Un buque, el OB River, traslada gas licuado a través del Ártico en una imagen de archivo. AFP

La invasión de Ucrania pone patas arriba el gran plan ruso para el Ártico

El cambio climático abre una nueva vía marítima entre Asia y Europa, y Rusia quiere llenarla de puertos y plantas regasificadoras, pero la guerra cambia un escenario en el que la tensión geopolítica irrumpe con fuerza

Lunes, 19 de diciembre 2022, 00:23

A primera vista, el Venta Maersk parece un barco portacontenedores corriente. De hecho, con sus 200 metros de eslora, no llama la atención por su tamaño. Podría ser un buque cualquiera de los miles que vertebran el comercio global. Sin embargo, su casco es especial ... porque le permite navegar por aguas cubiertas de hielo, y en 2018 hizo historia al convertirse en el primer barco de contenedores en navegar entre Europa y Asia a través de la ruta ártica, que antes solo era transitable en verano pero que, debido al cambio climático, ya se puede utilizar también en otras estaciones del año. Lo demostró el mes pasado el Vasily Dinkov, un petrolero que viajó entre el puerto ruso de Murmansk, cerca de Noruega, y el de Rizhao, en China.

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Esta coyuntura propició el desarrollo del ambicioso proyecto de Rusia para crear un nuevo puente entre Asia y Europa. Fue ratificado el pasado mes de agosto, cuando se aprobó un presupuesto de 29.000 millones de euros para un plan que incluye la modernización de puertos existentes y la construcción de varios nuevos a lo largo de la ruta, así como de plantas regasificadoras y sus infraestructuras terrestres y de rescate. Es una alternativa al Canal de Suez en la que China también está interesada, y para la que ha definido lo que llama 'la Ruta de la Seda Polar'. Pekín y Moscú -que controla el 60% de la costa ártica y la mitad de su población- colaboran en un proyecto que reduce considerablemente los tiempos de tránsito entre los dos continentes -20 días- y es clave tanto para la exportación de combustibles fósiles rusos, sobre todo petróleo y gas natural licuado, como de productos chinos.

«La Ruta Marítima del Norte emerge como una oportunidad estratégica para desarrollar y monetizar las enormes reservas de gas y de petróleo en el Ártico», escribe el Instituto para Estudios sobre la Energía de Oxford. «Desde un punto de vista geoestratégico, la ruta proporciona a Rusia un nuevo camino para el desarrollo de relaciones internacionales con clientes nuevos y existentes de sus hidrocarburos, y le permite competir con rivales clave en un mercado que se globaliza rápido», añade la institución.

Eje sinoruso

Ahora, sin embargo, la invasión de Ucrania ha dado un giro radical al armonioso escenario en el que se ideó el plan. En un lado de la balanza, las sanciones occidentales restan viabilidad económica a todas estas infraestructuras; en el otro, el incremento en el comercio energético con China -que ha alcanzado este año un récord histórico- y el sabotaje del gasoducto Nordstream son un aliciente que puede servir para equilibrarla. Además, en caso de que la guerra acabe y las sanciones se levanten, sin un conducto para enviar gas a Europa, Rusia necesitará impulsar el negocio del combustible licuado.

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«Debido a la presión sin precedentes que están ejerciendo sobre la economía rusa los países occidentales, la importancia de la ruta marítima del norte como arteria comercial se multiplica», argumentó en una reunión gubernamental el viceprimer ministro ruso Aleksandr Novak. «Nuestro objetivo primordial es desarrollarla», apostilló después de subrayar que la capacidad del transporte terrestre está alcanzando su máximo.

«Hay quien cree que las sanciones matan la ruta. Yo creo que, muy al contrario, le dan más sentido», comenta Chen Shifang, profesor de la Universidad de Fudan, en Shanghái. «Servirá para fortalecer el eje económico y energético entre Rusia y China. Además, la guerra no va a durar para siempre y no se puede aislar al país más extenso del mundo, por lo que, teniendo en cuenta que la consecución de estos planes llevará años, facilitará que Rusia afronte con mayor fortaleza la coyuntura posbélica», explica.

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Según la agencia Rosatom, la ruta del ártico cerrará 2022 con un tránsito de 33,8 millones de toneladas de productos, 800.000 más que en 2021 pero aún muy lejos de los 80 millones que Vladímir Putin proyectó para 2024, una cifra que debería aumentar a 300 millones de toneladas al final de la década. El problema para alcanzar esos objetivos está en que no hay suficientes barcos de las características requeridas para navegar por aguas que, a pesar del calentamiento del polo norte, todavía resultan peligrosas. Además, los principales fabricantes de estos buques se han sumado a las sanciones a Rusia. «Si las previsiones climáticas se cumplen, la navegación será cada vez más sencilla y no requerirá barcos con categoría de hielo en gran parte del año», apunta Chen.

No obstante, las sanciones afectan también a la colaboración de Rusia con empresas extranjeras e incluso al uso de su tecnología, clave para desarrollar infraestructuras en un terreno tan hostil como el del ártico. Por eso, a pesar de que Moscú lo niega, hay expertos que dudan de la capacidad de Rusia y China para desarrollar por su cuenta el proyecto.

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La amenaza bélica

Además de su potencial como ruta comercial, el ártico es también una región rica en reservas de combustibles y en tierras raras, un elemento que gana importancia a nivel global por el papel crítico que tiene en la producción de nuevas tecnologías. Rusia quiere explotar estas materias primas, algo que, según coinciden los grupos ecologístas, podría darle la puntilla a una de las zonas del planeta que más sufren el cambio climático. Por eso, la mayoría reclama que el Ártico sea «una zona de paz intocable».

Para gobernar esta región se creó el Consejo del Ártico, participado por los ocho países que lo comparten. Lo curioso es que, cuando Suecia y Finlandia formalicen su adhesión, todos menos Rusia formarán parte de la OTAN, un foco de tensión adicional dentro de la organización supranacional. No en vano, tras la anexión de Crimea, Rusia abandonó la Mesa de las Fuerzas de Seguridad del Ártico, un hecho que propició un incremento de la militarización en su territorio: desde entonces ha levantado 475 bases militares en la zona norte del país.

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Así, la temperatura no solo aumenta en los termómetros. La OTAN es cada vez más consciente del creciente valor geoestratégico de la región, algo que el pasado mes de octubre señaló un informe del Pentágono. «Estamos incrementando nuestras capacidades militares más modernas en el Ártico como respuesta a la creciente presencia de Rusia», afirmó el máximo responsable de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, a Reuters. Chen, sin embargo, aún tiene esperanza en que «se imponga el sentido común y se preserve el Ártico para el bien común, tanto económico como medioambiental».

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