RAFAEL M. MAÑUECO
Martes, 29 de mayo 2018, 00:23
Román Abramóvich, de origen judío, 51 años y uno de los multimillonarios rusos más conocidos en el mundo por sus excentricidades y resplandeciente glamour, mantuvo siempre una estrecha relación con el presidente Vladímir Putin. Pese a ello, el magnate prefiere vivir fuera de ... Rusia. Tiene mansiones por todo el planeta, pero Londres ha sido durante mucho tiempo su ciudad predilecta.
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El destino le lleva ahora a Israel. La prensa hebrea asegura que llegó a Tel Aviv el jueves. Está tramitando el «restablecimiento» de su nacionalidad israelí con la intención de fijar en ese país su nueva residencia. El diario 'Israel Hayom' asegura que Abramóvich posee en Tel Aviv una parcela que le costó 21 millones de euros en el selecto barrio de Neve Tzedek y su intención ahora es construirse allí un palacete.
Al potentado ruso le caducó el visado británico el pasado abril y no ha logrado prolongarlo hasta la fecha. Por esta causa no pudo estar presente, el pasado día 19, en la final de la FA Cup entre el equipo del que es propietario, el Chelsea, y el Manchester United. Se perdió presenciar la victoria de los suyos por 1-0. Resulta que, tras el envenenamiento del exagente Serguéi Skripal y su hija, que provocó una crisis en las relaciones entre Londres y Moscú no superada todavía, la situación para los numerosos empresarios rusos residentes en el Reino Unido se ha complicado.
Su fortuna según la revista 'Forbes', se calcula en 10.800 millones de dólares (unos 9.200 millones de euros). Ocupa el lugar once en la lista de ricos rusos y el 139 a nivel mundial.
Negocios Es propietario del club de fútbol Chelsea, del 31% de las acciones del holding metalúrgico Evraz, del 24% del Primer Canal de televisión ruso y del 6% de las acciones de Norilski Nikel. Posee además minas de oro, cobre y plata en Chukotka, región de la que fue gobernador.
Por tierra, mar y aire Es famoso su yate 'Eclipse', el segundo barco más grande del mundo y equipado con sistemas similares a los de los navíos de guerra. Pero no es su única embarcación, tiene además los yates 'Luna' y 'Sussoro'. Para sus traslados aéreos se compró un Boeing 767 y dispone de varios vehículos de gama alta, un Ferrari entre ellos.
A Abramóvich, según la edición rusa de la revista 'Forbes', le exigen que aclare el origen de su fortuna y él parece haber optado por no hacerlo. Sabiendo de antemano que las cosas pintaban mal, el dueño del Chelsea había intentado ya en febrero obtener permiso de residencia en Suiza, pero no lo consiguió. Así que al inefable ricachón ruso le esperan las soleadas playas y paseos marítimos de Tel Aviv y su cielo azul. En Israel, Abramóvich tiene ya intereses y mucho dinero en inversiones a través de sus fundaciones, Norma Investments, Ervington Investments y Millhouse, en proyectos de todo tipo, pero especialmente en los sectores de las telecomunicaciones y las altas tecnologías.
Las autoridades israelíes lo elogian también por sus generosas donaciones. Según 'The Jerusalem Post', el magnate ruso se gastó en enero 25 millones de euros en crear en la Universidad de Tel Aviv un centro con 16 laboratorios para el desarrollo de nanotecnologías, que será el más importante en todo Oriente Próximo. 'Israel Hayom' informa, además, de la donación de 17 millones de euros al Centro Médico Sheba para su departamento de investigación radiológica.
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Según Alexánder Borodá, presidente de la Federación de Comunidades Hebreas de Rusia (FEOR), Abramóvich ha desembolsado a través de Millhouse unos 420 millones de euros en los últimos 20 años en ayudas a ellos y a la diáspora judía rusa con el fin de cubrir sus necesidades de adaptación en Israel y en otros países del mundo. Con el Chelsea, ha dirigido una campaña en los últimos meses contra el antisemitismo.
Pero Abramóvich figura en el llamado 'Informe del Kremlin' o 'lista de Putin', publicada en enero por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y en la que aparecen 210 personalidades y grandes empresarios próximos al presidente ruso y supuestamente implicados en los aspectos más negativos de su política. Ya entonces se advirtió que serían objeto de sanciones y, en abril pasado, se materializó la primera tanda de esas medidas punitivas. Afectó a siete magnates rusos, entre ellos Oleg Deripaska, a doce empresas y a 17 altos cargos del Gobierno y la Administración del Kremlin.
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Se desplomaron la Bolsa rusa y el rublo, la moneda nacional, pero Abramóvich quedó de momento a salvo. Los analistas de 'Forbes' creen que trasladando gran parte de su actividad económica a Israel, cuyas relaciones con Washington son ahora muy buenas, el magnate podría evitar que Estados Unidos le incluya en alguna de las nuevas tandas de sanciones que se avecinan.
El oligarca ruso mantuvo relación con Jared Kushner, el yerno del presidente estadounidense, Donald Trump, y con su hija Ivanka. Coincidieron en varias ocasiones, lo que ha levantado sospechas y es objeto ahora de investigación en el marco de la trama de la supuesta injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016.
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Abramóvich se separó el año pasado después de diez años de matrimonio de su última esposa, Daria Zhúkova, con la que tuvo dos hijos, Aarón y Leah. La pareja prometió, no obstante, continuar realizando juntos sus proyectos para promover el arte a través de la galería 'Garage' de Moscú, que dirige ella. Antes de su relación con Zhúkova, el empresario estuvo casado dos veces y es padre de otros cinco hijos.
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