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mercedes gallego
Nueva York
Jueves, 30 de julio 2020, 15:33
Ya lo dijo Michael Cohen cuando declaró ante la cámara de representantes en febrero del año pasado. «Temo que Trump nunca transferirá pacíficamente el poder si pierde las elecciones en el 2020», confesó el que fuera su abogado particular durante más de una década.
Ese ... temor se hizo colectivo ayer, cuando por primera vez el presidente circuló la idea de posponer las elecciones del 3 de noviembre «hasta que la gente pueda votar de forma adecuada y segura», tuiteó. La idea llega a la espalda de los 150.000 muertos por Covid-19 que acaba de acumular el país bajo su gestión. Había, además, otra mala noticia que le augura una caída en las encuestas a un mayor de la que ya experimenta. La economía estadounidense se contrajo casi un 33% en el segundo trimestre del año, el pero dato de la historia. «Es la economía, estúpido», dijo célebremente Bill Clinton a George Bush padre durante un debate presidencial. Bush, perdió las elecciones.
Ese es el camino que lleva Trump. Hace tres meses los estadounidenses temían que ganase un segundo mandato. Hoy el verdadero temor es que lo pierda. Para muchos, amigos o enemigos del presidente que conocen su temperamento y su falta de escrúpulos, lo mejor que puede pasar es que las gane, porque de lo contrario hundirá al país en el caos.
En abril, cuando su rival el exvicepresidente Joe Biden especuló con la posibilidad de que intentase posponer las elecciones, Trump calificó esta sugerencia de «ridícula». «¿Por qué iba hacer yo eso?», reaccionó. «El 3 de noviembre es una buena fecha. No, no lo haré, estoy deseando que lleguen las elecciones. Eso es pura propaganda fabricada». Entonces los números del presidente se habían fortalecido con el miedo a la pandemia. Los estadounidenses buscaban un hombre fuerte que les guiara a través de esa incertidumbre, pero Biden conoce bien a su rival. «Apúntate mis palabras», insistió en un acto de recaudación de fondos. «Creo que va intentar posponer las elecciones de alguna manera, vendrá con algún argumento de por qué no se pueden celebrar», dijo en un acto de recaudación de fondos. El director de comunicaciones de la campaña de Trump, Tim Murtaugh, aseguró que se trataba de «el tipo de incoherentes y teorías de la conspiración de las que habla un candidato que va perdiendo y no tiene contacto con la realidad».
Biden cree que si se celebran el mandatario pondrá todo tipo de obstáculos para impedir el voto que le resulte desfavorable. Como prueba puso entonces las primarias de Wisconsin, donde los votantes tuvieron que hacer largas colas y exponerse al virus para poder votar porque las autoridades habían reducido significativamente el número de colegios electorales. Ciertamente los juristas creen que tendrá más éxito en boicotear los comicios si utiliza recursos para suprimir el voto urbano que si intenta posponer las elecciones, algo que no puede hacer con una orden ejecutiva porque la Constitución atribuye esa potestad al Congreso, donde la cámara baja está en manos de los demócratas.
Si perdiera las elecciones y se niega a abandonar el poder llegado el 20 de enero, Biden predice que el ejército podría escortarle fuera de la Casa Blanca, especuló el mes pasado durante una entrevista con Trevor Noah en Daily Show. «Estoy totalmente convencido de que el ejército lo haría», aseguró el ex vicepresidente. Trump tiene cada vez menos amigos en el Pentágono, donde cayó muy mal su decisión de utilizar a las Fuerzas Armadas para reprimir manifestantes pacíficos en Washington DC cuando quiso tomarse una foto con la Biblia en la mano junto a la iglesia de San Juan. Más recientemente, su negativa a enfrentar las acusaciones de que Rusia pagaba recompensas a los talibanes que matasen soldados estadounidenses es, para muchos, la máxima traición del comandante en jefe.
La excusa a la que se aferra para especular con cancelar las elecciones hasta que pase la pandemia es que el voto por correo que se promueve traerá las elecciones «más fraudulentas de la historia». No hay pruebas de que ese voto sea susceptible de fraude, pero sí de que beneficiará mayormente a los demócratas y de que provocará un importante retraso en el recuento de los resultados. Aunque ese tweet pone la idea entre interrogantes, nadie duda de que sigue su modus operandi de normalizar poco a poco lo que a priori resulta escandaloso. El presidente ha encontrado el rechazo generalizado incluso de su propio partido, pero faltan tres meses para las elecciones.
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