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La euforia de Nicolás Maduro al presumir durante la noche electoral de que, tras cinco años de control opositor, la Asamblea Nacional volverá a estar en manos del oficialismo contrastó ayer con un amplio sentimiento de rechazo mundial, que confirma su soledad. Las autoridades ... de la Unión Europea, EE UU, los gobiernos de Reino Unido y Alemania, así como dieciséis países latinoamericanos del llamado Grupo de Lima coincidieron en señalar que las legislativas celebradas el domingo carecen de legitimidad por no haber cumplido con los «estándares internacionales mínimos», tal y como resumió el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, sobre un proceso de votación en el que solo participó el 31% de los convocados.
La altísima abstención, la ausencia de la mayoritaria alianza de partidos opositores al considerar un «fraude» la cita con las urnas, la falta de observadores internacionales y de transparencia fueron algunos de los argumentos esgrimidos por Occidente y buena parte de Latinoamérica para dar la espalda a la votación. «El bloque no puede reconocer este proceso electoral como creíble, inclusivo o transparente», aseguró Borrell en nombre de los Veintisiete, con el convencimiento de que la elección «no representa la voluntad de los venezolanos», a pesar de los esfuerzos de la Unión y los suyos propios por conseguirlo.
En similares términos se expresó el Gobierno alemán al lamentar la «históricamente baja» participación. También el denominado Grupo de Lima, que, en una declaración suscrita por Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Santa Lucía, pidió a la comunidad internacional que «rechace estas elecciones fraudulentas y apoye los esfuerzos para recuperar la democracia».
Mientras en Caracas el régimen hacía oídos sordos a las críticas del exterior y daba por bueno el 67% de votos cosechados, EE UU y Reino Unido elevaron el tono y advirtieron a Maduro de que seguirán reconociendo como presidente encargado al líder opositor Juan Guaidó. «Instamos a todos los países comprometidos con la democracia a que se unan a nosotros para condenar la farsa del 6 de diciembre y apoyar a la legítima Asamblea Nacional y al presidente interino en el futuro», lanzó el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo. Por su parte, su homólogo británico, Dominic Raab, añadió que urge celebrar unas elecciones «libres, justas y vigiladas» para poner fin a la crisis política de Venezuela.
A pesar de que Guaidó sigue contando con el respaldo de medio centenar de naciones, planea la incertidumbre sobre qué ocurrirá con él cuando el próximo 5 de enero se conforme el nuevo Parlamento y deje de ostentar el puesto de presidente de la Asamblea Nacional. El líder opositor, que ya ha sido amenazado por Maduro, se reafirma en que se mantendrá como presidente encargado y ayer denunció que los resultados de las legislativas llevaban «fabricados» desde «hace días». También tuvo palabras de censura hacia el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, al que acusó de ser «cómplice de violación de derechos humanos» en Venezuela y ejercer como «abogado» de Maduro, tras haber actuado el domingo como observador junto al exmandatario ecuatoriano Rafael Correa y otorgar validez a la votación.
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