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Millones de ucranianos han huído del país desde que el pasado 24 de febrero Rusia invadiese su territorio. Los refugiados han escapado como han podido, algunos con lo puesto, otros con una pequeña mochila con los restos de su vida y muchos también con ... sus mascotas. Es una de las miles de imágenes que está dejando este conflicto: cientos de familias han cruzado la frontera abrazados sus perros o gatos. Entre ellos, uno de los mininos más famosos de las redes sociales, Stepan, que acumula más de un millón de seguidores en Instagram y otros tantos en TikTok. Su ausencia de ambas plataformas durante cuatro días hizo temer a muchos de sus seguidores que algo malo hubiera pasado.
Su dueña, que nunca ha hecho pública su identidad, vivía en Járkov, una de las ciudades más castigadas por los rusos desde los primeros momentos de la guerra. El primer día de la invasión en su Instagram apareció un escueto mensaje de condena. Era una de las primeras veces que Stepan no salía en la foto. Dos días después, retomaba su presencia con su habitual cara de desprecio por el mundo (la misma que le ha valido tantos seguidores) y un corazón con los colores de la bandera de su país sobre su cabeza. «Ucrania no quiere la guerra», era el texto que acompañaba a la imagen de regordete minino. El 3 de marzo, su imagen mirando hacia el infinito con sus grandes ojos verdes. También fotos y vídeos de las explosiones den la ciudad y un escueto mensaje: «¡Estamos vivos! Paren la guerra Ejército ruso!!!!!
Y ahí se acabaron los posts. Silencio también en TikTok. Los temores de sus seguidores se disiparon este pasado miércoles. Stepan reaparecía en Instagram escondido bajo el abrigo de su dueña que escribía un largo post contando lo que había pasado en ese tiempo. En realidad, nada distinto a lo vivido por dos millones de ucranianos.
Las bombas, al principio lejanas, impactaron en el bloque de vivienda donde vivían gato y humana. «Al octavo día nuestra casa también sufrió daños, un proyectil voló al balcón de los vecinos, no hubo fuego, gracias a Dios. En dos o tres docenas de apartamentos, todas las ventanas se derramaron. Además, dos proyectiles cayeron en nuestro patio frente a la casa». Pasaron una semana refugiados en el sótano y sin electricidad hasta que «los voluntarios de Járkov ayudaron y nos llevaron a la estación de tren» rumbo a Lvov. 20 horas de tren en las que Stepan miraba entretenido por la ventana u observaba con ojos asustados desde su transportín.
Dueña y mascota esperaron junto a miles de personas en la frontera con Polonia a donde lograron llegar tras nueve horas. Luego, «recibimos una oferta de ayuda de la Asociación Mundial de Influencers de Mónaco, quienes nos ayudaron a llegar a Francia, para que pudiéramos esperar el mismo día en que pudiéramos regresar a casa. Estamos bien ahora». «Estamos muy preocupados por nuestros familiares en Ucrania e intentaremos ayudar a nuestro país desde aquí con todo lo que esté a nuestro alcance», relatan en su último mensaje. Stepan ha pasado en tan solo 22 días de ser un simpático peludo aficionado a posar en actitud seria junto a copas de bebedizos varios, disfrazado o con gafas de sol a ser un refugiado de guerra en tierra extraña. Más o menos igual que todos los ucranianos de la especie humana.
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