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julen solaun
Jueves, 22 de agosto 2019, 20:11
Mientras cientos de niños disfrutaban de la mañana en los hinchables de Lamuza, las cuadrillas organizaban todo para su gran día. Ese podría ser perfectamente el resumen de una mañana en la que, ante la escasez de actos programados, la comida de las peñas se llevó todo el protagonismo. Posteriormente, el 'Laudio's got talent', a manos de la cuadrilla Ainubeak, y los 'deportes rurales extremos', a cargo de Zoroak, pusieron la principal ración de entretenimiento de la jornada.
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Como novedad de este 2019, la comida no estuvo a cargo de Kuxinak Tripotxan, chupineros de este año, que tras quince ediciones cocinando renunciaron a ponerse a los fogones. Ander Albinarreta, uno de los encargados de sacar la comida adelante, confirmó el escepticismo con el que comenzaron a cocinar: «Es el acto más complicado y el que más esfuerzo requiere». El ejemplo que puso para escenificar la dificultad de la comida fue claro. «A las dos y media comen las cuadrillas, pero hemos tenido que empezar a fregar los cacharros usados antes, a las dos. Imagínate la cantidad de cubiertos, platos y cazuelas que se acumulan. Es la de Dios», exclamaba.
Aun así, Albinarreta alabó la calidad de la materia prima y agradeció a «Aiaraldea Ekintzen Faktoria la iniciativa de fomento de productos locales, que son todos kilómetro cero». Para saciar a los 500 jóvenes hambrientos que tomaron parte –de hecho, muchos de ellos hicieron cola durante más de una hora en la plaza Aldai– hicieron falta ingentes cantidades de comida, como aclaró Gartzen Garaio, otro de los organizadores: «45 kilos de alubias, 12 de cebolla, zanahorias, pimientos, 40 kilos de morcilla, 20 de chorizo, 35 de costilla y 15 de papada».
Tampoco fue fácil montar las diez mesas y sus correspondientes sillas, más los manteles, los platos, los cubiertos y los vasos. La mayor parte corrió a cargo de las integrantes de la cuadrilla Itzelak, cerca de dos horas antes de que se iniciase el 'papeo'. Probablemente a causa de las todavía lejanas alubias, no se notaba excesivo entusiasmo en el ambiente. Una de las encargadas de poner las mesas, Maitane González, bromeaba con que «esto lo hacemos porque nos ha tocado. Encima esta música (relajada) es para llorar, es deprimente».
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