Cuesta echar la vista atrás para recordar cómo era el mundo hace solo cinco meses. Una extraña sensación emerge al comparar ese pasado reciente con la realidad impuesta por el coronavirus. Algo así debieron sentir seguramente ayer los jefes de Estado y de Gobierno de ... la UE en su regreso a Bruselas después de cinco meses. Volvieron a encontrarse en el mismo lugar en el que se despidieron el 21 de febrero tras negociar sin éxito durante más de 30 horas un presupuesto plurianual para la UE. Pero todo era esta vez muy diferente.
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Los cálidos apretones de manos, los besos y abrazos fueron los grandes ausentes. En su lugar, el Edificio Europa se convirtió en lo más parecido a un acorazado búnker con el único objetivo de no dejar ningún resquicio libre por el que pudiera colarse el coronavirus. La llegada de los mandatarios se organizó de modo que no coincidieran en la entrada. Allí, uno por uno, hicieron sus declaraciones, sin preguntas, y respetando en todo momento la distancia de seguridad que recomiendan las autoridades sanitarias.
La sala elegida para la cumbre tampoco era la misma. El íntimo local en el que se hacían los encuentros fue sustituido por el llamado EBS-5, un amplio espacio de 850 metros cuadrados situado en la quinta planta, y con aire purificado filtrado del exterior. Con aforo para 330 personas, es el que acoge las reuniones con organismos internacionales y multitud de países invitados. Allí, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se encargó de recibir a los mandatarios, que hasta ahora solo habían llevado a cabo negociaciones conjuntas por videoconferencia.
nuevo espacio
minimizar riesgos
Los tímidos saludos se hicieron esperar hasta que los jefes de Estado y de Gobierno se congregaron en el salón. Hubo choques de codos, manos al pecho, inclinaciones a la japonesa como la de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y un saludo militar, el que dirigió el líder búlgaro, Boiko Borisov, a la canciller alemana, Angela Merkel.
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Por primera vez, en más de medio siglo de historia de la UE, la mascarilla era la gran protagonista. Aun así, durante la reunión, por la disposición de los asientos, pudieron retirársela, así como en los momentos en que se garantizó la distancia. Geles hidroalcohólicos omnipresentes y un médico en el recinto se encargaron de remarcar lo atípico de la situación.
La vuelta más fría que se recuerda contrastó con la agitación de los líderes por estar ante «la cumbre de la verdad», como la bautizó el presidente francés, Emmanuel Macron. No solo arrastran el reto de acordar los presupuestos 2021-2027, sino que regresaron con una mochila aún más pesada: salvar a la economía de la UE de su mayor hundimiento desde la II Guerra Mundial con un ambicioso plan de recuperación frente a la pandemia.
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