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El efecto mariposa permite que el coronavirus expanda su daño multilateral. La crisis sanitaria se ha traducido en una catástrofe económica que salta fronteras y surca océanos. La pérdida de empleos genera paro y pobreza en el norte y el sur, tan dependiente del primero. ... Las remesas de los emigrantes es uno de esos apartados más perjudicados ya que, según estimaciones del Banco Mundial, estos envíos experimentarán una caída del 20% a lo largo del presente año después de que en 2019 alcanzaran su máximo histórico con 554.000 millones de dólares (unos 513.000 millones de euros).
Numerosos dramas domésticos se esconden bajo esta reducción inesperada. «El recorte es mucho más importante de lo que parece ya que se trata de grupos muy vulnerables y ese súbito descenso puede suponer el no poder alimentar a tus hijos o dificultar la educación», explica Alberto Ares, director del Instituto Europeo de Migraciones. EL CORREO ha sondeado las repercusiones de esta merma en dos comunidades de expatriados y sus respectivos países, dos ejemplos que condensan la repercusión de la pandemia entre los trabajadores extranjeros. Mientras que el colectivo marroquí constituye el más numeroso de los presentes, el latinoamericano, uno de los últimos en incorporarse, ha crecido rápidamente en los últimos años gracias al incremento de las peticiones de asilo y la política hostil del presidente Trump hacia los flujos de personas procedentes de Centroamérica.
La población procedente del reino alauí supera los 800.000 miembros y, anualmente, envían en torno a 1.700 millones de euros a su tierra de origen. «Solemos mandar entre 50 y 150 euros mensuales y esa suma constituye el 10% del Producto Interior Bruto», asegura Mohammed el Gheryb, presidente de la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes (Atim). «El descenso a lo largo de los dos últimos meses ha podido ser del 90% porque la gente tiene que subsistir aquí».
Egipto, México, China, India y Filipinas, constituyen los máximos receptores de este tipo de ingresos en el planeta, pero El Salvador se incluye entre los diez con mayor dependencia de este recurso, condición que lo convierte en un Estado prácticamente subsidiado.
Las remesas no son la única aportación de la diáspora. «La economía se estimula también por los pagos que realizan los compatriotas en Europa antes de viajar en verano», añade, y alude a la existencia de una gran actividad relacionada con las frecuentes visitas de los más cercanos y la residencia de verano en el país. Durante los meses previos se contrata a pintores y carpinteros, o se compran muebles y otros equipamientos. «Es un estímulo que ayuda a subsistir a muchos gremios y este año no se producirá porque muchos no bajarán ante el temor de no poder regresar por imprevistas medidas de confinamiento y ese temor también afectará al turismo», indica. A su juicio, la Administración no responde ante el desafío. «Como si no existiera», lamenta.
La situación resulta aún más grave en El Salvador. Las transferencias de sus emigrantes suponen el 16% de su Producto Interior Bruto y a lo largo del pasado mes cayeron más de un 40%, sobre todo por la incidencia de la pandemia en Estados Unidos, destino del 90% de sus inmigrantes. «Allí la gente no vive, sino que sobrevive», asegura Alexander Arana, presidente de la entidad La Voz de los Salvadoreños en España. «Hay unos 40.000, aunque muchos no están censados, y la mayoría ha entrado en los últimos años ante la dificultad de cruzar la frontera con Estados Unidos y la exención de visa para entrar en la península».
El esfuerzo de los recién llegados es mucho mayor que en el caso anterior. La media de los envíos alcanza los 300 euros y este esfuerzo económico sólo se lleva a cabo con grandes privaciones de los emigrantes, que, a menudo, tan sólo pueden acceder al alquiler de una habitación. «Los hombres lo tienen mucho más difícil para encontrar empleo y algunos incluso han solicitado el retorno voluntario», alega. Los envíos alcanzan para gastos básicos como la alimentación y la vivienda. «No se puede plantear ninguna inversión productiva», advierte. «Si abres cualquier negocio, las pandillas te despluman».
El confinamiento ha privado de empleo a los salvadoreños en España, a menudo carentes de cualquier tipo de prestación social, y, paralelamente, la cuarentena ha provocado estragos en el territorio centroamericano. En algunos municipios del país, los vecinos colocan banderas blancas en las ventanas para demandar alimentos. El estricto control policial y militar impuesto a raíz de la pandemia ha coincidido con un recrudecimiento de la guerra contra las maras, la delincuencia organizada que asola el país. «Ahora intentamos hacer llegar bolsas con víveres a los necesitados tanto allí como aquí», señala Anaya. «Pero el futuro es imposible si no se recupera el flujo de las remesas. Sin ese dinero, El Salvador se hunde».
20% será la caída que experimentarán los envíos de dinero de los emigrantes a sus países de origen.
513.000 millones de euros movieron el año pasado las remesas de los emigrantes según el Banco Mundial.
150 euros mensuales suelen mandar los 800.000 marroquíes asentados en España a su país, lo que durante el año supone el 10% del PIB.
El nepalí Pradeep Raj Lamsal trabajaba en Dubái y solía enviar a su familia 458 de los 687 euros que ganaba al mes. La pandemia le ha dejado sin trabajo para los próximos seis meses y ahora se plantea regresar a Nepal. Esa vuelta supondrá un duro golpe para la economía del país del Himalaya, que depende en buena parte del dinero que envían trabajadores como Lamsal. Y es que sólo en 2019, las remesas ascendieron a 7.920 millones de euros, lo que supuso el 27,3 % del Producto Interior Bruto de Nepal, según datos del Banco Mundial, que prevé para este año una caída del 14% por los efectos de la pandemia del Covid-19.
Es más, según un reciente informe de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), la pandemia podría acabar con 25 millones de empleos en todo el mundo. El Fondo Monetario Internacional prevé en 2020 una contracción en los países del Golfo, uno de los principales destinos para los nepalíes en busca de trabajo, lo que Nepal considera una catástrofe. Solo en Emiratos Árabes residen 224.905 de sus compatriotas.
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