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Más de 100 años después de su nacimiento, en aquel lejano 1900 en el que un valiente inconformista se empeñó en crear en el barrio madrileño de Delicias una cerveza que dejara huella –de calidad, diferente, libre, con sus propias características bien definidas desde la ... selección de lúpulos hasta el momento de la consumición–, la cerveza El Águila, con sus dos variedades, sigue siendo para los que buscan algo más cuando se decantan por esta bebida. No solo un trago rápido, no solo refrescarse, sino un momento en el que saborear la libertad con El Águila y su historia, que ha ido haciéndose hueco no solo en las barras, sino también en las mesas, demostrando que una cerveza, si es buena, sirve para acompañar cualquier comida.
Es el caso de El Águila Sin Filtrar, su variedad más icónica, que lo mismo marida a la perfección con platos sencillos de picoteo como el hummus, las croquetas y la ensaladilla rusa que con algo más elaborado, como los ceviches, el cocido madrileño, las recetas picantes y, ya que estamos en temporada, platos con setas. Es así por ese sabor genuino –y equilibrado gracias a los toques de malta caramelo, fácil de beber y refrescante por el aroma del lúpulo Lemondrop®, añadido en el latehopping– que se consigue con una producción inspirada en los métodos tradicionales del 1900, cuando las cervezas no se solían filtrar para mantener así casi toda su levadura. El Águila Sin Filtrar muestra su personalidad desde la manera de ser servida: hay que darle la vuelta a la botella antes de servir, sin agitarla, o mover ligeramente el barril cada día para estimular las levaduras en suspensión, para así despertar todo su sabor, como recién salida del tanque.
Por su parte, El Águila Dorada, una lager especial de 5,5% de alcohol –también muy equilibrada y que combina la intensidad de la malta caramelizada con la frescura de una mezcla de lúpulos, incluida la nueva variedad, Lemondrop®–, actualiza la receta original para conseguir un color dorado y brillante, una espuma blanca consistente y los aromas frescos con un toque cítrico. Para el día a día, marida con una gran variedad de pintxos, desde la tortilla de patata a los calamares, pasando por las ensaladas de todo tipo y las patatas bravas. Para momentos especiales, la malta caramelizada y el toque cítrico de El Águila Dorada van muy bien con tartares, sushis y platillos mexicanos, especiados y picantes.
Cualquiera de las opciones de cocina con las que maridan demuestra la versatilidad de una cerveza que nació con la vocación de abrir un nuevo camino, de dejarse guiar solo por la autenticidad y de diferenciarse del resto. Mezcla de tradición y modernidad, El Águila Dorada y El Águila Sin Filtrar recuperan más de un siglo después de la fundación de la marca el espíritu de aquel emprendedor que quiso revolucionar la elaboración cervecera en España... y al que le habría sentado muy bien el lema 'Si vas a darle la vuelta a todo, decide tú tu dirección' que utiliza ahora la marca.
Este cervecero dio entonces con una bebida que, por sus características, sigue siendo una receta revolucionaria hoy; la de lo auténtico, genuino y natural, una forma de hacer las cosas de manera diferente que se recuperó en 2019 tras casi tres décadas de parón.
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