Ucrania y el desafío al orden internacional
gracia abad quintanal
Viernes, 25 de febrero 2022, 01:11
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gracia abad quintanal
Viernes, 25 de febrero 2022, 01:11
Tras días de incertidumbre y escalada de la tensión, finalmente, a las 3:00 a.m. del 24 de febrero de 2022 Rusia atacaba Ucrania. Ya no se trataba solamente de ciberataques o desinformación, sino que ahora comenzaban los bombardeos -incluso en Kiev, la capital- ... y los ataques de misiles tierra-tierra.
Al tratar de buscar explicaciones a lo que está ocurriendo inevitablemente hay que volver los ojos hacia el Kremlin. Y en ese punto hay que diferenciar claramente entre las excusas y las razones. La excusa favorita de Moscú, ya empleada con anterioridad en el pasado, es la de la protección de las minorías rusas presentes en Ucrania y que, en los territorios de Donetsk y Lugansk, gracias también a una estrategia deliberada desplegada por Rusia desde 2014 en ese sentido, constituirían ahora, en realidad, una mayoría de la población. Sin embargo, las razones de Rusia van mucho más allá: en primer lugar, Rusia, que afirma querer «desnazificar» Ucrania, paradójicamente parece seguir a la perfección un manual de geopolítica fascista digno del mismísimo Karl Haushofer y, en ese sentido, siente la necesidad de ampliar su «espacio vital» y de construir una suerte de «glacis de seguridad» que le separe de los Estados de la OTAN y la UE, a los que percibe como rivales.
Sin embargo, las aspiraciones rusas no quedarían ahí. Muy al contrario. Vladimir Putin, que nunca ha ocultado su deseo de recuperar el esplendor ruso de épocas pasadas, reconocía hace apenas un par de días lo que para buena parte de los analistas es evidente hace lustros: su deseo de reconstruir la Unión Soviética. Existe en Rusia, en consecuencia, una voluntad manifiesta y ya abiertamente expresada de recuperar todo el espacio que un día fue suyo.
Con todo, las acciones rusas bien podrían ir aún más allá. En ese sentido, los Estados más orientales de Europa, como Polonia, los Estados Bálticos o la propia Finlandia, tienen buenas razones para sentirse intranquilos ante el riesgo, nada desdeñable, de convertirse en los siguientes objetivos en la lista de las aspiraciones rusas.
Una situación en la que no resulta sorprendente que Finlandia, Estado tradicionalmente neutral, se haya planteado pedir el ingreso en la OTAN y que tanto la propia Alianza Atlántica como los Estados Unidos estén reforzando su presencia militar en la zona, en un movimiento en el que cabe destacar el envío de efectivos navales al mar Negro y de aviones F35 a Lituania y Estonia.
Ahora bien, esta realidad, con ser preocupante, no lo sería tanto si no respondiera a una concepción de lo político completamente diferente de la que ha permitido el funcionamiento del orden internacional como lo conocemos no solo desde el final la Segunda Guerra Mundial sino, incluso, desde la Paz de Westfalia, en la medida en que supone el rechazo manifiesto por parte de Rusia al principio básico de la igualdad soberana de los Estados y la imposición, en su lugar, de lógicas propias de un modelo imperial que creíamos sepultadas para siempre en la memoria de los siglos y con arreglo a las cuales las potencias pueden decidir el destino de las comunidades políticas más pequeñas. Una concepción de lo político que no es solo iliberal en lo tocante al orden internacional, sino también en lo relativo al orden interno, donde los modelos autocráticos se presentarían, en aras de su supuesta mayor eficacia, como superiores y preferibles a los democráticos.
El panorama es incluso más sombrío si consideramos que la Federación Rusa no está sola en esa apuesta. Bien al contrario, y como explicaba el Alto Comisionado de la UE para la Política Exterior, Josep Borrell, la República Popular China comparte con Rusia la aspiración a un orden internacional diferente en el que la gobernanza global basada en reglas e instituciones construida desde la II Guerra Mundial se sustituya por otra asentada sobre las preferencias de las potencias y proporcional al peso, influencia y capacidades de éstas. Un orden donde el criterio para juzgar si una acción es apropiada sea la capacidad del Estado para llevarla a cabo con éxito si se trata del ámbito internacional y su eficacia si se trata del ámbito interno.
Así, habida cuenta de la forma en que China ha endurecido su retórica y ha afianzado su presencia en los océanos Pacífico e Índico a lo largo de los últimos años, parecerían cuando menos verosímiles los rumores de incursiones chinas en el mar del Sur de China y la zona de defensa aérea de Taiwán surgidos la mañana de este 24 de febrero, coincidiendo con la ofensiva rusa sobre Ucrania.
En una situación como la descrita y ante la determinación exhibida por la Federación Rusa y la República Popular China en la prosecución de sus aspiraciones, no resulta precisamente tranquilizadora la actitud de EE UU y, especialmente, la de la UE. Es evidente que ni las sanciones de la UE ni las amenazas del presidente Biden serán suficientes para detener a Vladimir Putin.
Por encima de otras consideraciones, los líderes de Estados Unidos y la Unión Europea deben ser conscientes de que lo que está en juego en Ucrania es mucho más que el futuro de los territorios de Donetsk y Lugansk o, incluso, el de toda Ucrania y su población, con ser éstos muy importantes: el desenlace determinará el diseño del orden mundial de las próximas décadas y la resolución de la disyuntiva entre autocracia y democracia.
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