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Con la llegada de la primavera, los vecinos de la comuna suiza de Obergoms, cerca del glaciar Ródano, se lían la manta a la cabeza y se dirigen al hielo para cubrir las partes más expuestas al sol precisamente con eso, con mantas. Parece una ... idea descabellada, un chiste, arropar con mantas estos montones helados, pero es una realidad desde hace ocho años. El glaciar, a 2.400 metros de altitud en los Alpes suizos, en el extremo oriental del cantón de Valais, alimenta con su deshielo el río del mismo nombre, uno de los grandes de Europa (812 kilómetros entre Suiza y Francia) y el más importante de la vertiente mediterránea. Pero la pérdida de masa helada está aumentando peligrosamente en las últimas décadas por culpa del calentamiento global, y como las medidas mundiales destinadas a frenarlo no van a ser capaces de contener esta sangría a corto plazo, se imponen fórmulas de excepción, aunque puedan parecer un poco absurdas. Como estas mantas o lonas térmicas reflectantes.
Para colmo de males, la lengua del Ródano tiene orientación sur, con lo que el sol se ceba especialmente con ella; de 10 a 12 centímetros puede perder en un día de calor. En los últimos 136 años ha cedido kilómetro y medio, y los habitantes de la zona quieren poner su granito de arena para intentar que este ritmo decrezca. Por la cuestión medioambiental y también porque el glaciar es un punto de atracción turística que provee de recursos a la zona. El glaciar está muy cerca de la carretera y es muy accesible para los foráneos, que cuentan con un punto de interés añadido, una cueva que puede ser visitada y que también está en peligro -cada año vuelve a ser tallada, ya que en verano casi desaparece-. La tarea de transportar y colocar las mantas cuesta horas y miles de euros en material y mano de obra, que pagan los residentes.
El glaciólogo David Volken asegura que, con las mantas, el deshielo «se reduce entre un 50 y un 70%». Algo escépticos, en Greenpeace España dejan clara su postura con respecto a este tipo de soluciones: «Pensamos que estas fórmulas, aunque puedan surtir cierto efecto a corto plazo, a medio y largo no sirven de nada porque el aumento de la temperatura por el calentamiento global seguirá derritiendo los glaciares más vulnerables. Por eso, la única solución es detener el cambio climático, y para ello hay que frenar las emisiones de CO2».
Las previsiones no son muy halagüeñas. Matthias Huss, experto glaciólogo de la Universidad de Friburgo, recuerda que muchos de los glaciares suizos no estaban cubiertos de nieve en julio del año pasado, lo que supone que el hielo se encontraba totalmente expuesto al sol estival. El resultado fue que el 3% de la masa glacial suiza se derritió; según Huss, «suficiente hielo para llenar en cada hogar del país una piscina de 25 metros cuadrados bastante fría. Lo que indica que perder todos los glaciares en Suiza no está tan lejos». De hecho, si no se invierte la tendencia, explica el experto, un niño nacido hoy allí llegará al año 2100 con 82 años y solo verá hielo en las cumbres más altas, ya que habrá desaparecido el 90% de sus glaciares.
Visto que la respuesta definitiva al calentamiento global es más bien, y en el mejor de los casos, cosa de un futuro remoto, los investigadores se rompen los sesos intentando encontrar soluciones paliativas y creativas a este cáncer que sufren los glaciares. Una de ellas consiste en acumular montones de arena y piedras, en realidad levantar un muro, al borde del agua del mar en la desembocadura de aquellos glaciares que estén más en peligro, como el Thwaites en la Antártida. Eso es lo que ha propuesto el glaciólogo de la Universidad de Princeton Michael Wolovick, aclarando que no detendría el derretimiento, sino que sólo contribuiría a decelerar este proceso. Sus análisis muestran que grandes paredes construidas (una gran parte, submarina) en las desembocaduras de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida mantendrían el hielo en su estado sólido por más tiempo, y se reducirían los grandes trozos que se rompen y se pierden en el mar, impidiendo también a la vez el aumento de su nivel y la amenaza que ello representa. Según sus datos, glaciares que sin esta ayuda desaparecerían en un siglo podrían durar hasta un milenio.
Por otro lado, y según informa el Instituto Smithsonian, otro grupo de científicos está trabajando en la versión glamurosa de la idea de las mantas del Ródano; en vez de cubrir de esta manera el glaciar, intentarían protegerlo con nieve artificial, que también reflejaría el sol en vez de absorberlo.
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