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Una posible cumbre entre Estados Unidos e Irán. Un acuerdo para modernizar las reglas de la fiscalidad internacional. Una crisis -la del vino francés y los gigantes de internet- desactivada. Una ayuda financiera para combatir los incendios de la Amazonía. Una cumbre en septiembre ... entre Ucrania y Rusia. Y China y Estados Unidos un poquito más cerca de volver a sentarse a la mesa. Las expectativas no eran muchas -por no decir ninguna- y quizás por ello el sentimiento general que impregnaba el ambiente al cierre de la cumbre del G-7 ayer en Biarritz fue de que no habían sido días estériles. A Macron incluso le supo a un pequeño triunfo.
Todo hacía prever que la reunión de las siete grandes democracias industrializadas (EE UU, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón) podía ser, cuanto menos, explosiva, debido a la división de sus miembros y, en gran parte, al animador-reventador por excelencia de estos encuentros, el imprevisible presidente norteamericano, Donald Trump, que antes incluso de despegar de Washington dinamitaba los pocos puentes que le quedaban con China e incluso amenazaba con imponer «aranceles como nunca antes hayan visto» al vino francés. Ayer, sin embargo, las palabras optimistas del presidente galo, Emmanuel Macron, y su homólogo americano al cierre de la cumbre dejaba abierta la puerta a la esperanza.
Sin duda, el gran anuncio del cierre fue la futura cumbre entre Estados Unidos e Irán, que podría celebrarse en las próximas semanas. De producirse, supondría un paso importante para apaciguar las tensiones en la región, que han ido in crescendo desde que Trump decidió abandonar el año pasado el acuerdo nuclear firmado en 2015 para frenar el programa nuclear persa, y volvió a imponer sanciones al país asiático. Trump dijo ayer que estaría dispuesto a reunirse con su homólogo de Teherán, Hassan Rohaní, «si las circunstancias son las correctas». Macron llevaba pergeñando este posible acercamiento desde la semana pasada. El viernes recibió al ministro de Exteriores iraní en el Elíseo y al día siguiente, en el almuerzo que Trump y él mantuvieron justo antes del comienzo de la cumbre, el presidente francés tuvo dos horas a solas con el estadounidense para explicarle sus planes. Pensaba invitar a Javad Zarif a Biarritz. Trump dio su acuerdo. El plan estaba en marcha.
Ayer por la mañana, Rohaní había dado a entender que no diría que no a encontrarse con su archienemigo. Las relaciones entre ambos países están rotas desde 1979. «Si a consecuencia de una reunión se resuelven los problemas de la gente, no me detengo en aras del interés nacional», había declarado. El camino parecía algo menos pedregoso. El pequeño milagro se anunciaba en la rueda de prensa que el francés y el estadounidense dieron en la tarde de ayer, y que sirvió de paso de testigo para la celebración del G-7 del año que viene, que tendrá lugar en Miami. Trump dijo que el Irán de hoy «no es el país que era» hace dos años y medio, cuando él llegó a la Casa Blanca. Macron aseguró que se habían creado las condiciones para que se produjera un encuentro entre Trump y Rohaní. El estadounidense no opuso resistencia.
225 millones de euros fueron aprobados ayer por los países del G-7 en apoyo de la iniciativa AFAWA del Banco Africano de Desarrollo (BAfd) destinado a apoyar a las mujeres emprendedoras.
Próxima cita en Miami. Donald Trump, que el año próximo será anfitrión del G-7, tiene en mente organizar la cumbre en uno de sus campos de golf del complejo turístico Doral, cerca de Miami. «Es un gran sitio. Cuenta con una superficie enorme, por lo que podremos controlar todo», señaló.
El otro gran frente abierto por Estados Unidos, el de la guerra comercial con China, también pareció ayer suavizarse, aunque no está claro que se trate de un logro de la cumbre. Es posible, sin embargo, que la brisa marina de Biarritz lograra relajar a Trump, que llegó quemando los puentes con Pekín -anunció una brusca subida de aranceles para prácticamente todos los productos chinos justo antes de aterrizar en Francia y amenazó con retirar a las empresas estadounidenses del país asiático-, luego admitió de alguna forma que se había pasado («¿Se arrepiente?», le preguntaron, a lo que contestó «sí, ¿por qué no?»), para pocas horas después cambiar otra vez de idea. Ayer, un complacido Trump anunciaba que Pekín quiere volver a sentarse a la mesa y que las conversaciones podrían avanzar «muy pronto».
Quienes parece que también volverán a sentarse a la mesa son Ucrania y Rusia. Lo harán en septiembre, acompañados de Francia y Alemania, para intentar obtener «resultados concretos», señalaron los miembros del G-7 en una escueta declaración final. «Gracias a los intercambios de las últimas semanas, creo que podemos tener avances concretos en temas como los prisioneros, la línea del frente o la transición política», señaló Macron ayer.
La anexión de la península de Crimea por parte de Rusia en 2014 y la guerra fronteriza desatada entonces empujaron a los miembros del entonces G-8 a expulsar a Moscú del selecto grupo. Trump quiere que Vladímir Putin vuelva a sentarse en esta mesa de grandes. «Mejor tener a Rusia dentro de la tienda de campaña que fuera», insistió ayer, pero por el momento la cuestión no se contempla. Es necesaria la unanimidad de los miembros y no hay consenso.
Otra crisis -también provocada por el rubio presidente- consiguió ayer desactivarse. Los viticultores franceses podrán dormir -por ahora- tranquilos ya que París y Washington lograron cerrar un acuerdo sobre la conocida como 'tasa GAFA', por los gigantes de internet Google, Amazon, Facebook y Apple. Macron consiguió convencer a Trump para que no impusiera nuevos aranceles al vino francés en represalia por la implantación en Francia de este impuesto, que gravará con un 3% la facturación de las grandes empresas del sector digital con más de 750 millones de euros de ingresos. Hasta la fecha, estos mastodontes apenas pagan impuestos allá donde prestan servicio, ya que establecen sus sedes en países con muy baja fiscalidad.
El pacto, en realidad, va más allá. Los países del G-7 han logrado alcanzar un acuerdo para modernizar las reglas de fiscalidad internacional, para todas las empresas, no sólo las digitales. Será la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) la encargada de encontrar el mecanismo adecuado, que debería de estar listo para la próxima cumbre del G-20 el año que viene. Ayer, Francia se comprometió a retirar su tasa GAFA una vez se implemente la nueva fiscalidad, y a reembolsar la posible diferencia que haya cobrado de más a estas empresas, en su mayoría estadounidenses. Trump parecía contento e incluso bromeó en la rueda de prensa que ofreció junto al anfitrión sobre el hecho de que se viera a su esposa Melania bebiendo vino -francés, por supuesto- en la cena oficial de la cumbre el domingo. «Oh, ¡a la primera dama le encanta!».
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