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La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha convertido en el último enemigo de Donald Trump. Y ello ha llevado a las primeras páginas ... de los periódicos de todo el mundo a este ente integrado en la ONU. Sin embargo, sólo ha protagonizado titulares negativos. La decisión del presidente de Estados Unidos de retirarle la aportación económica norteamericana -fuente principal de sus ingresos- por su supuesto favoritismo con China y la gestión de la epidemia, abre serias incógnitas sobre su viabilidad en uno de los tiempos sanitarios más críticos de la historia de la humanidad. Aunque también es cierto que ha recibido numerosos apoyos políticos: desde la ONU y la UE hasta decenas de países a título particular -entre ellos España- han rechazado el órdago de Trump. Ayer mismo, el Gobierno alemán propuso ampliar la OMS y convertirla en un centro mundial contra las pandemias convencido de que la actual «no será la última».
La OMS fue fundada en 1948 para «promover la salud, mantener el mundo seguro y servir a los vulnerables», según los principios que alumbraron su génesis. Constituyó la respuesta del mundo occidental a la desastrosa situación sanitaria en la que quedó sumida Europa tras los seis años de Segunda Guerra Mundial. Nació con financiación fundamentalmente estadounidense y paralela al 'plan Marshall', como casi todos los proyectos de recuperación dedicados al Viejo Continente tras la confrontación bélica. Luego, a medida que se recuperaban, también los países europeos y del resto del mundo se han rascado sus bolsillos para sufragarla.
Con sede en la ciudad suiza de Ginebra, dispone para el bienio 2020-2021 de un presupuesto aproximado de 4.500 millones de euros. Las cifras reales son difíciles de contrastar porque sus arcas se nutren básicamente de dos fuentes. En primer lugar se encuentran las contribuciones obligatorias que hacen sus 194 Estados miembros mediante cuotas fijadas por Naciones Unidas de acuerdo con una fórmula que tiene en cuenta la riqueza y la población de cada país. Son las más fáciles de fiscalizar.
Washington ha sido hasta esta semana el principal contribuyente, con alrededor de 500 millones de euros anuales: entre el 14% y el 22% de los ingresos. En contraposición, la última derrama de China apenas llegó a 6 millones de euros (0,21% de los fondos). Tras los norteamericanos están Reino Unido (7,79%), Alemania (6,4%), Francia (4,8%) o España (2,4%), por hablar de territorios fuertemente golpeados por el Covid-19.
Pero este dinero apenas sirve para sufragar los salarios de empleados y gastos administrativos. Sus programas sanitarios se alimentan de aportaciones voluntarias de donantes estatales y privados. Estos ingresos posibilitan acometer campañas como las de vacunación contra la polio, el cuidado de la salud de las mujeres o la erradicación del tabaquismo. Asimismo con este dinero se sufragan la lucha contra el VIH, la hepatitis y las enfermedades tropicales, y la protección a la salud reproductiva o el acceso a medicamentos.
En el apartado de donaciones privadas destaca la Fundación Bill y Melinda Gates, que aporta casi un 10% a este organismo que dedica la mayor parte de sus fondos a África, el continente que más sufrirá la decisión de Trump. El propietario de Microsoft se levantó de su sillón al conocer la decisión del presidente de EE UU y fue el primero en criticarla. De inmediato anunció que ampliará sus montantes y que tratará de atraer a otros filántropos. Por tanto, no parece demasiado arriesgado afirmar que la OMS queda a expensas de la generosidad de algunos millonarios con mayor sensibilidad que la que atesora quien dirige Estados Unidos.
«En los últimos tiempos la organización se ha vuelto cada vez más dependiente de esos recursos», desvela Jack Chow, exembajador de Washington para la lucha global contra el VIH y exsubdirector de la OMS. El impacto de la retirada de EE UU «tendrá consecuencias de largo alcance», añade. «La principal misión de la OMS es evitar el colapso de sistemas de salud frágiles en todo el mundo» y la medida de Trump «podría significar poner fin a varios programas clave, la retirada de muchos asesores y, en consecuencia, más personas en lugares como América Latina pueden estar en peligro, no solo por el Covid-19 sino por otras enfermedades como la tuberculosis o la malaria», alerta.
Chow, por tanto, defiende que la OMS necesita ser reformada y reforzada. No obstante, ahora no es el momento. «Atacarla y dejarla sin fondos en medio de una crisis tan intensa solamente empeora las cosas», critica. El ministro alemán de Desarrollo Gerd Mueller, también envió ayer un mensaje al presidente estadounidense. La experiencia adquirida por la OMS en la construccción de estructuras sanitarias en países precarios, la detección de riesgos para la salud o la gestión de medicamentos la convierten en pieza clave para luchar contra las pandemias, más todavía «después del impacto masivo de este virus en la población, especialmente en Estados Unidos».
Filántropo
millones de euros ha prometido Bill Gates para paliar la salida de EE UU de la OMS.
Falta de recursos
4.500 millones de euros conforman el presupuesto con el que ha contado la OMS para 2018 y 2019. Las cuentas de 2020 todavía se desconocen.
26 millones de euros es el montante que sale de las arcas españolas. Estados Unidos aporta 500 millones.
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