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El veterano político de 83 años Bernie Sanders se ha convertido en la esperanza de las bases del Partido Demócrata para sacar a sus líderes ... de la apatía e iniciar la revolución progresista contra el presidente Donald Trump. El hombre a la izquierda del partido que retiró su candidatura para dejar a Joe Biden el paso libre para convertirse en el aspirante oficial a la presidencia en 2020 protagoniza una gira por varios Estados bajo el inspirado título de 'Combatiendo la oligarquía', donde denuncia los recortes del nuevo inquilino de la Casa Blanca y su gabinete de multimillonarios.
La cruzada ya tiene un efecto palpable. Tim Walz, el que fuera aspirante a vicepresidente en estas últimas elecciones, ha anunciado su propia gira motivadora para las bases. Hakeem Jeffries, el líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, ha organizado también una jornada en todo el país en apoyo al programa sanitario Medicaid. La senadora Elizabeth Warren lideró la semana pasada una multitudinaria manifestación frente al Capitolio de Texas y el congresista demócrata californiano Ro Khanna está a punto de comenzar un calendario de mítines en aquellas ciudades bajo control republicano menos adhesivas a los programas de Trump.
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Khanna, de 49 años y descendiente de una familia hindú, codirigió la última campaña presidencial de Sanders en 2020 y antes fue secretario de Comercio durante la presidencia de Barack Obama entre 2009 y 2011. Se define a sí mismo como capitalista progresista y su entorno le considera el heredero del pensamiento de Sanders, a quien define como un político «irremplazable» al estilo de Obama y Kennedy.
El representante californiano es uno de los pocos miembros del Congreso que no aceptan donaciones de empresas ni grupos de presión y acaba de reprochar a su partido que esta semana pasada diez senadores encabezados por el líder de la minoría, Chuk Schummer, apoyasen a los republicanos y aprobasen sin más la ley de financiación de la Casa Blanca. Esta norma se ha convertido en un instrumento de presión y negociación habitual entre el partido gobernante y la oposición, ya que de fondo se juega el cierre temporal de las agencias del Gobierno por falta de presupuesto. «Cuando el líder de la minoría en el Senado te vende, la única opción es recuperar el partido y el país con acivistas de base», ha criticado Khanna.
Next week, @AOC and I will be taking the Fighting Oligarchy tour out west.
— Bernie Sanders (@BernieSanders) March 14, 2025
We will be in Nevada, Arizona, and Colorado to hold town meetings with working people who are profoundly disgusted with what is going on in Washington, D.C.
I hope you'll join us. pic.twitter.com/Y6rp9RRmuD
Sus palabras reproducen la división existente dentro del Partido Demócrata sobre la estrategia a seguir contra la apisonadora política de Trump. Un sector considera que el presidente republicano se condenará a sí mismo con el tiempo debido a sus agresivos planes de recortes, la influencia de Elon Musk –que puede volverse antipática para los estadounidenses por su acentuado estilo de neoejecutivo tecnológico– y la falta de horizonte para que bajen los precios.
Otro sector demócrata, que arrastra a representantes cada vez más jóvenes, resulta en cambio partidario de la resistencia: una oposición más activa, agresiva y visible a los designios de la Casa Blanca.
Han pasado dos meses desde el cambio de presidencia y el partido sufre una crisis de acción y de liderazgo como nunca en su historia reciente. Joe Biden se ha retirado por completo desde que los propios demócratas le apearan de la posibilidad de ser reelegido este pasado verano. Solo reparte saludos ocasionalmente en actos más bien benéficos a título personal. Kamala Harris, la gran perjudicada de la debacle electoral, ha apostado por un estado de latencia. Sopesa su posible candidatura a gobernadora de California en 2026 mientras mide sus actividades públicas. La última se registró el 7 de marzo cuando tomó parte en una marcha en Selma (Alabama) para recordar cómo hace sesenta años se produjo allí una masacre al reprimir la Policía una marcha de activistas negros a favor de los derechos electorales en el puente Edmund Pettus.
