«La violencia nunca gana. La libertad gana. Volvamos al trabajo». Con esas palabras, que serán recordadas a lo largo de la historia, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, reanudó la noche del miércoles la sesión conjunta en el Congreso que horas antes se ... había visto interrumpida por el asalto de una «turba» de extremistas enardecidos por Donald Trump. La reunión extraordinaria, que se prolongó hasta la madrugada y que continuó este jueves, concluyó la misión para la que habían sido convocados los legisladores: certificar el triunfo de Joe Biden como presidente electo.
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El Senado y la Cámara de Representantes validaron la victoria del demócrata en los comicios del pasado 3 de noviembre tras contabilizar sus 306 votos electorales finales, frente a los 232 del presidente saliente. Así se encargó de anunciarlo Pence poco antes de las cuatro de la madrugada del jueves, hora local. Se trataba de una mera formalidad, un trámite que habría pasado casi desapercibido de no haber sido por el ataque al Capitolio que costó la vida a cuatro personas, dejó medio centenar de detenidos y forzó la evacuación de ambas Cámaras entre imágenes de caos y vandalismo que fueron calificadas por el propio Biden de «insurrección».
La votación en el Congreso, esta vez sí, discurrió sin contratiempos. Pero la consternación y el miedo por lo vivido aún podía observarse en las caras de los legisladores. Las dantescas escenas que zarandearon uno de los mayores símbolos de la democracia estadounidense hicieron cambiar de opinión a parlamentarios republicanos que, azuzados por Trump, habían presentado objeciones al resultado de los comicios. Una de las voces más simbólicas fue la de la senadora Kelly Loeffer, que el miércoles perdió su escaño en las decisivas elecciones de Georgia que han dado a los demócratas el control de ambas Cámaras.
«Los acontecimientos que tuvieron lugar me forzaron a reconsiderar mi postura. Y no puedo en buena fe objetar la certificación», señaló Loeffler. Como ella, la bancada republicana dejó prácticamente solo a Trump en su último intento por revertir su derrota electoral. Solo media docena de senadores votaron a favor de no reconocer a los resultados, incluidos Ted Cruz, Josh Hawley, Cindy Hyde-Smith, Elaine Marshall, John Kennedy y Tommy Tuberville. La maniobra, sin embargo, fue rechazada por Pence, pese a las presiones que había ejercido sobre él el propio presidente saliente, al que había obedecido silenciosamente en estos cuatro años de mandato.
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«Los totales de votos finales son una declaración suficiente de las personas electas como presidente y vicepresidente de EE UU», sentenció el todavía 'número dos' del Gobierno. Mientras, sus palabras eran igualmente respaldadas por el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, muy alineado con Trump durante toda su presidencia. «Los votantes, los tribunales y los Estados han hablado. Si los invalidamos, se dañará a nuestra república para siempre», dijo poco antes de tildar de «desquiciados» a los asaltantes del Capitolio, que no había sido asaltado desde 1814, cuando los británicos lo quemaron durante la guerra de 1812.
Aun más contundente, el senador Mitt Romney y excandidato republicano a la Casa Blanca, calificó lo ocurrido como una «insurrección incitada por el presidente estadounidense, cuyo futuro político ha quedado seriamente dañado y en torno al que crecen las voces que exigen que sea llevado ante la Justicia por incitación al desorden. Y todo ello después de que ayer, intentara transmitir calma en un comunicado publicado en la página de Twitter de su portavoz Dan Scavino tras haber sido censurada su cuenta en la red social. «Pese a que estoy en total desacuerdo con el resultado de las elecciones, y los hechos me respaldan, habrá una transición ordenada el 20 de enero», fecha de la investidura.
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Con la certificación del Colegio Electoral y con los excelentes resultados cosechados en Georgia, el líder demócrata camina ya a paso firme hacia la presidencia. Los dos escaños conseguidos en ese Estado por el demócrata Raphael Warnock -que será el primer senador negro en representar a esa región tradicionalmente conservadora- y Jon Ossoff -que a sus33 años será el legislador más joven de la historia de su partido- aseguran a Biden la mayoría en la Cámara Alta. No en vano, aunque tienen 50 asientos, los mismos que los republicanos, la Constitución estipula que será la futura vicepresidenta Kamala Harris quien podrá desempatar las votaciones.
El control sobre el Senado da a Biden plenos poderes legislativos ya que los demócratas, además de la Casa Blanca, dominan también la Cámara de Representantes. Una situación así no se había vivido desde los dos primeros años de la presidencia de Barack Obama. El camino parece despejado para el líder demócrata, que sale fortalecido de una crisis política «sin precedentes» y desde el próximo 20 de enero tendrá la difícil tarea de comenzar a cerrar las heridas y «restaurar el alma» de un país dividido tras cuatro años de mandato de Trump.
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