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david s. olabarri, enviado especial
Chisináu
Lunes, 21 de marzo 2022, 01:09
Pasha tiene 68 años y una pensión que no llega a los 90 euros. Todos los domingos se coloca en la esquina de un mercadillo a vender cosas. El domingo tenía calcetines, especias, aceite, sal, aceitunas y hasta una corona de flores para un entierro. ... Pasha vende lo que cae en sus manos. «Aquí no se vive, aquí se sobrevive», sentencia.
Esta mujer observa la cercana guerra que tiene lugar en Ucrania con distancia. Trabajó durante veintiocho años asfaltando carreteras. Tiene una hija y tres nietos, pero residen en Madrid, a varios miles de kilómetros de Moldavia. Ella enviudó y vive sola. Lo que realmente le preocupa es salir adelante. En las últimas semanas se han disparado los precios, sobre todo del gas y la electricidad.
Antes de la invasión rusa de Ucrania ya sufría muchas dificultades para llegar a fin de mes, pero ahora está llegando al límite. Y, como Pasha, miles de ciudadanos de Moldavia, una de las naciones más pobres de Europa. «No sé si es por Putin, pero así no podemos seguir», reflexiona. A pocos metros, en otro puesto callejero, está María. Vende gallinas. Son de cría. Cada una cuesta cuarenta lei (poco más de un euro). Su hijo también vive en la Unión Europea. Cuando se le pregunta por una posible invasión, contesta con el precio del gas y los alimentos. «Aquí no tenemos futuro», advierte.
Pasha y María viven en Congaz, un pueblo a no muchos kilómetros de la frontera con Ucrania. En apenas tres semanas, la guerra ha afectado ya a toda Europa. Pero para muchos ciudadanos de Moldavia, un pequeño país de apenas tres millones de habitantes, el inicio de los combates ha sido mucho peor. Algo mucho más inquietante que una crisis económica.
Lo último de la guerra en Ucrania
Para empezar, la invasión ha sembrado de dudas el futuro de un Estado sin salida al mar, en el que una parte importante de la población roza el umbral de la pobreza y cuya economía se sustenta, en gran medida, en la agricultura. Pero, además, las dudas que se ciernen sobre Moldavia no son solo económicas, sino también territoriales. «Si Odesa cae, el siguiente objetivo será Moldavia», afirma con rotundidad Alana Balatel. Esta mujer de 33 años es profesora de Turismo y guía. Vive en Chisináu, la capital.
Desde que empezó la invasión dedica gran parte de su tiempo a ayudar a gestionar la acogida de los cientos de miles de refugiados que han llegado de Ucrania. «Hemos sufrido mucho durante nuestra historia. Hemos sido atacados por mongoles, turcos, rusos... El pueblo moldavo decidió hace mucho tiempo que quiere ser independiente», subraya Alana.
Como ella miles de moldavos viven con el temor de que ellos puedan ser los próximos objetivos de Putin. Cuando empezó la guerra, el Gobierno de Chisináu decidió cerrar el espacio aéreo y decretó el estado de emergencia ante lo que consideró una vulneración flagrante del derecho internacional. Eso no evitó que a principios de marzo varios misiles lanzados desde el mar Negro sobrevolasen sus cielos en dirección al aeropuerto ucraniano de Vinnytsia. Aquellos proyectiles pasando por encima de sus cabezas avivó aún más la sensación de que las próximas víctimas de Putin serán los moldavos.
Los expertos insisten en que hay importantes similitudes entre Ucrania y Moldavia. «Tenemos en común nuestro pasado», explica Alana. Los dos países consiguieron la independencia tras el desmoronamiento de la URSS.
En los últimos años, los dos han sido gobernados por líderes proeuropeos que se han alejado de la esfera de influencia de Moscú. Ninguno de los dos forma parte de la OTAN. Pero hay más. En el imaginario colectivo de gran parte de la población rusa, los dos Estados forman parte de lo que fue el «gran imperio ruso». Otra similitud: tanto Ucrania como Moldavia -cuya lengua materna es el rumano- tienen una parte importante de población de habla y costumbres rusas.
En lo que no tienen nada en común es en sus dimensiones, en sus recursos estratégicos, ni en su capacidad de resistencia. Moldavia tiene un Ejército de apenas 6.000 efectivos.
Muchos vecinos de Chisináu entienden que no hay por qué alarmarse ya que consideran que Putin bastante tiene ya con Ucrania. Otros ciudadanos moldavos -sobre todo los de las zonas rusófonas- directamente creen que lo único que está haciendo Putin es «poner orden» en el país vecino. De lo que nadie tiene una duda es de una cosa.
- Alana, ¿qué harás si hay un ataque sobre Moldavia?
- Rusia no tendría necesidad de atacar. No podemos defendernos. Solo nos tomarían.
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