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MERCEDES GALLEGO
Miércoles, 15 de noviembre 2017, 00:40
Rusia no era el único agente extranjero interesado en ayudar a Donald Trump en su camino hacia la Casa Blanca. Wikileaks también simpatizaba con la causa del irreverente magnate y estaba dispuesto a ayudarle. Al menos en cuatro ocasiones contactó con el hijo mayor del ... presidente, que también se había reunido tres meses antes con una abogada cercana al Gobierno ruso, que le ofreció «trapos sucios» sobre Hillary Clinton.
La ex secretaria de Estado siempre ha sospechado abiertamente de esta conspiración en su contra. Como prueba apunta a que apenas una hora después de que ‘The Washington Post’ publicase el vídeo de Access Hollywood en el que Trump presume de meterle mano a las mujeres cuando le da la gana, Wikileaks contraatacó publicando los emails de su jefe de campaña, obtenidos por piratas rusos. «En las siguientes 48 horas solo se habló de esos emails (de John Podesta)», ha dicho Clinton a la cadena ABC. «Fue una respuesta muy ingeniosa y diabólica al vídeo de Access Hollywood». Clinton cree que por su trabajo al frente del Departamento de Estado tanto Julian Assange como Putin tenían una vendetta personal contra ella.
Mentira
El primogénito del presidente respondió el lunes a las revelaciones de la revista ‘The Atlantic’ publicando en Twitter la breve correspondencia que mantuvo con Wikileaks a través de este medio. En su primer contacto la organización de Assange le informa de que está a punto de anunciarse la creación de una plataforma de acción política para atacar la candidatura de su padre ligándole a Putin y le proporciona la clave que han obtenido para acceder a esa página. «No sé quién está detrás, pero preguntaré. Gracias», le contesta Donald Trump Jr.
En el segundo contacto Wikileaks le pide que su padre hable de lo que ha publicado sobre Hillary Clinton. A los 15 minutos el magnate tuiteó: «¡Qué poco están recogiendo los medios deshonestos de la increíble información que ha publicado Wikileaks. ¡Es tan deshonesto! El sistema está amañado». En el siguiente mensaje con Trump Jr, Wikileaks le agradece que su padre «hable de nuestra publicación» y le sugiere que cuando vuelva a hacerlo añada en su tuit el enlace wlsearch.tk, correspondiente a una página que a estas alturas ya ha desaparecido. Trump no llegó tan lejos.
Una semana después le informa de que han hecho pública otra entrega con los emails del jefe de campaña de Clinton y le proponen un trato: «Fíltranos una de las declaraciones de impuestos de tu padre. El daño ya lo ha hecho ‘The New York Times’ y en cualquier momento pueden salir con algo más sesgado que distorsionarán lo más posible. Si nosotros lo publicamos aumentará dramáticamente nuestra percepción de imparcialidad y así lo que publiquemos de Clinton tendrá el máximo impacto, porque no se nos verá como una fuente pro-Trump, pro-Rusia».
Con ese cinismo actuaba la organización de Assange, que proporcionó al primogénito de Trump una dirección electrónica para que se la mandase. No parece que lo hiciera, pero pudo servir para establecer otra vía de comunicación al margen de Twitter. Si algo valora más que nada el presidente es la privacidad de sus declaraciones de impuestos, que esconden décadas de tratos inmobiliarios. Cuando descubrió que el director del FBI James Comey había tenido acceso a ellas, le despidió fulminantemente, desatando así la polémica y el nombramiento de un fiscal especial.
Nada de esto demuestra que hubiera contubernio entre la campaña de Trump, Rusia y Wikileaks para interferir en las elecciones, pero sí queda claro que cuando el primogénito de Trump calificó de «ridícula» la posibilidad de que hubieran interferido a favor de su padre, mentía, porque ya entonces conocía con claridad sus intenciones y simpatías.
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