Jorge Rodríguez con la txapela y el diploma de campeón. Maika Salguero

«Cuando abres una botella de vino cuentas la vida de muchas personas»

Jorge Rodríguez se ha coronado como el mejor sumillier en el Campeonato de Euskadi y aspira «a quedar en el Top Ten» del concurso nacional que se celebra a finales de abril

Jueves, 29 de febrero 2024, 17:38

Jorge Rodríguez (Ourense, 1991) es, desde el lunes, el mejor sumiller de Euskadi. Conseguir esta txapela –a la que en principio aspiraban 16 participantes, aunque a la final de la competición solo llegaron cuatro– es el billete hacia el Campeonato del Mejor Sumiller de España ... 2024, que se celebrará a finales de abril en Madrid. Con él viajará Uritz Lejarcegui, la sumiller del Andra Mari, que se clasificaba en segunda posición en el campeonato supervisado por las asociaciones de sumilleres del País Vasco. Si se sitúan en abril entre los tres mejores, podrán sumarse al que organiza la Association de la Somellerie Internationale. Rodríguez se conforma, asegura, con estar en el Top Ten español. De momento, la progresión del sumiller del Wine Fandango salta a la vista: el año pasado ya fue al campeonato nacional tras quedar segundo en el de Euskadi y el año anterior (2022) se quedó a las puertas ya que en la final vasca logró el tercer puesto. Este año en tercera posición quedó Mario Verdeja, sumiller en el restaurante Garena de Dima.

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Los tres finalistas: Uritz LLejarcegui, Jorge Rodriguez y Mario Verdeja. Maika Salguero

¿Qué hace a un sumiller un buen profesional?

–Tratamos con personas y para mí eso es lo más importante. Para eso hace falta la dedicación. Ser un buen profesional implica conocer el producto desde su raíz y ser franco, honesto, a la hora de contarle al cliente la historia que hay detrás de cada uno de ellos. Es la cara más amable de la gastronomía.

La primera prueba del día, durante el Campeonato de Sumilleres de Euskadi, fue una prueba teórica con unas 50 preguntas sobre el mundo del vino. Me dicen personas que participaron en otras ediciones que son exámenes difíciles, que hay que saber de todo...

–Hay que saber mucho, sí. Lo que más me llena de este mundo es que es un camino, un aprendizaje constante; como persona inquieta que soy, eso es fascinante. Crecer, aprender y transmitir ese conocimiento al consumidor final. Se trata de contar la vida y el proyecto de muchas personas cuando se abre una botella de vino.

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¿Y cómo entró usted en este sector?

–Nací en Galicia, en Ourense, y desde pequeño he estado en contacto con el mundo del vino. Hace 24 años que llegué a Rioja y el vínculo creció. Tengo la fortuna de vivir en una zona privilegiada, en constante movimiento, y que me permite conocer más, de primera mano, sobre lo que pruebo.

Los participantes en el Campeonato de Sumilleres de Euskadi. Maika Salguero

¿Cuándo empezó en la sumillería?

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–He trabajado en hostelería desde lo más básico. Vivo en Haro, he vivido en Haro mucho tiempo, excepto por las temporadas que me fui a Valencia y también a Francia, adonde llegué como 'stagier' en un restaurante de La Rochelle y terminé siendo el jefe de departamento. Después volví a La Rioja al que entonces, en 2018, era un proyecto nuevo, el Palacio Tondón. Y surge esa explosión de curiosidad por el vino. En Lumbre, en Casalarreina, he estado cuatro años y ahí ya pude formar una carta.

¿Cuánto lleva en Wine Fandango?

–Solo veinte días.

Los clientes leen la carta de vinos y escogen, sin más, pero para un sumiller, ¿qué supone formarla? ¿Qué busca?

–Lo más importante es que haya un equilibrio en cuanto a la calidad de los productos, y que se trate de muy buenas elaboraciones, en vinos y en otras bebidas. Que sea una carta hecha con variedad, con diversidad y sin prejuicios sobre los precios; puede haber botellas más caras y botellas más baratas. La idea es que la gente se pueda sentir cómoda con lo que se le ofrece, y que confíe en lo que se vende, sin prejuicios.

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¿Y pasa?

–Es la parte más difícil de la profesión: dar con el unicornio que aúna lo bueno, lo bonito de la historia y no lo barato, sino el precio de lo que quiere el cliente. Y además que eso encaje con la comida. Eso, saber interpretar el gusto del cliente, se me da bien.

Hay muchas más pruebas en un campeonato.

–El servicio, las catas, la identificación de producto... es un mundo muy amplio, con referencias globales. Yo estoy especializado en vino y en cerveza. Hace falta mucha práctica para tener una gran memoria olfativa.

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¿Cómo se ve para el campeonato español, que se celebra a finales de abril en Madrid?

–Me veo bien porque ya el año pasado tuve buenas sensaciones. Hay que seguir formándose en lo teórico, esa buena base; si tienes eso, lo práctico es más fácil. Mi objetivo es estar en el Top Ten nacional.

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