Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
paula rosas
Londres
Sábado, 17 de julio 2021, 23:55
Cuando a mediados de mayo Boris Johnson decidía retrasar el 'Freedom Day' (Día de la Libertad), fecha en la que se acabarían todas las restricciones y la vida volvería a la normalidad prepandémica, el Reino Unido sumaba una media de 2.200 nuevos casos diarios ... de dovid-19 y temía que la variante Delta, más contagiosa que las anteriores, provocara una tercera ola. «Haremos todo lo que haga falta para que la gente esté segura», dijo entonces el primer ministro, optando por la cautela. Dos meses después, la variante detectada por primera vez en la India supone más del 95% de los nuevos casos secuenciados en el país, que surfea una ola a la que se suman cada día más de 36.000 nuevos positivos. Pese a las advertencias de científicos y médicos, el 'Freedom Day' llega el lunes. Johnson resume así el porqué: «Si no ahora, ¿cuándo?».
Discotecas y salas de conciertos vuelven a abrir sus puertas. Cines, restaurantes y bares podrán acoger su aforo habitual, sin necesidad de imponer distancias de seguridad. Las mascarillas dejarán de ser obligatorias en interiores, donde tampoco habrá un límite de personas que puedan reunirse. Serán las empresas las que decidan si los empleados vuelven a las oficinas o siguen trabajando desde casa. Boris Johnson quiere que los británicos ejerzan la prudencia, pero el Gobierno deja a partir de ahora en manos de los ciudadanos la lucha contra el coronavirus, que pasa a ser una cuestión de «responsabilidad individual».
«Para nosotros es una estupenda noticia. La hostelería ha sufrido mucho y necesitamos poder recuperarnos como sea», reconoce Ash Anand, gerente del Portobello Gin Bar, un pub que con las restricciones -han tenido durante meses la mitad de mesas en servicio- ha perdido un 30% de sus ingresos. También tuvieron que despedir a parte del personal «a los que ahora, cuando vuelva a entrar el dinero, intentaremos recuperar», señala el gerente. Los clientes, cree, volverán poco a poco porque «tienen ganas de volver a la normalidad, de disfrutar del verano».
El invierno, con casi tres meses de confinamiento, ha sido duro. La primavera arrancó a medio gas, pero el tiempo no acompañó, y solo los más sufridos bregaron contra los elementos para disfrutar de las terrazas. Las esperanzas estaban puestas en el verano y algunos no han perdido el tiempo. En el Ministry of Sound, templo londinense de la música electrónica, todas las entradas estaban ya vendidas la semana pasada para el primer evento en 16 meses. «Hemos recorrido un largo camino juntos y podemos ver por fin la luz al final del túnel», dicen sus organizadores.
Pese al aumento vertiginoso de los casos -el ministro de Sanidad admite que los modelos indican que se podrían alcanzar los 100.000 contagios diarios en agosto-, el Gobierno considera que no habrá mejor momento que éste para volver a abrir el país, en un periodo de vacaciones escolares y cuando el virus tiende a extenderse más despacio. En otoño e invierno podrían darse nuevas variantes, argumentan, y a la presión de la covid se sumará la de la gripe.
Además, la economía se contrajo en 2020 un 9,8% y necesita que la liberen, recuerdan a Johnson el grupo de rebeldes que le ha salido dentro de su propio partido, 49 de los cuales llegaron a votar en contra de los planes del Gobierno cuando propuso en el Parlamento extender las restricciones hasta el 19 de julio.
Pero, conforme se ha ido acercando la fecha, el mensaje que llega desde el Ejecutivo se ha vuelto cada vez más confuso. Johnson ha recomendado seguir llevando mascarilla, aunque varios ministros ya han dicho que no seguirán poniéndosela. Todo podrá abrir normalmente, pero el Gobierno pide que la gente no se precipite.
El ministro de Sanidad llegó a decir que acabar con las restricciones hará que los británicos estén más «sanos», para reconocer varios días después que hasta 13 millones de pacientes podrían llegar a estar en listas de espera. La exitosa campaña de vacunación, dice Johnson, ha roto el vínculo entre número de contagios y el de hospitalizaciones, pero estas siguen aumentando, aunque a un ritmo mucho menor que en las pasadas olas.
«Sería más fácil si hubieran sido más claros», reconoce Louise, que trabaja en la taquilla del Electric Cinema, una de las salas de cine más antiguas del Reino Unido. «Nosotros vamos a seguir recomendando llevar mascarilla dentro del recinto, pero no podemos obligar a hacerlo porque ahora la ley ya no nos ampara y lo que no queremos es enfrentamientos con los clientes. Habría sido preferible si hubieran dicho que siguen siendo obligatorias. Al fin y al cabo, son molestas pero no perjudican a la economía», opina la empleada. Aunque el Electric mantendrá una butaca libre entre diferentes reservas, pondrá a partir del lunes todas las filas de la sala en venta y no solo las alternas, como habían hecho hasta ahora para mantener la distancia de seguridad.
Jamil, jefe de seguridad de un supermercado Poundland del barrio de Kensington, asegura que las mascarillas han sido uno de los principales problemas con los que han tenido que lidiar durante el casi año y medio en el que se han aplicado las restricciones. «Ha sido duro. Como el aforo estaba limitado, la gente tenía que hacer cola para entrar, y siempre había broncas, clientes que tenían prisa, que no entendían por qué no les dejábamos entrar, y mucha gente que no quería ponerse la mascarilla. Estoy deseando acabar con todo eso», confiesa.
Pero muchos británicos no están convencidos de que el lunes les vaya a traer la libertad. El 50% habría preferido que se retrasara el 'Día de la Libertad'. «¿Libertad a cambio de qué? ¿De que en unos meses volvamos a estar encerrados?», se pregunta Anne, que trabaja limpiando en una urbanización del oeste de Londres y que teme que el metro se convierta ahora en un caldo de cultivo de nuevas variantes.
La empresa pública de transportes de la capital británica, que gestiona el servicio de metro y autobuses, ya ha dicho que la cobertura facial seguirá siendo obligatoria en sus líneas. También seguirán exigiéndola aerolíneas como British Airways, Easyjet y Ryanair. Pero otras empresas de transporte ferroviario aseguran que será voluntaria. «¿En el cercanías sin mascarilla y en el metro con ella y en las tiendas ya veremos y según le parezca al dueño? Yo la pienso seguir llevando. Creo que podré esperar un poco más», afirma Anne
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.