MERCEDES GALLEGO
NUEVA YORK
Martes, 29 de enero 2019, 00:45
En cuestión de días el Gobierno de EE UU ha reconocido a un nuevo embajador de Venezuela en Washington, ha dado el control de las cuentas del Banco Central de Venezuela al autoproclamado presidente Juan Guaidó y ha embargado el importe del crudo ... que Caracas envía a las refinerías en el Golfo de México.
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Así de rápido actúa el Ejecutivo de Trump, decidido a consolidar el cambio de régimen en el país sudamericano. El embargo del crudo venezolano es el paso más delicado por el impacto que puede tener en los mercados mundiales, pero el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, aseguró que «muchos de nuestros amigos en Oriente Medio estarán contentos de compensar el desabasto», que apenas supone «un 10% o menos en un puñado de refinerías estadounidenses». Según él, estas refinerías que registraban una peligrosa dependencia del petróleo venezolano han reducido el porcentaje que adquirían porque «han leído las hojas del té». Al Gobierno de Maduro, sin embargo, le arrebatará de inmediato 7.000 millones de dólares (unos 6.100 millones de euros) que se redirigirán al Ejecutivo de Guaidó y, si lograse seguir en el poder, 11.000 millones en exportaciones a lo largo de un año.
Lo único que le ha fallado a EE UU en la puesta en escena del cambio del golpe venezolano es una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que reconociese a la Asamblea Nacional venezolana como la única institución elegida democráticamente, lo que habría legitimado a Guaidó como presidente interino. Con todo, Washington no contaba con sacarla adelante, dada la oposición de Rusia y China, sino que convirtió esa sesión especial del sábado en un megáfono para presionar a los países que aún no lo habían hecho a reconocerlo como presidente. Israel y Australia se sumaron ayer a la lista.
Washington quiere que secunden su iniciativa de redirigir las cuentas e intereses financieros de Venezuela al nuevo mandatario para dotarlo de medios económicos con los que ganarse el apoyo del pueblo venezolano, con el que la oposición intenta sacar músculo estos días. El propio secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, y el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, comparecieron ayer en la Casa Blanca para explicar la controvertida decisión de embargar los réditos del crudo venezolano, después de que la víspera se les adelantase por Twitter el senador Marco Rubio con las cuentas bancarias. El cubanoamericano de Florida ha sido el alma de la conspiración contra Maduro, hasta el punto de que 'The New York Times' lo ha bautizado como «ouster in chief» (derrocador en jefe), una suerte de comandante en jefe para cambios de régimen, etiqueta que si él rechaza es por respeto a Trump y su equipo. «Aquí el que decide es el presidente, yo sólo aporto ideas, aunque tiene un gran equipo alrededor. En realidad nunca ha necesitado que le convenzan mucho».
Su antiguo rival en las primarias presidenciales dice que Trump le había sacado el tema más que él, lo que concuerda con informaciones que achacan al presidente más de un año pidiendo a los líderes con los que se reunía su apoyo en Venezuela. Eso habría sido utilizado como baza negociadora para el tratado comercial con México, pero Bolton tiene otras ideas: compartir las oportunidades de negocio que presentará el petróleo venezolano.
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El 'halcón' de Bush en la guerra de Irak es el que mejor entiende al mandatario, a quien sus asesores han tenido que explicar una y otra vez por qué EE UU no puede quedarse con el petróleo de Irak. El jueves dijo a Fox que «marcaría una gran diferencia para la economía estadounidense si las petroleras de EE UU pudieran invertir y producir en las capacidades petroleras de Venezuela». Horas después Guaidó anunció sus planes para una nueva ley de hidrocarburos que flexibilice las inversiones.
Guaidó intenta ejercer el control sobre Petróleos Estatales de Venezuela (PDVSA), propietaria de la refinería Citgo con sede en Houston (Texas). El «presidente encargado» ya despidió el viernes en conferencia de prensa al ministro de petróleo venezolano, Manuel Quevedo, leal a Maduro, y anunció su intención de reemplazar al presidente de Citgo, Asdrúbal Chávez, que tiene el acceso vetado en EE UU. Es ahí donde entraría en conflicto directo con Rusia, ya que el 49,9% de Citgo fue utilizado como aval para un préstamo de 1.300 millones de euros que Moscú concedió a Venezuela en 2016.
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El otro balón de oxígeno que Maduro habría perdido es el de sus reservas de oro en el Banco de Inglaterra, bloqueadas según Bloomberg. Ante el temor de que fueran incautadas, Caracas había cerrado días antes del golpe una transacción con el Deutsche Bank para transformarlas en 1.130 millones de euros, que ya no recibirá a petición de Guaidó. Falta por ver si el Banco de Inglaterra da acceso a este patrimonio al nuevo presidente.
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