El mundo, en zona de alto riesgo
Análisis geopolítico ·
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Análisis geopolítico ·
El planeta se asoma al peor escenario por las guerras de Ucrania y Gaza, las tensiones entre EE UU y China y el probable regreso de Trump a la Casa BlancaEl fin del mundo es un destino que se va desplazando. El paso del tiempo tacha las profecías apocalípticas. Pero ahora el planeta es como un quebradizo puente que gime bajo el peso de una tensión bélica que no alcanzaba este nivel de riesgo desde hace más de medio siglo.
Como entonces, las grandes potencias mundiales vuelven a calzarse los guantes. Se tantean sobre el cuadrilátero de la guerra de Ucrania, invadida en 2022 por la Rusia de Vladimir Putin, que busca cambiar a golpes el orden mundial. Hace unos días, el presidente ruso justificó que Hitler invadiera Polonia y encendiera así la traca mortal de la II Guerra Mundial. Al conflicto en Ucrania se suma la demolición sistemática del ejército israelí de la Franja de Gaza, con la muerte de casi 30.000 palestinos y el odio que todo ese dolor siembra. Hay más: el temor a que China engulla a Taiwán, país protegido por EE UU.
El mundo se estremece ante un ruido bélico cada vez más intenso que viene acompañado de dos factores que crecen en paralelo: la inteligencia artificial, que hará mas poderosos a los países ricos, y el cambio climático, que antes de lo previsto puede convertirse en un colapso irreversible. Suben la temperatura y la tensión. Y, para colmo, la Tierra vive pendiente de Donald Trump. Al miedo a Putin se une el temor a lo que puede hacer el expresidente estadounidense si regresa a la Casa Blanca tras las elecciones de noviembre. «Sería una pesadilla», dice Joe Biden, que ahora ocupa ese cargo.
Svetlana Alekxiévich es bielorrusa, recibió el Premio Nobel de Literatura en 2015 y en 'Voces de Chernóbil' escribió: «Incluso ante el fin del mundo, el hombre seguirá siendo el mismo, igual que ahora. Siempre». En 'Le Monde Diplomatique', Perry Anderson rescata la expresión 'derecho de espada', que era privilegio que se otorgaban hace muchos siglos los pueblos europeos para invadir, incluso sin provocación, a los que ellos consideraban bárbaros. Así colonizaron el mundo, para dar «mejor uso» a aquellas tierras tan desaprovechadas y llenas de riqueza. Anderson titula su artículo con una frase redonda: 'El derecho internacional del más fuerte'. Cada cierto tiempo se barajan las cartas y aparecen nuevos pretendientes a dominar el mundo.
Ahora, China, Rusia, Irán y Corea del Norte tienen un nexo de unión: ocupar el trono de EE UU y la OTAN. Las democracias están en peligro y en decadencia. Europa, tan dependiente en casi todo de proveedores como China y los países árabes, y acostumbrada a contar con el paraguas militar estadounidense, se ha vuelvo un elemento débil. «Puede haber una guerra en Suecia», alertó en enero Carl-Oskar Bohlin, ministro de Defensa del país nórdico, que tras décadas de neutralidad se ha apresurado a pedir el ingreso en la OTAN, como ya ha conseguido Finlandia, país fronterizo con Rusia. Putin tiene a su enemigo en la puerta. Más cerca que nunca. Y quiere dar ejemplo con Ucrania. Repite que no cederá. Ya dedica el 35 por ciento de todo el gasto público del país a esta guerra. Hay centenares de miles de soldados rusos muertos. Da igual. El 80 por ciento de la población le apoya. Jalean al presidente cuando habla de «volver a ser una gran potencia».
Sergey Radchenko, estudioso de la Guerra Fría y profesor en la Universidad Johns Hopkins, ve en la «debilidad» de Europa un acicate para Putin. «La debilidad invita a la agresión; la fortaleza la disuade». Por eso, en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, los países de la UE se apresuraron a anunciar planes de rearme. Van con retraso tras los «treinta años perezosos» que vinieron después de la Guerra Fría, como define ese periodo el analista francés François Heisbourg. Y Trump, además, les ha provocado un escalofrío al amenazar con no defender a los miembros de la OTAN que no paguen su cuota de defensa. Europa no estaba preparada para una guerra contra Rusia y ahora tendrá que prepararse para el probable regreso de Trump a la presidencia de Estados Unidos. Si vuelve, con él rebrotarán el proteccionismo, el negacionismo climático y la incertidumbre sobre si EE UU va a seguir implicado en la defensa de Ucrania. Con Putin en Moscú y Trump en Washington, sobre el planeta se cierne otro diluvio universal.
Trump no busca un imperio como Putin. Prefiere quedarse con todo el negocio. Está harto de pagar el 70 por ciento del gasto de la OTAN. Para él, todo tiene un precio. Si Europa paga, será su amiga. En el 'Financial Times', Janan Ganesh recuerda que cuando le preguntaron al expresidente si apoyaría a Taiwán ante China, respondió que esa isla «le quitó el negocio de los semiconductores». Trump ve el mundo como una caja registradora. Ganesh dice que no se le puede definir como «autoritario». Simplemente, es «avaro». La vieja codicia, ese pecado capital que tan bien se conserva, porta en su núcleo el gen de la autodestrucción humana, bien por una crisis climática o por una guerra devastadora que puede tener en Ucrania su cerilla.
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