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La historia la analizan los historiadores y las relaciones internacionales las interpretan quienes, desde la distancia necesaria, las observan cada día desde atalayas académicas. Estas ... condiciones las reúne en una sola persona Carlos López Gómez. Este profesor de la Universidad de Nebrija, poseedor de una visión periférica de nuestro planeta analiza la guerra de Ucrania. La escruta con claves del pasado y del presente, con análisis psicológicos y con visión de futuro que le permite determinar que al final todo dependerá de un hombre enigmático como Vladimir Putin, al que solo desde China pueden contener en su intento de recuperar el imperio de los viajes zares que no conoció pero siempre añoró.
-¿En Ucrania nos encontramos con un episodio bélico impensable en este periodo histórico?
-La impresión dominante era que no se esperaba que se produjera el ataque. Parecía que todo era una plan, una amenaza, y que habría una negociación, pero sin descartar nada porque las cuestiones que tienen que ver con la guerra hasta cierto punto son imprevisibles. Y mucho más si hablamos de un país en el que las decisiones las toma una persona, en este caso Vladímir Putin, sin ningún tipo de contramedida efectiva legal.
-¿Qué puede haber en la mente de Putin?
-Ha planteado una serie de justificaciones, que en ocasiones son contradictorias. Por un lado está su temor a que Ucrania llegue a un alineamiento más profundo con el mundo occidental con la entrada en la Unión Europea o la OTAN, cosas que no se han llegado a plantear nunca realmente. Por otro lado, está la situación de las repúblicas autoprogramadas del este de Ucrania, en cuyo defensor se ha erigido ahora Rusia. Pero en el fondo, probablemente hay una motivación estratégica de más calado, encaminada a que Rusia recupere un papel central y poderoso en el Este de Europa. Recuperar influencia y poder perdido como consecuencia de la disolución de la URSS. Y ahí entra una deriva que se ha observado últimamente en la personalidad de Putin, de cierta obsesión por la historia, por lo que fue el régimen soviético y por el derecho de autodeterminación que en su día se dio a las exrepúblicas soviéticas. Quiere revertir todo eso. Hay una obsesión personal por querer deshacer esos desastres desde el punto de vista ruso.
-¿Una obsesión patológica?
-Es difícil juzgar porque habría que meterse en la cabeza de este individuo, pero algunos testimonios de políticos y diplomáticos occidentales que han tenido trato personal con Putin detectan un cambio sensible en su personalidad durante los dos últimos años, un cierto aislamiento de la realidad, una obsesión por algunos episodios de la historia, con su propio papel histórico. No son los ingredientes más recomendables para una persona con su responsabilidad como dirigente de una potencia nuclear.
-¿La diplomacia se ha visto superada una vez más?
-No sé si se ha visto superada o sencillamente no se contaba con ella. Ha habido esfuerzos diplomáticos muy grandes, sobre todo por parte del presidente francés, Emmanuel Macron. No sabemos hasta qué punto esto tuvo algún punto de factibilidad para poder detener los planes de Rusia o hasta qué punto todo estaba decidido de antemano. Por cómo han evolucionado los acontecimientos, me inclino a pensar en esto último. Creo que ninguna concesión habría detenido la decisión de Putin.
-¿Esta crisis recuerda a la de los Sudetes de 1938 y a los esfuerzos diplomáticos con Hitler en la conferencia de Múnich?
-No estoy seguro de que el paralelismo con la conferencia de Múnich sea el más acertado. Con sus manipulaciones y mentiras tiene el elemento común de la reivindicación territorial escudada en la defensa de unos grupos supuestamente maltratados. En aquella ocasión por el Gobierno checoslovaco y ahora por el ucraniano. Como operación me recuerda más a las de Hungría en 1956 o a la de Checoslovaquia de 1968. La idea de la soberanía limitada, la idea de no permitir que los estados supuestamente independientes se comporten como tales. En aquellos casos, durante la Guerra Fría, fue una respuesta inmediata a una tentativa de emancipación fuera de la órbita soviética y en éste viene, con treinta años, de retraso contra la independencia de Ucrania.
