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JAVIER GUILLENEA
Viernes, 15 de diciembre 2017, 00:55
Es un bosque incómodo de 1.600 hectáreas situado a 40 kilómetros de Nantes, en Francia. En los sesenta campamentos asentados entre los árboles viven cerca de 300 personas, pero llegado el caso pueden ser decenas de miles. El Gobierno galo ha tratado de desalojarlas ... en el pasado con resultados desastrosos y ahora se prepara para intentarlo otra vez. Calcula que necesitará 3.000 policías y da por sentado que habrá numerosos heridos. Los habitantes del bosque, los zadistas, han convertido su territorio en una trampa.
La batalla parece inevitable y más después de conocerse el contenido de un informe en el que tres mediadores han tratado de ofrecer luz sobre un conflicto que se gestó hace 50 años. En el documento, los expertos analizan los pros y los contras de la construcción en el bosque de un nuevo aeropuerto, el de Notre Dame des Landes, destinado a sustituir al actual, Loire-Atlantique. Sus conclusiones no presagian nada bueno. Confirman «la falta de una solución perfecta» y abogan por «el retorno al estado de Derecho», lo que significa evacuar los campamentos «sea cual sea la opción elegida».
300 Se calcula que en el bosque viven tres centenares de activistas antisistema con un amplio poder de convocatoria. En poco tiempo pueden reunir a miles de personas.
Campamentos Los zadistas han levantado en el territorio sesenta campamentos formados por cabañas y casas abandonadas que han restaurado. Cuentan con huertos y servicios comunales que han rodeado con barricadas para defenderse de la Policía.
La idea de construir un aeropuerto a 40 kilómetros de Nantes nació en 1965 y tardó nueve años en consolidarse con la creación de lo que en Francia se llama Zone d’Aménagement Differé (ZAD), una zona de ordenación diferida situada en un entorno rural. Desde el primer momento la idea se topó con un rechazo social que desembocó en agosto de 2009 con la ocupación de la ZAD. Unos 150 ecologistas radicales y anarquistas entraron en el bosque, remodelaron casas abandonadas, construyeron cabañas y organizaron huertos y servicios colectivos. Crearon un pequeño Estado anticapitalista al que rebautizaron como Zona de Autonomía Definida.
Los zadistas habían nacido y las noticias de su lucha contra el aeropuerto pronto se extendieron más allá de Nantes. El bosque se convirtió en un lugar de encuentro para activistas antisistema de toda Francia que hallaban en las cabañas de la ZAD su paraíso soñado. La población estable ascendió a unas trescientas personas cuyo ejemplo se propagó por todo el país. Grupos zadistas comenzaron a ocupar terrenos allá donde se proyectaban grandes infraestructura y se quedaron a vivir en ellos.
Aquello era demasiado para el Gobierno francés, que puso en marcha la ‘operación César’. En octubre de 2012 la Policía entró en el bosque para desalojar a los zadistas, pero se encontró con la ‘operación Obélix’. Fortificados, los antisistema ofrecieron una fuerte resistencia a los asaltantes, cuyos movimientos se vieron dificultados por el barro. La lucha duró un mes y, cuando todo parecía perdido para los defensores, llegaron decenas de miles de activistas dispuestos a ocupar las tierras desalojadas. En noviembre, el Gobierno tuvo que retirar sus fuerzas.
Con estos antecedentes y el informe de los expertos bajo el brazo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se ha comprometido a revelar antes de febrero si da el visto bueno o no al nuevo aeropuerto de Nantes, pero haga lo que haga ya es demasiado tarde. Si autoriza el proyecto habrá enfrentamientos y si lo rechaza es muy probable que también los haya. Después de ocho años en el bosque, los zadistas ya se encuentran como en casa y se enfrentan al dilema de qué hacer en el caso de que el aeródromo no se construya. Muchos no están dispuestos a abandonar sus cabañas.
Todos aguardan el amanecer mientras suenan tambores de guerra. El Gobierno francés ha activado una célula de crisis para estudiar planes de ataque. Falta les va a hacer, porque los zadistas han tenido mucho tiempo para prepararse. Según los informes policiales, se han provisto de cócteles molotov y de bolas de petanca erizadas de cuchillas, y han sembrado la zona de zanjas y barricadas. Pueden convertir su aldea irreductible en una trampa de proporciones aeroportuarias. Y todos lo saben.
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