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El presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, se ha inscrito en clases de perfeccionamiento para mejorar su juego de golf. No es un capricho. Forma parte de su estrategia diplomática. Pretende así, entre palos y hoyos, estrechar lazos en el futuro próximo con ... Donald Trump, gran aficionado a este deporte y que desde enero será presidente de Estados Unidos. Ese cargo aún lo ostenta Joe Biden, que afronta sus dos últimos meses en el mando con la extraña sensación de que ya es prácticamente invisible. Todos los líderes mundiales miran a su sucesor. En ese contexto, el actual jefe de la Casa Blanca está inmerso en su último viaje internacional. Ya está en Lima (Perú) para el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico y desde el lunes asistirá a la cumbre del G20 en Río de Janeiro (Brasil). Varios de los presidentes con los que tiene previsto encontrarse han hecho escala en Florida para visitar antes al magnate republicano. La voz que ya cuenta.
Tras 50 años de carrera política, la doble cita de Perú y Brasil supondrá el último servicio de Biden: tratará de asegurar el mantenimiento de la ayuda militar a Ucrania, visitará la Amazonía para enviar un mensaje contra el cambio climático e intentará engrasar las relaciones comerciales y geoestratégicas con China. En 2021, cuando se desplazó a su primera cita mundial tras batir a Trump en aquellas elecciones, dijo en tono tranquilizador: «América ha vuelto». Ahora el que está a punto de volver es el multimillonario neoyorquino, aislacionista, amigo de autócratas, negacionista en cuestiones medioambientales y partidario de los aranceles que tanto irritan a China y asustan a Europa. Y claro, aunque en las dos cumbres figura Biden, todos están pendientes de Trump.
La misión final del demócrata es «tranquilizar» a sus aliados, que asisten con «inquietud», según 'The Washington Post', al regreso a la Casa Blanca del líder republicano. Temen que Trump lamine las políticas desarrolladas por la Administración actual. «Biden no es sólo un pato cojo, sino un superpato cojo», asegura en el diario estadounidense Erin Murphy, investigadora de economías emergentes de Asia en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales. En su opinión, el mundo ha pasado la página de Biden y está pendiente de las decisiones de Trump y de las personas que ha elegido para aplicar sus medidas.
«Biden no está en condiciones de tranquilizar a nadie sobre la política de Estados Unidos a partir del 20 de enero. No puede garantizar nada», apunta en 'The New York Times' Richard Hass, expresidente del Consejo de Relaciones Exteriores. Y recuerda que el aún presidente ha consolidado alianzas convencido de que su país es más fuerte unido a sus aliados, mientras que Trump, en su anterior mandato, actuó con desdén en el escenario internacional. «De lo único que van a hablar los líderes mundiales de Asia-Pacífico y el G20 es del que no está allí, de Trump y de lo que pueden esperar de él», subraya Victor Cha, profesor de Asuntos Internacionales de la Universidad de Georgetown.
Es como si durante los discursos que va a dar el presidente que se va, los asistentes al foro estuvieran más atentos a las pantallas de su móviles y a los mensajes que el próximo presidente cuelga en X, la red social de uno de sus hombres fuertes en el Ejecutivo que viene, Elon Musk.
Así afronta Biden su último gran viaje presidencial. Aunque es consciente de que todos los países viven pendientes de su ausente sucesor, el demócrata intentará imponer su agenda. Tiene previsto un encuentro este sábado con el presidente de China, Xi Jinping. La cuestión de los aranceles que Trump ha anunciado para dificultar la llegada de productos chinos al mercado estadounidense estará sobre la mesa. Biden y Xi Jinping, que coincidieron como vicepresidentes en sus respectivos gobiernos, mantienen una relación cordial desde hace años. El pasado miércoles, el presidente demócrata recibió a Trump en la Casa Blanca. Fue un acto de tono amable para escenificar el traspaso de papeles y en el que Biden le recordó al republicano la importancia de mantener siempre una línea de contacto abierta con el Gigante asiático.
Pero Trump es imprevisible. Como advierte 'The New York Times', la política exterior de EE UU corre el riesgo de poner el «cronómetro a cero». Con todo, Biden mantendrá su línea de trabajo hasta el último asalto. Entre otros temas, abordará en Lima el tema de la inmigración sobre el que planea como una sombra la promesa electoral del magnate de realizar una deportación masiva.
La próxima semana, durante su estancia en Brasil para asistir a la cumbre el G20, visitará unas horas la selva amazónica. Nunca hasta ahora un presidente estadounidense había pisado esa zona, uno de los grandes pulmones del planeta. Es un gesto para recalcar que la lucha contra el cambio climático es vital. Aunque es también un mensaje que corre el riesgo de irse por el desagüe ante la intención anunciada por Trump de «perforar, perforar y perforar» en busca de más petróleo y gas.
En Lima y Río de Janeiro, Biden tratará de tranquilizar a un mundo que ya apenas escuchará al presidente saliente y que se prepara para el segundo mandato de Trump, incluso practicando golf.
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