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Ben Ali (Túnez),Abdulá Saleh (Yemen), Muamar Gadafi (Libia) y Hosni Mubarak (Egipto), en una imagen tomada en octubre de 2010.
Los restos de la primavera árabe

Los restos de la primavera árabe

Saleh, ejecutado el lunes en Yemen; Gadafi, linchado; Ben Ali, en el exilio; Mubarak, libre tras seis años retenido... Assad es el único que sobrevive al frente de su país

Mikel Ayertaran

Domingo, 10 de diciembre 2017, 01:00

Ali Abdulá Saleh es la última víctima de las revueltas que fueron bautizadas como ‘primavera árabe’ en 2011. Las imágenes del asesinato el lunes del dirigente que gobernó Yemen con puño de hierro durante 33 años recordaron a las del líder libio Muamar Gadafi. Saleh murió en un ataque a su convoy cuando trataba de abandonar Saná, le dispararon en la cabeza, recogieron su cuerpo en una manta y lo tiraron a la parte trasera de una camioneta. Todo fue grabado con teléfonos móviles y las imágenes no tardaron en volar a través de las redes sociales. Millones de yemeníes asistieron casi en directo a la muerte de una persona que consideraban todopoderosa, similar a lo ocurrido con Gadafi en Sirte en 2011, cuando trataba de escapar al desierto y su convoy sufrió una emboscada de la OTAN y los grupos armados de la oposición. En la primavera de 2011 la gente se echó en masa a las calles de Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria para pedir libertad, cambios y el final de dictaduras que duraban décadas. Tras la fuga de Ben Alí en Túnez, la dimisión de Mubarak, en Egipto, y el asesinato de Gadafi, en Libia, los yemeníes sorprendieron en 2012 con un final diferente para su propio proceso revolucionario por medio de un plebiscito y una amnistía para Saleh, pero todo se torció en 2014 cuando los rebeldes hutíes dieron un golpe militar y el expresidente se unió a ellos. La reciente decisión de romper esta alianza, le costó la vida. Seis años después de aquel estallido revolucionario, el único de los presidentes árabes que resiste en su cargo es el sirio, Bashar Al Assad.

Túnez - Zine el Abidine Ben Ali

23 años en el poder

Después de dos décadas como presidente, dos semanas de protestas fueron suficientes para que Ben Ali y su familia decidieran abandonar Túnez y buscar refugio en Arabia Saudí, donde está a salvo desde entonces pese a haber sido condenado en ausencia por un tribunal tunecino por robo y posesión ilegal de grandes sumas de dinero y joyas. Cuando las cosas se pusieron mal, no dudó en quitarse de en medio. Nacido en la ciudad costera de Susa en 1936, Ben Ali se convirtió en primer ministro a los 51 años tras el golpe palaciego que derrocó al presidente Habib Bourghiba, padre de la independencia de Túnez, y desde entonces no se fue hasta que las calles pidieron a gritos su dimisión. Se casó en dos ocasiones y su segunda mujer, Leila Trabelsi, se convirtió en uno de los personajes más odiados del país por los escándalos de corrupción que le permitieron amasar una fortuna.

Egipto - Hosni Mubarak

30 años en el poder

Hosni Mubarak es un hombre libre y a sus 88 años tiene una nueva vida. Después de su derrocamiento pasó seis años retenido en el hospital de las Fuerzas Armadas del barrio cairota de Maadi, con una habitación con vistas al Nilo, hasta que lo abandonó el 24 de marzo. La puesta en libertad de la persona que dirigió Egipto con mano de hierro durante tres décadas y que fue apartado del poder tras una revuelta de 18 días, simbolizó el final de ese levantamiento popular cuyas voces más relevantes, islamistas y laicas, han sufrido la persecución del aparato de seguridad del actual presidente, Abdul Fatah Al Sisi. Entre los rostros encarcelados se encuentra el de Mohamed Mursi, el primer presidente elegido de forma democrática en el país, privado de libertad desde el golpe militar de 2013.

1. Ben Ali huyó y hoy sigue refugiado en Arabia Saudí. 2. Saleh fue asesinado el lunes. 3. Mubarak pasó 6 años retenido. AFP/EFE
Imagen principal - 1. Ben Ali huyó y hoy sigue refugiado en Arabia Saudí. 2. Saleh fue asesinado el lunes. 3. Mubarak pasó 6 años retenido.
Imagen secundaria 1 - 1. Ben Ali huyó y hoy sigue refugiado en Arabia Saudí. 2. Saleh fue asesinado el lunes. 3. Mubarak pasó 6 años retenido.
Imagen secundaria 2 - 1. Ben Ali huyó y hoy sigue refugiado en Arabia Saudí. 2. Saleh fue asesinado el lunes. 3. Mubarak pasó 6 años retenido.

