
Sudán,un país sin primaveras
Sin ley ·
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La república africana cumple su segundo año de guerra afrontando el riesgo de partición territorialNo hay primavera en Sudán, no a la manera que conocemos en los países de clima templado. Cuando llega abril no abundan los aguaceros ni ... la temperatura se modera. Entonces, en aquel país tropical subárido, el termómetro comienza una escalada que bien puede alcanzar picos de 40 grados anticipando el tórrido verano. No, no hay una primavera climatológica ni tampoco política. Como ha sucedido en los demás países árabes, la esperanza de cambio se ha frustrado, víctima de los inmovilistas. El 15 de abril de 2023, la hoja de ruta hacia las elecciones democráticas se anegó en un baño de sangre provocado por la cúpula castrense y las fuerzas paramilitares, el poder de facto. Dos años después, la guerra ha generado la mayor crisis humanitaria que sufre el planeta.
La reciente reconquista de la capital, de más de 6 millones de habitantes, es el episodio más relevante en los últimos meses de esta contienda, impulsada por las dos grandes entidades armadas y a espaldas de la población. El ejército la acaba de recuperar tras haber sido ocupada parcialmente por las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), la violenta milicia liderada por Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemedti, antigua mano derecha de Omar al-Bashir. Esta organización fue el instrumento de represión del dictador y participó en la guerra de Darfur apoyando a la facción árabe y progubernamental. No se disolvió cuando el tirano fue derrocado y hace dos años su levantamiento sorprendió a las tropas regulares. La fulgurante ofensiva le permitió hacerse con buena parte del área metropolitana.
El panorama resulta hoy desolador. Las imágenes de quienes han podido acceder a su centro muestran Jartum semidestruida, sistemáticamente saqueada y carente de servicios tan básicos como el agua y la electricidad. El palacio presidencial y el aeropuerto se hallan en ruinas. «Era una ciudad sin ley», asegura Esperanza Santos, coordinadora de la ONG Médicos sin Fronteras en el país que acaba de recorrer. «El último mes ha sido particularmente duro porque los milicianos entraban casa por casa para hacerse con todo». El régimen ha pedido ayuda a la Unesco porque el Museo Nacional, contenedor de los restos de 7.000 años de historia, ha sido completamente expoliado.
Sudán es, en cualquier caso, un territorio sujeto a desgarros continuos. En 2011 fue despojado de su extremo inferior, rico en petróleo, para constituir Sudán del Sur, y actualmente se halla dividido de facto entre los dos rivales y aliados locales. Los cinco estados darfuríes en el oeste y los meridionales de Kordofán del Norte y Sur, se hallan en manos de las tropas irregulares, mientras que el este ha permanecido fiel al régimen en estos veinticuatro meses y ajeno a la lucha. La localidad de Port Sudan, en la costa, se ha convertido en la capital provisional del gobierno presidido por el general Abdel Fattah Abdelrahman Burhan.
El país ha sufrido tres guerras devastadoras en los últimos ochenta años, aunque ninguna había afectado hasta ahora a su megaurbe, ubicada entre el río Nilo Blanco y el Azul. La revolución popular de 2019 provocó la caída del tirano al Bashir, tras 30 años de gobierno, y auspició un proceso de transformación dirigido por el Consejo Soberano de Transición. El organismo de civiles y militares debía conducir al país africano hacia la creación de un Estado democrático dotado de Constitución y un sistema de partidos.
11 millones
de desplazados y hay 3 millones de refugiados en las vecinas Chad, Egipto, Sudán del Sur y Etiopía.
Pero la serpiente anidaba en el seno de la identidad, dispuesta a arruinar las buenas intenciones. En realidad, los uniformados no estaban dispuestos a ceder el poder y las prebendas a los civiles, sobre todo cuando estos comenzaron a cuestionar un sistema económico dominado tradicionalmente por el estamento militar. Dos años después de su composición, se produjo un golpe que recuperó el mando para los uniformados ante el descontento popular.
Las disensiones internas en el seno de los alzados desembocaron en la guerra actual. El detonante último pudo ser el fracaso de las negociaciones para incorporar a los guerrilleros en las fuerzas regulares. Los antiguos aliados se enfrentaron y hay quien dice que el ambicioso Hemedti sobrevaloró sus posibilidades de hacerse con el control total mediante una guerra relámpago.
