Las miradas están puestas en Francia en la figura espigada de este dirigente que mide más de 1,90. El ministro de Economía, Éric Lombard, que era todo un desconocido para la mayoría de los franceses hasta su designación a finales de diciembre, atrae los ... focos mediáticos en estas primeras semanas de 2025. Este banquero, con un pasado en el Partido Socialista, lleva las riendas de las negociaciones con la oposición, sobre todo con la izquierda, para sacar adelante los presupuestos de este año. De estas conversaciones depende el futuro como jefe de Gobierno de François Bayrou.
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El responsable del Ejecutivo pronunció el pasado 14 de enero su discurso de política general. A diferencia de España, en Francia no es obligatorio el voto de investidura y Bayrou no se sometió a ese escrutinio. En respuesta a ello, la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos), los verdes y los comunistas presentaron una moción de censura, que fue debatida y votada dos días después de su alocución. Con 131 votos a favor, se quedó lejos del umbral de la mayoría absoluta (288). No solo no logró el respaldo de la ultraderecha de Marine Le Pen, sino que la principal novedad fue que el Partido Socialista (PS) se desmarcó de sus socios del bloque de la izquierda y tampoco la apoyó.
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Lombard ha influido en este acercamiento de los socialistas hacia las posiciones gubernamentales. «Es un hombre de izquierdas, lo conozco desde hace mucho tiempo. Y puedo deciros que se trata de un amigo», reconoció el 24 de diciembre el secretario general del PS, Olivier Faure, refiriéndose al ministro de Economía. Durante esa entrevista en la emisora de radio RMC se produjo un momento más que peculiar cuando la presentadora Apolline de Malherbe desveló en directo las confesiones 'off the record' que le habían hecho varios dirigentes socialistas. Antes de que designaran a Bayrou, le habían dicho que verían con buenos ojos si el presidente, Emmanuel Macron, nombraba a Lombard como primer ministro.
El director desde 2017 de la Caja de Depósitos (banco público) fue elegido finalmente para asumir el Ministerio de Economía. Este dirigente, de 66 años, representa uno de los pocos miembros con un pasado en el centro-izquierda en un Ejecutivo en que predominan los perfiles de derecha o centro-derecha. Nacido en 1958 en el seno de la familia propietaria de la empresa textil Devanlay -la primera fabricante de las camisas Lacoste-, Lombard se formó en la prestigiosa y elitista escuela de negocios HEC. Desde finales de los ochenta, se adhirió a la 'deuxième gauche' (segunda izquierda) del socialista Michel Rocard, el equivalente galo de la Tercera Vía de Tony Blair.
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Durante la campaña presidencial de 2007, el actual ministro formó parte del grupo de los Gracques, que ya entonces apostaba por una alianza entre la socialista Ségolène Royal y el centrista Bayrou. Ese laboratorio de ideas defendía la globalización y la desregulación de la economía. En ese mismo universo de altos funcionarios cercanos al PS, pero partidarios de las tesis económicas neoliberales, se formó políticamente Macron.
Lombard compaginó sus actividades políticas con su carrera en varias entidades bancarias. Por motivos profesionales -estaba cerrando la adquisición de un banco estadounidense por el francés BNP Paribas-, se encontraba en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Tenía prevista una reunión en una de las Torres Gemelas esa fatídica mañana, pero fue aplazada en el último momento. Lo que le permitió sobrevivir al atentado de Al Qaeda que acabó con la vida de casi 3.000 personas. Dos décadas después, este banquero se encuentra inmerso en otro ejercicio de supervivencia, mucho menos trágico: evitar la censura de Bayrou.
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«Está claro que en las relaciones personales su figura ayuda», destaca Gaston Laval, el responsable del PS en el distrito X de París. «Dudo de que disponga de una gran capacidad de decisión, como le ocurría al anterior ministro de Economía, Antoine Armand, que todo el mundo ha olvidado», matiza, en cambio, el analista Pablo Pillaud-Vivien, redactor jefe de la revista 'Régards'
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Para disponer de un mayor margen de maniobra, el Ejecutivo ya no aspira a rebajar el elevado déficit público del 6,1% al 5% del PIB, y finalmente se conformaría con el 5,4% al cabo de este año. Apuesta, en concreto, por recortar el gasto en 30.000 millones de euros. A diferencia del anterior primer ministro, el conservador Michel Barnier, que acabó atrapado en una subasta con Le Pen y que desembocó en su censura el 4 de diciembre, Lombard ha priorizado las negociaciones con los socialistas. «Parece que Bayrou ha entendido que las conversaciones con la ultraderecha representan un impás», afirma Laval.
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No obstante, estos encuentros han provocado tensiones en el seno de la frágil coalición del Nuevo Frente Popular (NFP), que quedó primera en las elecciones del 7 de julio aunque lejos de la mayoría absoluta. Jean-Luc Mélenchon, principal referente de los insumisos -han preferido ausentarse de esas reuniones tras la negativa de Macron a nombrar a un primer ministro del NFP-, acusó a sus socios socialistas, verdes y comunistas de ser «ridículos» y «serviles».
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«El PS quiere demostrar que con su apuesta por las negociaciones puede lograr victorias», sostiene Pillaud-Vivien. A pesar de ello, las concesiones obtenidas hasta ahora no han resultado nada del otro mundo. Hasta el punto de que los verdes y los comunistas impulsaron la moción de censura junto con los insumisos. Bayrou ratificó en su discurso de política general su oposición a una suspensión de la impopular reforma de las pensiones, aprobada en 2023 y que la mayoría de los diputados quiere derogar. En lugar de eso, propuso una renegociación sobre la financiación de las jubilaciones entre los sindicatos y la patronal, bajo unas condiciones estrictas y poco favorables a las reivindicaciones sindicales.
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El líder de los socialistas agradeció hace unos días a Bayrou que «haya favorecido la posibilidad de una alternativa» con la convocatoria de esa mesa social. «Gracias a la decisión» de los socialistas de no censurar al Gobierno, «tendremos unos presupuestos», destacó el ministro de Economía, haciendo un pronóstico algo optimista. En cualquier caso, su presencia ya ha aportado los primeros frutos. Y le ha servido a Bayrou para obtener un doble premio: dividir a la izquierda y dejar de depender de la extrema derecha para resistir a una muy fragmentada Asamblea Nacional.
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