Libia - Muamar Gadafi

42 años en el poder

Tres semanas de combates y los constantes bombardeos de la OTAN obligaron a Muamar Gadafi a tomar la decisión de dejar Sirte, su localidad natal, en octubre de 2011, donde se había refugiado tras tener que escapar de Trípoli. Ocho meses después del estallido de las movilizaciones, la revuelta se había convertido en una guerra en la que los rebeldes tenían el apoyo de la comunidad internacional. La huida no era sencilla. Además de la OTAN, el convoy debía burlar los cinturones de seguridad de las fuerzas rebeldes, llegadas en su mayoría de Bengasi y Misrata. La OTAN echó por tierra sus planes. El bombardeo fue rápido y preciso. Inmediatamente después empezó el combate en tierra entre sus guardaespaldas y las fuerzas rebeldes. El tiroteo duró más de quince minutos, hasta que en una tubería cercana, los rebeldes vieron a un hombre armado con una pistola de nueve milímetros, vestido de blanco y con botas de cuero negras. «¿Qué estáis haciendo?», les preguntó a los milicianos que sin perder un instante se abalanzaron sobre él al grito de «¡Muamar, Muamar!». La noticia se extendió con rapidez y en cuestión de minutos una turba rodeaba al dictador, lo zarandeaba y acabó asesinándolo. Su cuerpo fue llevado al mercado central de la vecina Misrata, donde los médicos certificaron su muerte y el cadáver fue expuesto al público en una cámara para guardar carne de animales sacrificados.

El cadáver de Gadafi, en una cámara para animales. REUTERS

Siria - Bashar al Assad

17 años en el poder

La revuelta en Siria no tardó en convertirse en guerra y el precio que ha pagado el país es de cientos de miles de muertos, millones de desplazados y refugiados y la destrucción de ciudades enteras, pero Assad se mantiene en su sillón. El apoyo diplomático y militar de Rusia e Irán han permitido al dirigente sirio mantener la presidencia y ganar una guerra que, pese al final del califato, está lejos de acabar ya que quedan provincias del país (por ejemplo Idlib) bajo control de grupos radicales como Fatah Al Sham, brazo sirio de Al Qaeda. Assad, de 52 años, llegó a la presidencia en julio de 2000 tras la muerte de su padre Hafez al Assad, que había gobernado Siria durante tres décadas. Creció a la sombra de su hermano Basel, quien estaba llamado a heredar el cetro de poder de la familia. Tras estudiar Oftalmología en Damasco, viajó en 1992 a Londres para completar su especialización. En la capital británica conoció a la que más tarde se convertiría en su esposa, Asma, con la que tiene tres hijos. Sus estudios en el extranjero apenas duraron dos años ya que en 1994 Basel falleció en un accidente de tráfico y Bashar tuvo que regresar de urgencia a Damasco. Fue el primer giro radical en su vida y le obligó a iniciar su formación de futuro presidente que se certificó tras obtener un 97% de votos positivos en un referéndum nacional celebrado un mes después de la muerte de su padre. El éxito se repitió siete años más tarde en otra consulta en la que rozó el cien por cien del apoyo popular en las urnas y en unas terceras elecciones en 2014 renovó su mandato hasta 2021. Puede que Assad no sea la opción ideal para los sirios, pero una parte del país le ve como el mal menor ante el modelo de dictadura islámica implantado por los grupos opositores.

Yemen - Alí Abdulá Saleh

33 años en el poder

Alí Abdulá Saleh (Bayt Al Ahmar, 1946 - Saná, 2017) dejó de ser el rostro más poderoso de Yemen en 2012, cuando después de meses de protestas pactó su salida de la presidencia a cambio de una amnistía. Era un político de la vieja escuela que ascendió al poder del entonces Yemen del Norte en 1983 y tras conflictos varios con los vecinos comunistas de la República Democrática Popular del Yemen se erigió en 1999 en el primer presidente del país unificado. La unidad nacional fue una de las obsesiones de este ex militar cuya política básica consistió en alcanzar acuerdos con las tribus para que no se interpusieran en el trabajo de su partido, el Congreso General del Pueblo (CGP), un mastodonte con tentáculos en todos los negocios importantes y bajo la sombra permanente de la corrupción. Amigo íntimo de Sadam Husein, su apoyo al dictador iraquí durante la primera Guerra del Golfo le costó el vacío de la comunidad internacional, que sólo le volvió a ofrecer la mano por su implicación en la guerra contra el terror lanzada por Estados Unidos tras el 11-S.

Poco después del estallido de la ‘primavera árabe’ salieron a la luz los fracasos de un dirigente que fue incapaz de solucionar graves problemas internos como el conflicto con los hutíes (son zaidíes, rama del islam chií, pero se les conoce así por el nombre de su líder), el rebrote separatista en una parte sur cansada de ser la eterna hermana pobre del país, y sobre todo la alarmante situación de la población de un país donde el 40% de los ciudadanos vivía durante su mandato por debajo del umbral de la pobreza. Las calles pidieron su dimisión y esta se produjo después de diez meses de movilizaciones cuando el Parlamento aprobó una ley que le otorgaba la inmunidad. Solo entonces, por primera vez desde el inicio de las protestas, pronunció la palabra «perdón» y pidió disculpas «a todos los hijos de mi nación, hombres y mujeres, por cualquier error durante mis 33 años de mandato».

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