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Comedor de la colonia escolar de Sukarrieta-Pedernales. Postal L. Roisin de los años 30 (Fundación Sancho el Sabio)..

95 años de las colonias de Pedernales: playa y buena comida

Historias de tripasais ·

El albergue escolar de Sukarrieta fue abierto en 1925 para atender los problemas de salud de muchos niños que ni comían lo suficiente ni tomaban el sol

Jueves, 23 de julio 2020, 19:13

Es necesario fomentar la alegría en la mesa, el culto al amplio comedor de gran ventanal, al mantel blanco. Intervienen estos detalles en la obra de la curación; se come más a gusto y mejor y, por lo tanto, con la salsa de la alegría». ... Con estas palabras destacó en 1919 el célebre neumólogo José Valdés Lambea no sólo el importantísimo papel de la alimentación en cualquier proceso de curación, sino también la relevancia de comer en un ambiente agradable, cuidado y limpio. No sé si será científicamente demostrable, pero desde luego que jamar en buena compañía y con ánimo risueño aprovecha más y mejor.

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Lo sabía el doctor Valdés hace 100 años y lo saben ustedes, que aprecian el valor gastronómico de elementos incomestibles como una servilleta bien planchada, unas buenas vistas o una conversación animada. También lo entendieron así las autoridades bilbaínas, que ya a finales del siglo XIX y a la vista de la superpoblación, la pobreza, las infecciones o la contaminación que asolaban la ciudad decidieron que había que sacar a los niños de aquella atmósfera malsana y mandarlos a la playa.

Problemas logísticos

Los primeros 'colonos' urbanos fueron enviados a Gorliz en el verano de 1897 y desde entonces se fue incrementando poco a poco, tanto el número de afortunados veraneantes infantiles como la dotación presupuestada por el ayuntamiento para este menester. El problema es que la logística no ayudaba: como se utilizaban escuelas públicas rurales para alojar a los chiquillos había que llevar desde Bilbao toda la intendencia y aparataje necesarios y luego en el destino asegurar suministro de comidas, limpieza o vigilancia; un sindiós en el que se gastaba muchísimo dinero y que encima obligaba a que el viaje durara sólo un mes, tiempo insuficiente para que los famélicos críos de la urbe mejoraran su salud.

Por eso la Comisión Municipal de Instrucción y el inspector médico de las escuelas, don José Hermosa, se plantearon la necesidad de contar con unas colonias permanentes que permitieran dar cobertura a más niños y facilitaran la logística. Se decidió que estuvieran al menos en dos emplazamientos, uno de montaña o aire seco para beneficio de los tuberculosos y otro costero, en el que mejorarían las víctimas del raquitismo.

La deficiencia de vitamina D y la desnutrición eran las plagas más comunes entre la población infantil vizcaína de entonces, y no eran pocos los ciudadanos e instituciones preocupados por el alto índice de mortalidad entre los más pequeños. Entre los diversos benefactores que salieron a la palestra destacó la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de Bilbao, fundada en 1907 y ahora integrada en Kutxabank.

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Mejora sustancial

La Caja puso 800.000 pesetas encima de la mesa para comprar a Ramón de la Sota el edificio y el terreno que su hija Catalina (fallecida en accidente de automóvil en 1922) había proyectado como residencia de pescadores. Así fue como nació en Sukarrieta la famosa Colonia Permanente Escolar de Nuestra Señora de Begoña, o como la conocemos todos los que hemos pasado por allí, la colonia de Pedernales.

Inaugurada el 13 de agosto de 1925, esta iniciativa social sigue a día de hoy ofreciendo a los chavales la posibilidad de disfrutar unas semanas a pie de playa, pero hace 95 años su labor fue muchísimo más importante. En aquellos lejanos tiempos la colonia de Pedernales mejoró de forma crítica la salud y las condiciones de vida de miles de niños, permitiendo que los menores –mitad chicos y mitad chicas– pasaran allí al menos tres largos meses repartidos en dos turnos de mayo a julio y de agosto a octubre.

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Las colonias no eran un campamento para pasar el rato sino un auténtico colegio-sanatorio en donde los niños tomaban el sol, hacían ejercicio, iban a clase y comían una dieta variada y abundante en un ambiente saneado y jovial. La salsa de la alegría.

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