De LeBron James a Trudeau, el '#MeToo' contra el racismo recorre el mundo

El asesinato de George Floyd desata una marea de reacciones dentro y fuera de Estados Unidos, «un país donde a los negros se les trata como a convictos»

Jueves, 4 de junio 2020, 00:16

En el país de las oportunidades, los negros están cansados de ser siempre el blanco de los ataques. La muerte de George Floyd ha desatado un clamor que se ha extendido como la pólvora. Reacciones todas ellas con un denominador común: la indignación ante la ... injusticia de que algunas personas sean tratadas como inferiores ante tus semejantes sin más motivo que el color de la piel. Artistas, políticos, deportistas, científicos... gente influyente con millones de seguidores en Twitter, en Instagram, en Facebook. Han unido sus voces y se han lanzado a la calle para gritar su frustración, su hartazgo, en una suerte de #MeToo que ha saltado de un extremo a otro del planeta. «Black lives matter», claman. Y no están, ahora menos que nunca, dispuestos a callarse.

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Cantantes como Madonna, Mariah Carey, Beyonce, Justin Bieber, Lady Gaga o Janet Jackson. También figuras del mundo del deporte, como Lebron James de Los Angeles Lakers o el piloto de Fórmula 1 Lewis Hamilton. Estrellas de la moda, desde el diseñador Marc Jacobs hasta modelos como Naomi Campbell e Imán. Para la ganadora de un Oscar Viola Davis, la muerte de Floyd ilustra una realidad descabellada. «Ser negro en EE UU significa que te traten como a un convicto. Todavía hoy tenemos que seguir enfrentándonos a los linchamientos». No lo dice ella sola. Sus razones las suscriben compañeros de profesión como Halle Berry, Jamie Foxx, el director Spike Lee... la lista parece no tener fin.

Michelle Obama, inquilina hasta hace tres años de la Casa Blanca, se reconoce estos días «agotada» por una angustia que, dice, nunca termina. «Ahora es George, pero antes fueron Eric, Sandra y Michael. Sigue y sigue y sigue. La raza y el racismo son una realidad que muchos de nosotros afrontamos desde pequeños. Pero superarlo es cosa de todos, no solo de las personas de color. No importan las buenas intenciones que tengamos, es preciso ser honestos. Rezo para que todos tengamos la fuerza para emprender este camino, rezo por aquellos que nos fueron arrebatados».

Tampoco la presentadora Oprah Winfrey, una de las voces más influyentes del país, logra quitarse de la cabeza la imagen del agente Derek Chauvin, aplastando con su rodilla el cuello de Floyd. «Pienso 'no puede pasar esto'. Y luego veo las imágenes de lo oficiales inmovilizándolo. ¡Tu espíritu se eleva por los gritos de todos los que pedimos justicia en tu nombre!». Es la misma justicia que reclama el deportista LeBron James cuando, rodilla en tierra, reproduce el gesto de Colin Rand Kaepernick, el jugador de los San Francisco 49ers que en 2016 se arrodilló cuando sonaba el himno nacional en protesta por la discriminación que la sociedad norteamericana ejerce sobre los negros.

A la antigua estrella de la NBA Michael Jordan lo ocurrido le ha «llenado de furia». «Veo y siento todo el coraje y frustración de la gente. Necesitamos continuar con expresiones pacíficas contra la injusticia y exigir responsabilidad. Cada uno de nosotros tiene que ser parte de la solución». Para Tiger Woods, el golfista más célebre de todos los tiempos, lo sucedido en el vecindario de Powderhorn «ha cruzado claramente la línea», al tiempo que recuerda a las fuerzas de orden público que su primera obligación es saber «cómo cuándo y dónde usar la fuerza».

