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Histórica imagen del cuerpo de Aldo Moro en el maletero de un vehiculo tras su secuestro y asesinato por la banda en 1978. ap

Los años de plomo italianos

Mañana se cumple medio siglo de la fundación de las Brigadas Rojas, la banda que sobrecogió al mundo con el crimen de Aldo Moro

Domingo, 16 de agosto 2020, 01:41

El 17 de agosto de 1970, un centenar de jóvenes se reúne en un hostal de Pecorile, en los Apeninos, y acuerda la necesidad de la lucha armada, esto es, «la violencia practicada por pequeños grupos de vanguardia». Figuran entre ellos quienes formarán el ... grupo dirigente de las Brigadas Rojas, como el joven comunista Alberto Franceschini o la pareja procedente de la Universidad de Trento Renato Curcio y Mara Cargol, inspirados por ideas revolucionarias que van de Mao a los tupamaros. De éstos tomarán la estrella asimétrica de cinco puntas. El referente histórico, en el mismo sentido que los gudaris para ETA, fue la lucha antifascista de los partisanos durante la Resistencia, frustrada por la República democristiana.

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El grupo revolucionario emerge en medio de una constelación de posiciones radicalizadas de otros grupos e individuos que se han formado en el ciclo de luchas universitarias violentas de 1968-1969 y miran a la ofensiva obrera del 69 como la plataforma para una movilización que llevara a suprimir el sistema capitalista. El antecedente de Pecorile fue la reunión en Milán, en septiembre del 69, del Colectivo Político Metropolitano, donde ya se discutió sobre la lucha armada y de la «autonomía».

El salto adelante encontró una justificación inmejorable en el atentado neofascista de Piazza Fontana, en diciembre de 1969, que inaugura la «estrategia de latensión» contra los avances conseguidos por los trabajadores en el «otoño caliente», cuya importancia -subida salarial del 18%- los izquierdistas ignoran. Parece llegada la hora de volver a la resistencia armada de 1943-45, visto que las instituciones democráticas -Policía y magistratura- 'amparan' un terrorismo neofascista, instrumento -esto lo sabemos hoy- de unos servicios secretos italianos puestos a las órdenes de la OTAN. Sin olvidar la amenaza de golpes de Estado militares.

La organización terrorista causó unas 86 muertes, 32 en atentados cometidos entre 1980 y 1982

sanguinaria

Un nuevo poder

La fase de «propaganda armada» es inaugurada por las Brigadas con el anuncio de su propia existencia el 20 de octubre de 1970. Los incipientes brigadistas se identificaban como «organización proletaria autónoma para construir una nueva legalidad, un nuevo poder». La escalada de acciones se inicia con el incendio del coche del dueño de una fábrica y de un primer secuestro, de pocas horas, el 3 de marzo de 1972 que ya alcanza gran repercusión en la prensa. «¡Todo el poder al pueblo armado!» es la consigna. Son acciones puntuales, contra un patrono o un capataz. En mayo de 1972 llegó la primera caída, provocada por un policía infiltrado. Fue formado el primer ejecutivo de la banda con Curcio, Franceschini, Moretti y Morlacchi, organizándose según el modelo de los tupamaros, por columnas ciudadanas.

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En abril, las Brigadas Rojas habían dejado las cosas claras: «El voto no sirve. ¡Tomemos el fusil!». La teoría no era su fuerte. Pronto les llegará la ayuda de Toni Negri, profesor de la Universidad de Padua, quien insiste en «la necesidad de construir una organización para la lucha armada». El papel desempeñado por Negri es similar al de Federico Krutwig con 'Vasconia': proporcionar un cuadro ideológico que en este caso cubre los dos objetivos de legitimar la lucha armada contra el Estado y descalificar al enemigo principal, el Partido Comunista, con su «compromiso histórico» de Berlinguer.

El crimen del primer ministro y líder de la Democracia Cristiana provocó una conmoción social. e.c.

