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En su primer año como gobernadora, Nikki Haley impuso en los trabajadores de su estado un particular saludo cada vez que contestaban el teléfono. «It's a great day in South Carolina!». El problema es que el paro estaba por encima del 11% y pocos ... pensaban que fuera «un gran día en Carolina del Sur». Para la batalla clave que este sábado definirá sus oportunidades presidenciales, la exgobernadora ha elegido el mismo saludo en los anuncios. El problema vuelve a ser que va 23 puntos por debajo de Donald Trump en la última encuesta encargada por el diario 'The Hill', y nadie piensa que vaya a ser un gran día para ella.
«No voy a ninguna parte», prometió el martes, cuando dejó muy claro que pase lo que pase no se retirará antes del Supermartes del 5 de marzo, cuando voten a la vez 15 estados y el territorio asociado de Somoa. «Creo que no sabe cómo salirse», dijo Trump el miércoles en una entrevista tipo con la cadena Fox, que tuvo una audiencia de 3,2 millones.
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Mercedes Gallego
El expresidente que tanto se indignó con su discurso triunfal en New Hampshire, donde con el 43% su exembajadora en la ONU salió mucho mejor parada de lo que le auguraban las encuestas, gracias al voto independiente, se ha relajado mucho a medida que ha quedado claro que su victoria está consolidada y la retirada de su última rival es solo cuestión de tiempo. En privado, los donantes de Haley reconocen que no tiene ningún camino claro para la nominación, salvo que el exmandatario cayera muerto o lo inhabilitase una sentencia judicial.
«Dime un solo estado que pueda ganar», pregunta rutinariamente Chris LaCivita, manager de Trump. No solo no lo hay, según las encuestas, sino que tampoco ha ganado ninguno hasta ahora y este sábado se enfrenta al abismo de perder el suyo propio.
Desde que en 1980 el Partido Republicano alzase en el calendario a este estado sureño para que sirviera de faro al resto, las primeras primarias del sur se han caracterizado por ser las del desempate y, de paso, acaba con las incursiones de candidatos disidentes del aparato del partido. Fue allí donde terminó la carrera presidencial de John McCain frente a George W Bush en 2000 y ocho años después la del gobernador de Arkansas Mike Huckabee cuando le tocó el turno a McCain.
Lo habitual es que un candidato gane Iowa, otro New Hampshire y Carolina del Sur sirva para afianzar a uno de los dos de cara al Supermartes. Este año Trump es un candidato inusual que opera más como presidente en busca de la reelección. Haley ha hecho una campaña tradicional, recorriéndose el estado en autobús e invirtiendo cinco millones de dólares en anuncios, mientras que su rival, enzarzado en juicios varios, ha pasado de volada en su avión privado y ha dejado como embajadores al puñado de leales cortesanos que se disputan sus favores para ser elegidos vicepresidentes. Entre ellos está el senador Tim Scott, que le debe el cargo a Haley y por tanto resulta muy efectivo en sus ataques.
Las dos campañas que ganó como gobernadora deberían haberle dado suficiente popularidad para jugar en casa como una cara conocida, pero de 'The New York Times' sostiene que el reajuste de población que trajo la pandemia la ha puesto en desventaja. Según el rotativo, desde que en 2017 renunció al gobierno del Estado para ser la embajadora de Trump en la ONU, Carolina del Sur ha ganado 372.000 nuevos habitantes en edad de votar que no la conocieron. O sea, el 10% del electorado. La mayor parte de estos ha llegado expulsada por las condiciones económicas y políticas de estados más caros y progresistas como Nueva York y New Jersey. Si algo les ha demostrado Trump en estos años es que no seguirá el guión de nadie, ni le temblará la mano para dar un golpe en la mesa. Así esperan que ponga freno a la oleada de inmigrantes y restablezca el status quo económico que les permita prosperar.
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En Iowa la fuerza del voto evangélico aúpa al ganador, en New Hampshire, los conservadores fiscales, y en Carolina del Sur se unen los dos. Trump tiene su bastión en la parte alta del estado, donde se concentra el voto evangélico, mientras que Haley apuesta por la clase más urbana y educada en torno a las tres grandes ciudades -Columbia, Charleston, y Greenville-.
Hay en estas elecciones de primarias republicanas una carta sorpresa que nadie sabe calcular: la del voto demócrata. Solo 131.000 personas participaron el 3 de febrero en las primarias demócratas, en comparación a las 540.000 que lo hicieron hace cuatro años. Eso deja a más de 400.000 electores que potencialmente podrían intentar frenar a Trump votando por Haley, ya que este estado no requiere afiliación de partido. Basta con no haber votado en las primarias de la otra formación.
Thank you, Myrtle Beach! What a great crowd to wrap up a great day. ONE DAY to go and we are ready! 💥 🇺🇸 pic.twitter.com/TI0lHrbE3D
— Nikki Haley (@NikkiHaley) February 23, 2024
En condiciones normales el número de personas dispuestas a cruzar filas serían pocas, pero Trump es un candidato que desata filias y fobias y despierta el pánico entre los anti Trump. Tanto, que la organización Primary Pivot se ha formado con el único objetivo de convencer a demócratas e independientes para votar por Haley en las primarias republicanas. «Nuestro objetivo no es involucrarnos en políticas partidistas, sino salvaguardar los valores clave que han guiado la democracia de nuestro país durante generaciones», dice el grupo en su página web.
A estos «anti Trump desquiciados» por el pánico se han sumado los conservadores que temen que la victoria de Trump en primarias sea una derrota segura en noviembre. El expresidente puntúa dentro del margen de error en las encuestas con Biden, pero Haley le saca siempre entre 13 y 17 puntos de ventaja. Por eso la campaña de Biden le hace flaco favor al repicar sus ataques contra Trump en cuanto los lanza, lo que permite asociarla más con los demócratas y la casta de Washington, que con la causa conservadora que aspira a representar.
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Dada su probable derrota, los analistas buscan leer en los resultados el riesgo que enfrentará Trump en noviembre. Cuanto más cerca quede Haley este sábado, más probable será que Trump pierda las generales.
Este sábado, día de las elecciones, la exgobernadora intenta arañar los últimos votos, mientras que Trump se dirigirá en Washington DC a los ilustres asistentes de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) como líder mundial de la ultraderecha. Luego, se montará en su avión privado para llegar a tiempo de lo que espera sea una victoria contundente que le permitirá amarrar la nominación de la forma que más disfruta: humillando a su rival.
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