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«¡Esto tiene que parar!», exclama la cantante Madonna, quien aprovechaba para cargar contra el uso indiscriminado de las armas en un país con uno de los mayores índices de violencia. «Hasta que podamos vencer al racismo en Estados Unidos no se puede permitir que cualquiera lleve un arma. Sobre todo los policías. ¿Alguna vez terminará esto? ¡Que se joda la policía! No quiero ser políticamente correcta. ¡Solo me interesa que se haga justicia!». Una desesperación que comparte Rihanna, para quien «la devastación, la ira y la tristeza que siento son abrumadoras». La artista de Barbados está cansada de «ver a mi gente asesinada y linchada día tras día. La mirada de Derek Chauvin, ese fanático y asesino, me persigue. ¡No puedo con esto!».

En parecidos términos se manifestaban Beyoncé, que ha puesto en marcha una iniciativa para que se eleven los cargos a todos los involucrados en la muerte de George Floyd; o Lady Gaga, que desde su posición de «mujer blanca y privilegiada», hacía el juramento de mantener su amor «por la comunidad negra. No deseo contribuir a más violencia, sino a una solución. ¡Ha llegado la hora del cambio!», porfiaba a cinco meses de las elecciones presidenciales. Para Rosalía es inadmisible que aún haya gente que pierde la vida y sea tratada injustamente por el color de su piel. «Nunca entenderé por qué nuestra sociedad es racista. ¡No callemos las injusticias!», espetaba desde su cuenta de Instagram. El racismo, advierte por su parte el actor George Clooney, «es nuestra pandemia. Nos infecta a todos y en cuatrocientos años no hemos sido capaces de hallar una vacuna».

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¿Creados iguales?

Lo ocurrido en Minneapolis hace nueve días ha venido a restregar a quienes viven sumidos en la autocomplacencia que la sociedad norteamericana tiene dos varas de medir y que lo que ahora la sacude hasta los cimientos no es sino la manifestación de una desigualdad endémica. Su queja es tan antigua como el país, no importa que haya desatado una guerra civil, o que la realidad desmienta con machacona insistencia la primera verdad cardinal que destaca su Constitución, que todos los hombres son creados iguales y que han sido dotados de derechos inalienables como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Durante dos siglos esas mismas personas a las que se obligaba a usar baños para segregados, a ceder su asiento en el transporte público, a los que se cerraba el paso a la universidad pero a quienes primero se recurría cuando había que entrar en combate, han dicho basta. Y no lo han hecho sólo los desheredados de la Tierra, aquellos que se habían mostrado incapaces de escapar a esa espiral de racismo y desigualdad. También rostros conocidos, lo mismo negros que blancos. Americanos y ciudadanos del mundo.

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Las reacciones internacionales no se han hecho esperar, sacando los colores a un sistema que se levanta sobre la desigualdad. En Canadá, el vecino del norte, Justin Trudeau ha destacado el «horror y consternación» que supone el brutal asesinato. La intervención del primer ministro ilustra los equilibrios a los que se ve obligado quien navega por las procelosas aguas de la diplomacia. Preguntado por la amenaza de Donald Trump de movilizar al Ejército para sofocar las protestas registradas en el país, Trudeau ha hecho una pausa de 20 segundos para acabar centrándose en la necesidad de combatir las injusticias. Pero ya era tarde, hay silencios más elocuentes que un estallido. «Es el momento de estar unidos, de aprender ante las injusticias que se siguen produciendo a pesar del progreso», ha lamentado.

La indignación era también evidente en la Unión Europea, que se confesaba hoy por boca de su representante para la Política Exterior, Josep Borrell, «conmocionada y consternada» por la muerte de George Floyd, un hecho al que se ha referido como un «abuso de poder, algo que debe ser combatido y denunciado en Estados Unidos y en todas partes». En parecidos términos se expresaba la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien ha recordado que las protestas desatadas no solo claman contra la «violencia policial», sino contra unas «desigualdades» que han ganado mayor visibilidad si cabe durante la actual crisis sanitaria en la que estamos envueltos.

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