Las consecuencias de dos años de lucha son abrumadoras. Las estadísticas oficiosas hablan de 150.000 muertos, 50.000 desaparecidos, 11 millones de desplazados y 3 millones de refugiados en las vecinas Chad, Egipto, Sudán del Sur y Etiopía. El hambre acecha y 30 millones de personas, el 60% de la población total, requiere una asistencia humanitaria que prácticamente no existe. «Ante esta situación, la gente muestra una gran capacidad de resiliencia», asegura Santos.
La burguesía local abandonó el país y muchas familias con medios se desplazaron hacia la nueva capital. Pero sobrevivir allí también se ha vuelto un objetivo muy complicado en medio de la catástrofe económica. El euro ha pasado de cotizarse a 600 libras sudanesas antes del estallido a 2.700 en la actualidad. A Port Sudán llegaron muchas familias que subsisten gracias a las remesas procedentes de la diáspora. «Una vivienda formada por cocina, baño y una cama se alquila por 400 euros mensuales», afirma un portavoz de la cooperación internacional radicado en la ciudad. «Las calles están plagadas de personas que venden té, café o sándwiches, para conseguir unos mínimos ingresos».
Las condiciones de vida se han agravado dramáticamente en el resto del país. En 2023, las huestes de Hemedti irrumpieron en el estado de Gezira, considerado el granero nacional, y propagaron la coacción y el terror. Su estrategia intimidatoria dio lugar a 'razzias' contra las aldeas, atacadas con cohetes y artillería, y la comisión de masacres indiscriminadas. Los campesinos, atrapados entre la violencia de unos y la contraofensiva de los militares, huyeron en masa. Los cultivos se han abandonado y las cosechas se prevén insuficientes. «Existe un gran riesgo de malnutrición y de epidemias, sobre todo de cólera, cuando aparezcan las lluvias en junio», advierte.
El curso de la guerra cambió en octubre del pasado año. La batalla de Jebel Moya, a 200 kilómetros al sur de Jartum, supuso el 'turning point' o momento crucial, según declaraciones a EL CORREO de fuentes de la cooperación internacional que no han abandonado el país. El ejército, que había sufrido un retroceso constante hasta aquella fecha, venció al RSF en un importante nudo de comunicaciones y recuperó la iniciativa bélica.
El escenario actual aventura la división. Los milicianos ocupan los cinco estados darfuries, a excepción de la ciudad septentrional de El Fasher, sitiada desde hace dos años y objeto de cuatro fallidas operaciones de captura. El previsible curso de los acontecimientos prevé dos entidades. «Si Hemedti se atrinchera en el oeste, cabría la posibilidad de que se reconstituyera porque cuenta con el apoyo de Jalifa Haftar en Libia y la asistencia de los Emiratos Árabes Unidos, interesados en los yacimientos de oro y uranio de la zona. Podrían adquirir drones de larga distancia y boicotear la normalidad», aduce el portavoz.
La guerra de Sudán se ha internacionalizado. El gobierno recibe suministros de Egipto, que, al parecer, ha colaborado con su fuerza aérea, Irán, que proporciona drones, y Rusia. «Además, Turquía provee a los dos bandos», indica y explica que hasta Port Sudán han llegado representantes de España, Italia y Alemania. «La Unión Europea se mantiene teóricamente neutral y advierte que sólo restaurará las relaciones diplomáticas cuando se devuelva el gobierno a los civiles».
Hay nuevos flujos de población en los últimos meses. Algunos han regresado a las zonas recuperadas, pero en circunstancias completamente adversas. «Provienen de los campos de desplazados, son los que carecen de recursos y vuelven a lugares devastados, habitados por esqueletos ambulantes, carentes de gasolina y alimentos, así que la supervivencia se percibe complicada». Además, los combates se han recrudecido en el sur, en los Montes Nuba, donde no llega el auxilio internacional y la miseria es extrema.
La posibilidad de conversaciones de paz se antoja remota, al menos por las declaraciones de los combatientes. El líder guerrillero ha admitido su retirada de la capital, pero promete volver y cierra la puerta a las negociaciones confiando en la victoria final. Tampoco hay informaciones en torno a planes de retorno del gobierno a la asolada Jartum. Pero, al menos, los ciudadanos abandonan sus maltrechas casas sin miedo a no volver. «Ahora las personas pueden salir a la calle sin temor a ser asaltadas y robadas, secuestradas o violadas».
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