Vladislav tiene 27 años y ha vuelto a nacer. Abre los ojos para ver a sus familiares y amigos y no puede quitarse de la cabeza el sonido de los drones. Ellos le miran como quien ve a alguien que llega del más allá. Tiene ... los pulmones afectados por la metralla, un brazo roto y heridas diversas en todo el cuerpo. «En nuestra posición el enemigo envía drones armados con granadas sin parar. Los ves, escuchas el zumbido. Unos aparatos te vigilan y otros te matan en cuanto notan movimiento. Yo noté que me detectaron, llegó uno y soltó una granada, luego la segunda», recuerda desde la cama del hospital este joven repartidor de comida a domicilio que desde hace seis meses combatía en la primera línea de defensa de Zaporiyia en Ucrania.
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Tras la toma el pasado fin de semana de Avdiivka, en el Donbás, Rusia ha puesto en marcha ofensivas a lo largo de la larga línea del frente para probar a un enemigo que pasa por su momento más complicado desde el inicio de una guerra que está a punto de cumplir dos años. El avance ruso en Zaporiyia se centra por ahora en Robótine y los ucranianos, sin la ayuda militar prometida por sus aliados, se limitan a defenderse.
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«Tras la explosión vi que había más heridos a mi alrededor, caminé hacia la posición de mis compañeros y grité para que enviaran apoyo médico. Luego perdí el conocimiento y desperté en el hospital», repasa mentalmente Vladislav, a quien le espera una larga recuperación por delante. Habla con una mezcla de impotencia y firmeza sobre un momento en el que «la moral de las tropas está baja porque no tenemos fuerza para frenar a Rusia, lo que ocurre es que hay que luchar sí o sí y por eso aguantamos». Este joven herido pide la llegada urgente de «más y mejores drones, proyectiles de largo alcance y de precisión».
Los dirigentes políticos ucranianos y los soldados en la trinchera demandan armas y municiones, los médicos militares piden además «vehículos médicos blindados para las evacuaciones, con capacidad de llegar a la línea de combate para salvar vidas porque ahora hay ocasiones en las que nuestros hombres deben caminar hasta cinco kilómetros para evacuar a un herido y en esas situaciones cada minuto cuenta», señala el teniente coronel Roman Kusiv, cirujano que tiene a su cargo a más de mil profesionales sanitarios en el frente de Zaporiyia.
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Las cifras de muertos y heridos es información clasificada que ni Rusia, ni Ucrania comparten en público, pero al menos en el lado ucraniano cuentan con el recuento detallado de cada herido que pasa por los puntos de estabilización próximos al frente y los hospitales.
Kusiv lleva en el ejército desde 2016 y a los tres meses de la invasión rusa fue trasladado a Zaporiyia, uno de los cuatro puntos clave en la extensa línea del frente. Él también percibe que «la moral ha bajado porque la gente está cansada y ve que llega menos apoyo exterior, pero esta es una guerra que no podemos perder porque el próximo paso de Rusia será ir a por Europa».
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Dmytro Mialkovskyi, cirujano vascular, es uno de los médicos del teniente coronel Kusiv y trabaja en un centro sanitario del que no se pueden ofrecer detalles porque es un lugar en el que se atiende a los militares heridos como Vladislav. A diferencia de Israel en Gaza, «en esta guerra hasta ahora no hemos visto ataques sistemáticos a hospitales, aunque sepan que nuestros soldados están allí, eso se respeta. No ocurre lo mismo con las clínicas móviles, las hemos tenido que retirar porque atacaban una tras otra», explica el doctor Mialkovskyi, a quien el conflicto le sorprendió cuando pasaba sus vacaciones en Ucrania y ya no pudo abandonar el país por ser hombre y estar en la franja de edad entre los 18 y los 60 años.
Yaroslav Tieluskho, cirujano torácico, es otro de los profesionales encargados de la atención a militares heridos y explica que «les necesitamos a todos, hay muchos de ellos que se recuperan y vuelven a combatir. No sabemos cómo acabará esta guerra, pero sí que debemos poner todo de nuestra parte para salvar vidas».
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Los heridos como Vladislav llegan del frente y tras dos o tres días son derivados a otros centros alejados de las provincias donde hay combates. En su caso no ha sufrido mutilaciones, «pero tenemos muchos casos, sobre todo cuando lanzamos la última ofensiva, ya que nuestros hombres sufrieron la trampa de los campos de minas. Intentamos por todos los medios no amputar, pero a veces no hay otra opción. Contamos con buenos centros para que los amputados puedan comenzar lo antes posible con la rehabilitación y recibir sus prótesis», relata el doctor Mialkovskyi.
Atrás quedan los días de la ofensiva de Kiev en la que parecía que se podía hacer retroceder a los rusos. La realidad en el segundo aniversario de la guerra dibuja un panorama con unos ucranianos a la defensiva y unos equipos médicos que ya notan el empuje ruso.
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