

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
pedro ontoso
Domingo, 5 de junio 2022, 00:12
El filósofofo Jürgen Habermas, padre de la teoría de la acción comunicativa, acaba de escribir que «la presencia mediática de los acontecimientos de esta contienda (Ucrania) domina nuestra vida cotidiana como nunca», con mensajes sobrecogedores que se autorrefuerzan con el eco que provocan en las redes sociales de Occidente. La 'culpa' es del interminable número de enviados especiales que, pese a todas las dificultades, informan sobre el terreno.
Una misión que según la organización Reporteros Sin Fronteras ya ha costado la vida a ocho periodistas desde que el 24 de febrero Rusia invadió Ucrania. El último, el pasado lunes, el cámara francés Frédéric Leclerc-Imhoff, de 32 años, alcanzado por un fragmento de metralla en el cuello cuando el convoy de evacuación humanitaria al que acompañaba en Lugansk, en la región de Donbás, fue atacado por la artillería rusa.
Además de los ocho informadores muertos ya en los 101 días de esta guerra, Reporteros Sin Fronteras ha documentado medio centenar de ataques contra periodistas y medios, así como asaltos y robos a otros 120 profesionales de la comunicación.
También las tropas rusas tienen periodistas de su país empotrados en sus divisiones, a los que se les asigna la función de «hacer que cunda el odio hacia el enemigo» y de los que no se conocen posibles bajas.
Asistimos pues a una guerra en directo gracias a las nuevas tecnologías de las que hoy en día disponen los informadores, pero el origen del reporterismo bélico se encuentra, curiosamente, en este mismo escenario, en la península ucraniana de Crimea, hace 168 años. Fue entonces cuando el que ha sido considerado como el primer corresponsal de guerra, William Howard Russell, enviado por el 'Times' cubrió la contienda que enfrentó a los imperios ruso y otomano, y a la que se vieron arrastrados británicos y franceses entre 1853 y 1856. Para aquellos años ya se habían realizado incontables demostraciones de las bondades del telégrafo, que permitía la comunicación a larga distancia. Se podían ofrecer noticias casi en tiempo real.
La figura de Russell con su gorra y barba de Dostoyevski, abrigado con un tabardo, guantes de cuero blancos y unas botas impecables, y su inseparable cuaderno de campo, se hizo familiar en la primera línea. Sus crónicas, que recogían las penalidades de los soldados y el espanto de las batallas, también tuvieron un efecto estremecedor entre los ciudadanos porque eran 'sus' víctimas y agitaba sus emociones, como hace notar Habermas sobre la actual invasión de Ucrania.
La de Crimea fue una guerra brutal, que dejó cerca de medio millón de muertos. El periodista también se tuvo que enfrentar a la censura militar británica que argumentaba que sus informaciones podían ser utilizadas por las potencias enemigas y, además, desmoralizaban al país cuando se hablaba de bajas y de derrotas. El axioma de que la primera víctima de la guerra es la verdad es tan antiguo como la propia guerra.
Russell estuvo en la famosa batalla de Balaclava, en octubre de 1854, donde los rusos fueron derrotados en su intento de romper el cerco de Sebastopol. Uno de los episodios icónicos de aquella batalla fue la carga de la Brigada Ligera por parte de la caballería británica, que ha pasado al imaginario popular como una acción heroica, cuando en realidad fue una desastrosa intervención militar. El cine se ha encargado de alimentar esa visión romántica de caballeros dragones, lanceros y húsares enviados a la muerte por unos mandos incompetentes. Hasta el grupo de 'heavy metal' Iron Maiden creó una canción sobre la famosa carga, que también inspiró a pintores y poetas.
En otro de los episodios de aquella batalla fue donde Russell acuñó la expresión 'la delgada línea roja' (the thin red line) para describir la línea de defensa de un regimiento de 'highlanders', escoceses uniformados con casacas en las que destacaba el color rojo, frente al avance de la caballería rusa. El periodista se refería a la sangre fría de los soldados que formaron aquella línea y frenaron la carga de sus enemigos, cosacos sobre todo. Luego se ha utilizado como metáfora para definir líneas imaginarias que no se deben cruzar.
En la invasión que destruye ahora Ucrania se han sobrepasado algunas de esas líneas con los crímenes de guerra que hay que documentar. Los periodistas también juegan ahí un papel. Los reporteros ucranianos han sido reconocidos con una mención especial en los premios Pulitzer «por su valor, aguante y compromiso», una distinción que habría que ampliar al resto de informadores que se juegan la vida en la zona. Ocho periodistas han muerto ya en Ucrania porque son un objetivo preferente, pero no se puede olvidar que sólo en México son una docena los que han caído en lo que va de año. Es la sangre derramada por el periodismo libre.
William Howard Russell no murió escribiendo crónicas en el frente de Crimea, pero su valor y espíritu crítico le han inmortalizado. Un busto con su figura destaca en la Catedral de San Pablo, en Londres, donde se rinde tributo a las tumbas de héroes británicos como el almirante Nelson o el duque de Wellington, y se recuerdan leyendas como Lawrence de Arabia. Cuando en el invierno de 1940 las bombas alemanas cayeron sobre el templo anglicano, algunos de los proyectiles llegaron hasta la misma cripta donde se mantiene la memoria del corresponsal. Hay una imagen tomada el 29 de diciembre de aquel año, del fotógrafo del 'Daily Mail' Herbert Mason, en la que la cúpula de San Pablo sobresale como un faro entre el humo de los incendios provocados por los bombardeos.
En el Frontline Club de Londres, institución que honra la memoria de los periodistas fallecidos en primera línea de fuego, se conserva un retrato de Russell junto a sus inseparables y relucientes botas. En su tumba del London's Brompton Cemetery sus compañeros colocaron una placa en la que se recuerda que fue el primer corresponsal de guerra.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.