pasado casi 20 años», decía Gutiérrez al olfatear una copa del Gran Reserva 904 de 2005, el año que murió el Papa Juan Pablo II o nació la princesa Leonor. Fue un año de transformaciones para La Rioja Alta S.A. –cambiaron el presidente, el consejero delegado y el enólogo– y aún estaban en boga aquellos tintos de alta expresión de la era Parker. Sin embargo, este 904 se mantiene fiel a un estilo propio al margen de las modas. El paso del tiempo le ha sentado mucho mejor que a la Macarena, de los del Río, con la que lo maridó Gutiérrez.
Para su repaso a la década de los 90 eligió una de las añadas más complicadas que se recuerdan en Rioja. El 97 fue un año frío y lluvioso, con una vendimia durísima, que sin embargo daría vinos interesantes a quienes, como Roda, ponen esmero en su elaboración. El mérito es aún mayor si se observa la elegancia, frescura y capacidad de guarda que aún atesora esta añada, vendimiada semanas después de la muerte de Lady Di. 'When September Ends' de Greenday puso la nota musical.
1981 es una de las cosechas míticas de la historia reciente de Rioja y se mostró en la 'master class' mediante un Gran Reserva de 890 de bodegas La Rioja Alta. Un vino de corte más antiguo que empezaba a mostrar signos de la edad. Siguiendo con esa búsqueda del contexto que proponía el crítico, quizá maridaba mejor con el triunfo de Reagan que con el hit de los Rolling Stones que sonó en la sala de catas.
Por contraste, el Prado Enea de 1970 se antojaba más joven pese a ser casi una década mayor. Ejemplo de vino fino de una añada emblemática, que contribuyó a catapultar el prestigio de los Muga. Limpio, elegante, aún afrutado, evocador de un campo abierto más que de la oscuridad de una bodega. Sonaba 'Bridge over troubled water', de Simon & Garfunkel.
Los 60 se mostraron a través de dos etiquetas, un Viña Pomal Gran Reserva del 66 –una época en la que Bodegas Bilbaínas apostaba por comprar viñedo propio para elaborar grandes vinos– y el mencionado Viña Real del 62, elaborado por el legendario enólogo Ezequiel García, al que apodaban con acierto 'El Brujo'. El primero fue el año del baño de Fraga en Palomares, el segundo quedará siempre asociado a Marilyn Monroe. A estas alturas Gutiérrez se dejaba llevar por su alma de viejo rockero, mientras sonaban The Mamas & The Papas y los Beatles. Momentos después el público salía a los jardines de la bodega para disfrutar de una velada musical a cargo de su banda, The Wine Drinkers, que se prolongó hasta entrada la noche.
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