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Estados Unidos explicó ayer cómo será la guerra de Ucrania. Comenzará posiblemente en «cualquier momento» de esta semana. Hoy y mañana son dos días marcados ... en rojo en el calendario de la Casa Blanca. Pero su mirada se concentra sobre todo en el miércoles. Será una «acción militar muy rápida» y lo más probable es que «empiece con fuertes ataques con misiles y bombardeos», a los que seguirán los «movimientos de tropas terrestres».
Así lo describió el asesor de seguridad nacional de EE UU, Jake Sullivan, en declaraciones a la CNN como colofón a una serie de mensajes pesimistas lanzados desde la Administración de Joe Biden a partir de la conversación que el presidente mantuvo con su homólogo ruso, Vladímir Putin, el sábado. La llamada no dio «motivos para el optimisto». «Ciertamente, no mostró que las cosas se estuvieran moviendo en la dirección correcta», señaló el portavoz del Pentágono, John Kirby. «No hay señales de que Putin tenga la intención de aliviar las tensiones. Una acción militar importante podría tener lugar en cualquier momento», añadió.
Estén basados en datos tangibles de inteligencia, como afirma la Casa Blanca, o en presunciones interesadas, el caso es que los mensajes de Washington volvieron a surtir el mismo efecto que cuando urgió a sus diplomáticos y compatriotas a salir de Ucrania, consiguiendo que a renglón seguido decenas de países haya hecho lo mismo. México se sumó ayer a la lista, Australia decretó la suspensión de actividad de su embajada e Israel reiteró a sus conciudadanos asentados en la exrepública soviética a que abandonen el país «antes de que ya no sea posible». EE UU podría haber iniciado además el traslado de su legación en la capital más cerca de Polonia.
La incertidumbre sobre la hora H también ha llegado al cielo. SkyUp, una aerolínea local de bajo coste, informó que las aseguradoras internacionales han suspendido las coberturas sobre los vuelos que crucen territorio ucraniano desde hoy hasta el miércoles. En respuesta, y ante los rumores que apuntaban a un posible cierre del espacio aéreo, el Gobierno de Kiev ha declarado que «sus cielos siguen abiertos» y aportará «garantías adicionales» a las compañías para sus servicios.
Veintinueve aerolíneas internacionales operan un total de 34 trayectos con Ucrania. Pese a todo, Kiev no ha podido evitar que algunas empresas de leasing hayan exigido a las compañías aéreas que trasladen sus aviones a aeropuertos de la Unión Europea. Lufthansa meditá si debe suspender sus vuelos y KLM los ha anulado. En su caso, la firma holandesa es muy cauta y no sobrevuela el este de Ucrania desde que su avión comercial MH17 fuera derribado en 2014 por equivocación por un misil ruso, lo que causó la muerte de 298 personas.
La predicción estadounindense pilló por sorpresa al ministro de Exteriores de Ucrania, Dimitro Kuleba, quien rebajó la alarma al responder que no tenía constancia de «cambios drásticos» en la frontera con Rusia que apuntasen a una invasión inmediata, ni tampoco en los «territorios ocupados» -Donetsk y Lugansk-. Las reiteradas alertas de Washington sobre la inminencia de una guerra ha sido un punto de fricción constante entre Kiev y la Administración de Biden y a ese roce se refirió el asesor Jake Sullivan al manifestar que si EE UU comparte sus análisis lo hace para «evitar que Rusia tome a Ucrania y al mundo por sorpresa». Por cierto, tras dibujar los pasos de la guerra Sullivan reconoció ayer que desconoce si el presidente, Vladímir Putin, optará por este camino por la vía diplomática. «No estoy en su cabeza», argumentó. Horas después de esta declaración, Biden y el mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski, mantuvieron una conversación telefónica donde acordaron insistir con la «diplomacia y la disuasión» ante Moscú.
La confrontación dialéctica entre las dos potencias ha llegado a un punto que hace difícil su desactivación en un breve plazo. Algunos análisis consideran que Moscú y Washington podrían alargar la negociación -los dos presidentes han acordado llamarse de nuevo en marzo-, ya que a Putin y su gabinete no les interesa generar una imagen de doblegamiento ante ante la presión internacional -el embajador en Suecia dijo ayer a un periódico que a Rusia le «importan una mierda las sanciones»- y Biden es consciente de los riesgos de una disolución rápida de la crisis, que le dejaría como el líder que intento arrastrar a los aliados a una guerra sin base real.
El problema es que, entre medias, salte la chispa. Los dos grandes países ya sufrieron el sábado un roce episódico entre sus dos Armadas y Rusia acaba de iniciar unas importantes maniobras en el mar Negro. Como prevención, Kiev sí pidió ayer a las aerolíneas que desvíen sus vuelos para no cruzar esta zona mientras duran los ejercicios tácticos.
Las reacciones en el resto de los países son acordes a una alarma 'in crescendo'. Tras el anuncio norteamericano sobre una eventual guerra inminente, el ministro de Defensa británico, Ben Wallace, dijo ayer que «puede ser que (Putin) apague los tanques y que todos nos vayamos a casa, pero hay un aroma a Múnich en el ambiente para algunos en Occidente», en alusión al acuerdo de 1938 que permitió a la Alemania nazí obtener algunos territorios checoslovacos como fórmula para evitar, sin éxito, la guerra en Europa.
En vísperas de que su primer ministro Olaf Scholz viaje hoy a Ucrania y mañana a Moscú, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, recordó ayer a Putin que Rusia tiene la «responsabilidad» de evitar la guerra.
El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, advirtió ayer que la UE no podrá dialogar con Rusia sobre la crisis ucraniana «bajo presión militar», por lo que Moscú debe dar garantías de una desescalada.
«Si Rusia tiene dudas o quiere plantear alguna cuestión sobre la OTAN o la UE, estamos abiertos a hablar y a crear medidas de confianza, pero es necesario desescalar la tensión. No se puede dialogar bajo la presión militar», dijo en una entrevista para 'Europa Sur'. El ministro añadió que no hay que olvidar «lo que está en juego» con este conflicto, como es «la propia legalidad internacional» o el respeto a «la integridad territorial de los Estados».
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