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Hasta hace una semana, el mundo desconocía dónde estaba Bucha, una ciudad ucraniana de 36.000 habitantes situada a apenas unos kilómetros de Kiev. Sin embargo, el sábado pasado, el mundo se quedó horrorizado con las imágenes que llegaron de allí: calles repletas de cadáveres ... repartidos a uno y otro lado de la acera. Sobre charcos de sangre seca. Mutilados. Todos civiles. Entre ellos, Iryna, la mujer de las uñas rojas que se ha convertido en un símbolo de lo ocurrido.
La localidad había estado bajo control ruso desde el inicio de la guerra, el 24 de febrero. Y allí se han cometido las peores atrocidades conocidas hasta ahora en el conflicto. El propio presidente francés, Emmanuelle Macron, ha señalado que son el ejemplo más claro de los crímenes de guerra que están llevando a cabo las tropas de Vladímir Putin.
Las cifras oficiales hablan de hasta 400 fallecidos, entre hombre, mujeres y niños. Algunos cuerpos ya han sido enterrados en fosas comunes, otros esperan que alguien los recoja para darles sepultura de la única forma posible ante semejante tragedia mientras se descomponen lentamente por el frío.
El mundo occidental se echa las manos a la cabeza mientras empiezan a conocerse todo tipo de detalles de lo ocurrido. Entre ellos, quién ha sido el responsable de semejante carnicería. Se trata de Azatbek Omurbekov, el teniente coronel de la unidad militar 51460 con sede en la localidad de Knyaz-Volkonskoye, en el territorio de Jabárovsk, en Siberia, a 25 kilómetros de la frontera china. Este militar, de 40 años, fue enviado por el coronel general Aleksandr Chaiko a Bielorrusia en enero para unos supuestos ejercicios militares que terminaron siendo la invasión de Ucrania por la frontera norte.
Omurbekov es un militar de brillante expediente. En 2014 recibió una medalla por su destacado servicio en 2014 de manos del entonces viceministro de Defensa ruso, Dmitry Bulgakov. Poco antes de la operación en tierras bielorrusas, recibió la bendición de la Iglesia Ortodoxa, otra condecoración por su ejemplar labor. InformNapalm, una iniciativa voluntaria ucraniana que monitoriza las actividades de las tropas rusas, ha sido la encargada de revelar todos los datos, incluidas su dirección de correo electrónico, número de teléfono y domicilio. Y está a la espera de revelar más información.
Este hombre sería el que ordenó atacar a diestro y siniestro contra los civiles de Bucha. Y también el responsable de que algunos fueran torturados, atados y ejecutados a sangre fría. Convirtió Bucha en un auténtico infierno. Según algunos supervivientes, los soldados rusos «mataban a todos los hombres menores de 50 años». E hicieron del terror su bandera: buscaban en los papeles de los vecinos cualquier dato que les hiciera pensar que era una amenaza y mandaban desnudarse a los varones en busca de tatuajes militares.
Omurbekov está acusado de orquestar la violación, el saqueo y el asesinato de cientos de civiles ucranianos. El ministro de Defensa, Oleksiy Reznikov, de esta país ha descrito el comportamiento de las tropas que dirige como «totalmente inhumano». E incluso las comparó a los nazis: «Esto es lo que solían hacer las tropas de las SS en el pasado».
«Este mal simplemente no puede quedar impune. Nuestra inteligencia está identificando constantemente a todos los invasores y asesinos. ¡Todos ellos! Y cada asesino obtendrá a su debido tiempo lo que se merece», clama Reznikov. Por su parte, el presidente Volodímir Zelenski pidió en su intervención en la ONU que los militares rusos y el propio Omurbekov sean juzgados por «crímenes de guerra« como ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial «en los tribunales de Nuremberg». «El ejército ruso y quienes les dieron órdenes deben ser llevados ante la justicia», subrayó.
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