-Tras la política de hechos consumados, Putin se abre a volver a negociar de nuevo.
-En algún momento se tiene que negociar, sea cual sea la situación. Hay que sentarse en un mesa y llegar a algún modo de entendimiento, por lo menos para poner fin a las hostilidades. Una solución verdadera del contencioso va a ser muy complicada porque probablemente nos dirigimos a un estancamiento al estilo de los territorios ocupados al norte de Georgia. Veo muy difícil que se pueda producir ni a corto ni a medio plazo un diálogo que conduzca a un reconocimiento por todas las partes implicadas, incluyendo la OTAN, de una situación que sea sostenible, estable y satisfactoria para todo el mundo.
-Zelenski ofrece un estatuto de neutralidad.
-La idea de la neutralidad puede dar satisfacción a las exigencias rusas si son relativamente moderadas. Una situación parecida a la que tuvo Finlandia en la Guerra Fría, sin un intervención directa por parte de la Unión Soviética, tolerando que tuviera una economía de mercado y un Gobierno democrático, pero limitando su capacidad en política exterior y evitando que entre en coaliciones con el mundo occidental. ¿Algo así podría ser aceptable para el mundo ruso? Según ha dicho Putin en algunas ocasiones sí, porque lo que le preocupa supuestamente es la expansión de la OTAN, lo que supone una amenaza. ¿Sería realmente la solución? No lo sé porque lo que parece en ocasiones es que el objetivo es la restauración de un poder imperial. Ya en 2014 hemos visto agresiones territoriales en Donbass y Crimea, por lo que, desde ese punto de vista, no le bastaría con la neutralidad de Ucrania.
-Biden sostiene que las ansias de expansión de Putin no van parar en Ucrania.
-Desde un punto de vista occidental, sobre todo desde EE UU, se lanza el mensaje de que éste es el primer paso para una política de expansión más agresiva. Y en alguna ocasión líderes europeos o el propio Josep Borrell han dicho que Europa en su conjunto está amenazada. No sé si en los planes de Putin puede estar una escalada que pueda amenazar a países que ya son miembros de la UE y la OTAN, como pueden ser, por ejemplo, Polonia o las repúblicas bálticas. Es más difícil de imaginar e incluso inconcebible que Putin tenga en mente escenarios de confrontación militar, como el que está teniendo lugar ahora mismo en Ucrania, en países de la OTAN, porque eso supondría la activación del artículo 5 del Tratado de Washington y en último término un conflagración nuclear. Creo que eso no se pasa por la cabeza de Putin.
-¿El siguiente objetivo es Moldavia?
-Moldavia se encontraría en una situación parecida a la de Ucrania en varios sentidos: por su situación geográfica vecina a Ucrania y por el hecho de que hay una franja de territorio en este caso Transnistria, que opera de forma independiente protegida por Rusia, pero que no cuenta con respaldo internacional. Esa situación se ha mantenido prácticamente desde la disolución de la Unión Soviética, con un estancamiento, una incapacidad para resolverlo y un cierta tendencia a acostumbrarnos a esta situación. Sobre Moldavia no constan movimientos para admitirla ni en la UE ni en la OTAN para que ello suponga una amenaza para Rusia, aunque también es verdad que entrando en la dialéctica imperialista si cayera Ucrania enteramente en poder de Rusia la lógica invita a pensar que Moldavia puede ser el siguiente paso.
-¿Es Putin un estalinista postmoderno?
-Putin atribuye al régimen soviético la desaparición del imperio ruso y culpa personalmente a Lenin. Pero la Rusia actual no se parece ni en el nombre ni en las formas a nada que tenga que ver con el socialismo. Es una oligarquía. Puestos a buscar comparaciones históricas entre Putin y líderes políticos del pasado ruso nos encontraríamos con algunos zares como Pedro El Grande o Catalina La Grande, que en el siglo XVIII tuvieron un gran papel en la expansión de Rusia, aunque también está claro que en la época de Stalin la URSS alcanzó una gran expansión e influencia.
