Biden desoye las peticiones para retirarse tras su debacle en el cara a cara con Trump

La débil imagen que ofreció Joe Biden, actual presidente de Estados Unidos, en el debate televisado que mantuvo con Donald Trump confirmó todos los temores del Partido Demócrata sobre la capacidad de su líder, que ya ha cumplido 81 años, para ganar las elecciones de noviembre. A cuatro meses de esa cita se abrió, aunque sea en voz baja, otro debate: el de la sustitución de Biden por otro candidato. En el cara a cara con Trump (78 años), se mostró ausente en ocasiones y sin fuerza para defender sus argumentos. Su rival republicano, en cambio, lanzó sus habituales bulos sin pestañear, con total convicción. Pero apenas unas horas después Biden reapareció en un mitin en Raleigh (Carolina del Norte) y descartó esa opción: «Quiero ganar las elecciones. Sé que no soy un hombre joven. No debato tan bien como antes. Pero sé decir la verdad, sé cómo hacer este trabajo».

No renuncia pese a su derrota en el cara a cara con Trump, donde se le vio con continuos tropiezos verbales, tartamudeos y lagunas, lo que provocó consternación en las filas demócratas. En lugar de disipar las dudas que tienen los electores sobre su edad y agudeza mental, el presidente convirtió su estado físico en el tema central de la noche.

«Lo más importante en estas elecciones es la preocupación de los electores sobre su edad, tanto los indecisos como la base, y eso se agravó esta noche», dijo David Plouffe, estratega demócrata y exasesor de la campaña de Obama. Si la intervención de Biden dañó su imagen, la de Trump, basada en mentiras e imprecisiones, generó incluso más alarma. Estados Unidos sufre una crisis de liderazgo en un momento de inestabilidad mundial.

María Shriver, exprimera dama de California, expresó su afecto por Biden y alabó su honestidad, pero reconoció que la velada resultó «desgarradora». «Hay pánico -confesó- en el Partido Demócrata. Va a ser una noche larga». El miedo se adueñó de los partidarios de Biden desde el principio del debate, cuando quedó claro que no estaba en su mejor forma. Los colaboradores más cercanos al presidente, incluidos miembros de su propia administración que le han defendido contra los escépticos, se enzarzaron en llamadas telefónicas y mensajes de texto en los que expresaban el temor a perder las elecciones.

Mientras muchos recurrían a las redes sociales y a los medios de comunicación para tratar de suavizar con eufemismos el impacto de la pobre actuación de Biden, en privado las conversaciones planteaban directamente si aún estaban a tiempo para persuadir al presidente para renunciar en favor de un candidato más joven. «Biden está a punto de enfrentarse a un aumento de peticiones para que se haga a un lado», señaló un estratega demócrata que le ha respaldado incondicionalmente. «Joe contaba con el afecto entre los demócratas. (Eso) Se ha secado», zanjó.

La vicepresidenta, Kamala Harris, apareció en CNN y MSNBC después del debate para recordar a los votantes las razones para apoyar a Biden, pero incluso ella reconoció su floja actuación: «Fue un comienzo lento, no hay duda, pero tuvo un final fuerte».

De cara al público, el partido demócrata defendió la capacidad del presidente para dirigir el país, mientras en su seno rondaba una cuestión: quién puede reemplazar a Biden. Comenzaron a salir nombres: la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer; el senador de Ohio Sherrod Brown; la secretaria de Comercio, Gina Raimondo; el gobernador de California, Gavin Newsom...

La sustitución de Biden no es fácil. Los delegados que le apoyaron en las primarias se sienten en la obligación de mantener su sostén. El Comité Nacional Demócrata podría reunirse antes de la apertura de la convención el 19 de agosto y plantear la elección de otro candidato, pero esa opción apenas tiene recorrido si antes Biden no renuncia. De momento, el presidente no contempla esa posibilidad. Este viernes, en el mitin en Carolina de Norte, sus partidarios le pedían «cuatro años más».

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