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Una placa recuerda, en el lado sur del templo, junto al crucero, que «en el año 1163, bajo el pontificado de Alejandro III y el reinado del rey Luis VII, Mauricio, nacido en Sully Sur Loire, obispo de París, emprendió la construcción de esta catedral ... en honor de la bienaventurada Virgen María bajo el nombre de Nuestra Señora de París». La inscripción, que pasa desapercibida para la mayor parte de los miles de visitantes que hasta el lunes recibía a diario Notre Dame, recuerda el nacimiento de la que probablemente es la iglesia más famosa del mundo junto con la basílica de San Pedro, en Roma. Notre Dame es la reina de las catedrales góticas, lo que equivale a decir que lo es de todas las catedrales, pues fue durante el periodo en el que prevaleció ese estilo cuando se construyeron la mayoría de ellas en todo el occidente europeo.
Notre Dame fue una de las primeras catedrales en las que se aplicaron las técnicas constructivas probadas por el abad Suger en la basílica de Saint Denis, en París, y que caracterizan la arquitectura gótica, que entonces no se llamaba así, sino 'estilo nuevo', en contraposición al viejo; esto es, el románico. Sus anónimos arquitectos proyectaron una gran iglesia de cinco naves y de gran altura, que se sostiene gracias al uso de las bóvedas ojivales de crucería, que descargan el peso de las bóvedas en los pilares y en los contrafuertes a través de airosos arbotantes. Un sistema que permite aligerar las paredes y abrir en ellas grandes ventanales, que en la Edad Media se cubrían con coloridos vitrales.
La prosperidad de París permitió que, a diferencia de otras catedrales a las que sirvió de modelo, Notre Dame pudiera construirse de un tirón, para los parámetros medievales. La obra se dio por completada en 1351. Esta continuidad en los trabajos dio al edificio una coherencia de estilo que estuvo a punto de desaparecer durante los siglos XVII y XVIII, cuando se intentó adaptarlo a las modas del momento, los estilos barroco y neoclásico. Especialmente destructor fue el cardenal de Noailles, arzobispo de París, que acabó con los rosetones medievales de las fachadas norte y sur entre 1725 y 1727. El edificio sufrió además ataques durante la Revolución Francesa, en un momento de la cual acabó convertido en almacén, y durante la Comuna de París, cuando se le intentó prender fuego sin éxito.
La popularidad de la novela de Víctor Hugo 'Notre Dame de París' (1831), publicada en pleno auge del romanticismo, llamó la atención sobre el mal estado de la catedral, que amenazaba ruina a principios del XIX. Los arquitectos Jean-Baptiste-Antoine Lassus y Eugène Viollet-le-Duc ganaron el concurso abierto para su restauración. Muerto el primero, Viollet-le-Duc llevó la obra entre 1844 y 1864. Reconstruyó la fachada occidental entera, reparó los tejados, restauró los rosetones y levantó la aguja que las llamas se llevaron el lunes. La suya fue una restauración polémica que, sin embargo, dio a Notre Dame la imagen cuya pérdida todo el mundo lamenta ahora.
Rosetones y vidrieras Aunque en un momento se temió lo peor, solo se han perdido algunas vidrieras modernas y las medievales han sobrevivido. Únicamente el rosetón sur ha sido afectado por el humo y el agua.
Órgano Construido en el siglo XVIII y reparado en el XIX por Aristide Cavaillé-Coll, el fabricante de órganos más destacado de aquel periodo, al parecer solo ha sufrido daños menores por el agua.
La aguja Fue construida como parte de la restauración de la catedral por el arquitecto Viollet-le-Duc, a mediados del siglo XIX, en el lugar que había ocupado una aguja anterior desaparecida en el XVIII. A falta del modelo medieval original, del que no se conservaban representaciones, Viollet-le-Duc proyectó un diseño propio basado en la aguja de la Sainte-Chapelle. Era una estructura de madera cubierta de plomo de 96 metros de altura levantada sobre el crucero y ha sido destruida por completo por las llamas. Se han salvado las estatuas que la adornaban, que habían sido retiradas para su restauración.
Bóvedas La caída de la aguja causó el hundimiento de la bóveda del crucero y de la plementería en un tramo de la nave central y el transepto. El resto de la estructura ha soportado el incendio.
Cubierta Dos terceras partes del tejado han ardido. Con su ángulo de 55 grados, le daba a la catedral su perfil característico. Estaba hecho de láminas de plomo sobre una estructura de madera.
El mal estado de la catedral era una cuestión recurrente desde hace años. El edificio había sido objeto de restauraciones parciales en los años 60 y finales de los 90 del siglo pasado. Pero requería mucho más que mantenimientos puntuales. En 2017 se denunciaron continuas caídas de cascotes por el viento, el mal estado de los sillares y defectos en las cubiertas. Las obras en las que se generó el incendio tenían por objetivo frenar este deterioro.
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