-¿Cuánto puede durar esta guerra?
-Todo dependerá de cuáles sean los objetivos de Rusia, hasta dónde quiera llegar Putin y qué es lo que se propone. Y también de qué grado de resistencia encuentre. Hay un factor geográfico muy desfavorable para la continuidad de la guerra que es la proximidad a la frontera con Bielorrusia. También de la voluntad del Gobierno de Kiev para resistir. Tampoco sé que ocurriría si se produjera un cese de la resistencia armada por parte del Ejército ucraniano. ¿Rusia buscaría una ocupación del conjunto del territorio? ¿Que clase de resistencia se daría entonces. La derrota militar puede ser rápida pero el país tiene las condiciones para llevar a cabo una resistencia de múltiples formas contra una invasión. Pero quizá no se produzca y Putin solo busque forzar la caída del Gobierno ucraniano, llevarse a los dirigentes al Donbass y juzgarlos.
-¿Esta preparada Rusia para una larga ocupación?
-Derrotar al Ejército ucraniano puede ser relativamente fácil por la abrumadora superioridad militar rusa, pero mantener una ocupación puede no ser beneficioso ni a corto ni medio plazo, porque es muy costoso en términos económicos, en términos humanos porque costará vidas de soldados rusos y en términos internacionales porque seguirán las sanciones. Es un escenario nada favorable y además se podría producir una resistencia en un país de gran extensión y mucha población.
-¿Las sanciones constituyen el único camino para intentar que Rusia se vuelva atrás?
-La incidencia de las sanciones dependerá de hasta dónde se profundice con ellas, porque son varios paquetes y quedan todavía algunas medidas que también se pueden aplicar como impedir las transacciones financieras rusas a través de la suspensión del código SWIFT. En general se interpreta que Rusia puede sobrevivir pese a ellas gracias a un incremento de sus relaciones económicas con China. Pero, ¿qué actitud puede adoptar Pekín? No está forzada a nada que pudiera poner en peligro su política exportadora hacia el mundo occidental. Habrá que ver cuál es la reacción del Gobierno chino, hasta qué punto le conviene una política de alineamiento con Rusia. De momento está siendo moderado, prudente. Habrá que ver cómo evoluciona en el futuro.
-¿Quienes sí van a pagar esta guerra son los consumidores occidentales?
-Todo conflicto internacional tiene siempre consecuencias económicas, cuando se implica una gran potencia más todavía y cuando encima se dan sanciones más aún. Todo el suministro de productos que exportan tanto Rusia como Ucrania pueden sufrir consecuencias muy importantes. Es el caso de los hidrocarburos rusos, que ya ha padecido la cancelación del nuevo gasoducto hacia Alemania, pero luego hay otros productos que son importantes dentro de la exportaciones de Moscú, a veces de carácter estratégico. Minerales como el paladio para aplicaciones tecnológicas. En el caso de Ucrania están los cereales y esto para la economía española puede ser importante porque es deficitaria en este campo y lo necesita para la actividad ganadera. Esto supondrá un encarecimiento del producto. España ya ha venido sufriendo las sanciones impuestas a Rusia en 2014 porque Moscú prohibió la importación de frutas y verduras europeas. Problemas y más problemas desde el punto de vista económico.
-Y sin hablar de la catástrofe humanitaria que pueden provocar los refugiados.
-Habrá que ver cuántos refugiados hay, con qué duración, con qué circunstancias. Todo depende del alcance de las operaciones militares. Ahora están saliendo los que huyen de los primeros escenarios de violencia. Si esa violencia terminara rápidamente y no se produjera una ocupación podría producirse un retorno relativamente rápido. Me cuesta imaginar un escenario en el que haya una continuación permanente de la violencia de media o alta intensidad al estilo, por ejemplo, de la guerra de Siria, que haga invivible la situación para grandes masas de población y que les obligue a salir masivamente de Ucrania, pero, por supuesto, no podemos descartar nada.
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