En ese vacío que desorienta a miles de seguidores demócratas, Bernie Sanders convence con su discurso y un lema: 'Yo, no. Nosotros'. Algunos analistas consideran que esa narrativa inclusiva y más a la izquierda es lo que necesita el partido y lo que demandan sus bases frente a un Gobierno cada vez más ultraconservador. El veterano senador por Vermont arrastra enormes simpatías en las redes con su aspecto de abuelo a ratos gruñón, a ratos bonachón. Conecta con la calle. «Le encanta animar a sus simpatizantes», dice su equipo. No necesita a Beyoncé ni Taylor Swift, representantes para muchos de una élite demócrata. Se basta con sus enormes guantes contra el frío que una profesora de Vermont fabrica con plástico y otros materiales reciclados. Y habla a sus seguidores de cómo corre peligro su cobertura sanitaria, que la cesta de la compra sigue por las nubes y que un gabinete copado por ejecutivos tecnológicos y archimillonarios nunca hará planes económicos para la gente corriente.
Why do Trump and Musk want to cut programs that are important to the working class of this country?
— Bernie Sanders (@BernieSanders) March 12, 2025
The answer is simple: pic.twitter.com/7mzzoRtCYE
Así, y con duras críticas al presidente y a su asesor Elon Musk, va generando estusiasmo. Desde el 21 de febrero ha hecho escala en cinco Estados. Elige distritos donde hay mayor número de republicanos dudosos sobre Trump. Viaja con una chaqueta fabricada por su hijo en su empresa textil de Vermont. Su equipo fijó el primer mitin en Omaha, en el salón de un hotel para 600 personas. En una tarde se repartieron todas las sillas. Cientos de personas siguieron el discurso desde la calle. La siguiente parada fue en Iowa City. Un auditorio donde entraron miles de personas. Y la siguiente, Kenosha (Wisconsin). Allí llenó un estadio de béisbol.
El éxito y las demandas para que dé un discurso proceden de tantos lugares que su equipo ya estudia prorrogar la gira, con especial preferencia en aquellas ciudades que los líderes demócratas tradicionales no suelen visitar. «Se ha convertido en un fenómeno que nos pilla de sorpresa a todos, pero que revela la necesidad de muchos miles de estadounidenses de encontrar un revulsivo contra los recortes de Trump», opina su entorno. Y él responde: «En todo el país los ciudadanos están produndamente preocupados por el avance hacia la oligarquía. Cuando un puñado de multimillonarios toman decisiones trascendentales, resulta preocupante el avance hacia el autoritarismo».
Sanders es un veterano independiente que siempre ha tenido una relación complicada con los demócratas. Se ha postulado en dos ocasiones como candidato a la Casa Blanca, pero el partido rechazó presentarle en ambas, incómodo por sus teorías socialistas. En 2020 renunció a las primarias para darle todo el protagonismo a Joe Biden. Este pasado verano, se erigió en su defensor acérrimo. Denunció la existencia de un «pelotón de fusilamiento» contra la candidatura del longevo mandatario al que se habían sumado «demasiados demócratas».
El senador cuenta con una dilatada trayectoria política. Natural de Nueva York, su primer puesto público lo desempeñó como alcalde de Burlington, una ciudad del Estado de Vermont situada entre espesos bosques y a 150 kilómetros de Montreal (Canadá). Allí dejó su huella. Los medios la calificaron como el laboratorio de sus ideas: montó guarderías, fomentó el asociacionismo, promovió los derechos de las mujeres, y los programas juveniles y movilizó a la comunidad local para comprar y hacerse cargo de inmuebles para convertirlos en viviendas asequibles. Más del 90% de la población de Burlington es blanca, pero está considerado como un lugar sobresaliente de inmigrantes en el nuevo Estados Unidos dibujado por Trump.
Como anécdota, Sanders se presentó como independiente a la alcadía en 1981 y ganó el puesto por solo diez votos de diferencia sobre el entonces regidor del Partido Demócrata. Su izquierdismo siempre ha sido aprovechado por sus enemigos, y no solo republicanos, a la hora de competir por un escaño en el Senado o las primarias. Le recordaban cómo en una ocasión elogió el sistema de salud en la Cuba de Fidel Castro o su luna de miel en Moscú. Esa es una costumbre que no ha cambiado con los años. Esta semana pasada, con motivo de un mitin en Nebraska, el congresista conservador por este territorio Don Bacon dijo de él que «nos recuerda lo malo que es el socialismo demócrata», aunque, por fortuna, «los republicanos gobernamos aquí».
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