Para Negri, las minorías activas deberán organizarse para plegar a las masas a asumir «la violencia revolucionaria» frente al Estado. La vulgata se convertirá en denominador común de los numerosos grupos inclinados hacia la lucha armada. Según Della Porta, más de 500 entre 1969 y 1982. El primer gran golpe de efecto fue el secuestro del fiscal jefe de Génova, Mario Sossi, el 16 de abril de 1974, con el fin fallido de obtener la liberación de los militantes de otra organización. Después de 35 días, liberaron a Sossi sin contrapartida.

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La «propaganda armada» se cerró el 8 de septiembre de 1974, cuando el grupo dirigente fue descabezado al ser detenidos Curcio y Franceschini por la delación de un grotesco infiltrado, fray Mitra. Encarcelados ambos y muerta Mara Cargol en un tiroteo, la dirección quedó en manos de Mario Moretti hasta su detención en 1981. Inexplicablemente fue el único en escapar a la caída de septiembre, como luego escapará durante el secuestro de Moro.

Con él se abre la fase más agresiva y sanguinaria de la banda, «una estrategia del aniquilamiento», con homicidios y disparos a las piernas (gambizzazioni) a magistrados, policías, periodistas, administradores locales, todos «siervos del Estado». El primer asesinado fue el fiscal Francesco Coco, en 1976, año en que las Brigadas dan el gran golpe de efecto en el proceso de Turin, donde los cuarenta brigadistas procesados denuncian el papel de los abogados y los amedrentan, así como a los jurados. La banda alcanza gran popularidad entre los jóvenes radicales, s e multiplican los ingresos. En la estela de Negri, anuncian la guerrilla urbana como medio para desarticular «el Estado de las multinacionales», que encarna la DC y defiende el PCI.

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«Salimos a la conquista de un nuevo mundo sin darnos cuenta de que apuntalábamos el viejo»

franceschini, exbrigadista

Sesión de espiritismo

Quedaban sentadas las bases para el secuestro y asesinato de Aldo Moro (16 de marzo-9 de mayo de 1978). Moretti fue director de orquesta, interrogador y verdugo en el crimen. Los datos sugieren que la Policía tuvo que realizar verdaderos esfuerzos para no detenerle, incluso después de localizarse su guarida en una sesión de espiritismo, con Romano Prodi como participante.

Detrás de la cortina intervenían otros actores. El principal, Licio Gelli, fascista y director de la logia P2, entonces desconocida, que agrupaba a un millar de hombres importantes (militares, políticos, magistrados, empresarios como Berlusconi). Ligado a los servicios secretos italianos y americanos, Gelli pretendía «vaciar las instituciones democráticas».

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Baste decir que pertenecía a la P2 el núcleo de los integrantes de la comisión técnica nombrada por Francesco Cossiga, ministro del Interior, para resolver el secuestro de Moro. Más que expertos parecía un grupo de conspiradores de alto nivel contra la democracia. «El asesinato de Moro -resumió el fiscal general Luigi Ciampoli- no fue solo un homicidio vinculado a las Brigadas Rojas: en la escena estuvieron nuestros servicios secretos y los de países extranjeros.».

La eliminación de Aldo Moro probó la existencia de una subordinación a la potencia hegemónica. El propio Cossiga lo explicó: Italia vivía una situación de «soberanía limitada». El democristiano sardo, presidente de la República (1985-1990) y antes primer ministro (1979-80), mantuvo relaciones muy cordiales con los líderes brigadistas encarcelados. Mostró su apoyo al PNV y a Batasuna. Cuando muere, 'Gara' le elogia como «defensor de la causa vasca».

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El asesinato de Aldo Moro fue un punto y seguido para las Brigadas. Los atentados siguieron. En enero de 1979, el asesinato de Guido Rossa, sindicalista, marcó la ruptura con el mundo de las fábricas. En 1981 fue detenido Moretti y se sucedieron las escisiones, aunque no cesaron los atentados. El máximo de muertes se registra en 1980-82, con 32 sobre un total de 84 a 86 en la existencia de las Bigadas. En 1987, Moretti y Curcio declararon desde la cárcel que aquello había terminado.El exbrigadista Franceschini escribió: «Salimos a la conquista de un nuevo mundo, sin darnos cuenta de que en realidad contribuimos a apuntalar el viejo».

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