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Viernes, 15 de mayo 2020, 18:59
Ganvié, la 'Pequeña Venecia', es un poblado a orillas de una laguna fundado hace siglos por personas que huían de la esclavitud. En la imagen, barcazas se arremolinan junto al mercado.
Una joven de Ganvié espera a que escampe la lluvia para salir a vender la pesca que ha recogido su familia.
La actividad es incesante en los mercados africanos, como éste de Ganvié, situado a las afueras de Cotonou, la ciudad más populosa del país.
Dos amigos echan la partida en un futbolín desvencijado que alguien ha abandonado junto al embarcadero de Posotomé.
La noche se cierne sobre la playa de Ouidah, al sur del país. De aquí partía una de las principales rutas de esclavos que asolaron África durante siglos.
Aldeanos de Ouidah recogen las artes de pesca al término de la jornada. Los frutos del mar se venderán en la propia playa, donde se improvisan subastas.
Un fetiche trata de adelantarse a la tormenta que se cierne sobre Porto Novo, una ciudad con grandes bolsas de pobreza pero indudable sabor portugués.
Niños juegan al futbolín en las inmediaciones de la mezquita de Porto Novo, antes iglesia católica.
Mujeres de la etnia Fulani, ataviadas con ropas de vivos colores, deján atrás el campamento donde se levantan sus chozas para lavar la ropa en el río.
Un joven de Posotomé muestra orgulloso las fotos de su familia. Vive en una casa de adobe con techumbre de uralita, sin agua corriente ni luz.
Las peluquerías son el negocio más extendido en el país. Más allá de su evidente cometido, son centro de reunión para los vecinos, grandes conversadores.
A las afueras de Cotonou, aldeanos venden a pie de carretera animales muertos que luego se utilizarán en las ceremonias de vudú.
Todo es desmesurado en África, también la fauna. En la imagen, un hombre sostiene un lagarto que ha cazado en las inmediaciones de su casa y que ahora se propone vender.
El combustible entra de contrabando por la vecina Nigeria. Así, el modo de repostar más habitual es con grandes botellas de vidrio, una práctica que ha desbancado a los surtidores, donde las ventas están sujetas al pago de impuestos.
Fetiches posan a la puerta del templo en Abomey, antigua capital del país, donde las calles son todavía de tierra y las supersticiones tienen rango de ley.
Ade, Elepeke, Djoubari... los fetiches ponen en comunicación este mundo con el de los muertos. Tienen gran predicamento en un país que, al menos sobre el papel, es de mayoría cristiana.
Gallinas y cabras yacen en el suelo tras haber servido de ofrenda en una ceremonia de vudú celebrada en Djeregbe.
El Templo de las Pitones es la atracción local de Ouidah. Los ofidios inundan un edificio de barro y son cuidados con esmero por el vigilante, que no tiene reparos en tumbarse con ellos y ofrecérselos al público.
Una mujer espera con sus mejores galas y rodeada de antorchas el inicio de una ceremonia en Abomey.
Multitudinaria fiesta en Ouidah, donde la gente se echa a la calle y se entrega a los bailes hasta el paroximo.
El centro de Abomey ofrece bares donde tomarse un refresco, hidromiel y hasta cerveza, pero sobre todo conversación. La llegada de extranjeros a menudo adquiere tintes de acontecimiento.
Cayucos de madera en la playa de Ouidah, esperando para hacerse a la mar. Su colorida ornamentación recuerda a las barcas con que los portugueses practican todavía hoy la xávega en la costa atlántica de Aveiro.
La religión mayoritaria en Benin es el cristianismo, pero sus habitantes no olvidan el animismo que hunde sus raíces en el mundo tribal, lo que en la práctica da pie a curiosas interpretaciones.
Hebiosso es el vudú del cielo, que se manifiesta en forma de rayos y truenos. Esta considerado también un instrumento de justicia que castiga a ladrones, rufianes y delincuentes.
Ceremonia religiosa en Ouidah, al sur de Benin. Mujeres y hombres se ponen sus mejores galas para el que es, sin duda, el acontecimiento social de la semana.
Los habitantes de Abomey guardan las distancias con el fetiche, que amenaza con causar la muerte a todo aquel que roce sus vestiduras.
El rey Tofa IX, en su trono de Porto Novo. Su padre era un esclavista y hace años hizo una tournée por Estados Unidos para pedir perdón.
Tofa IX rodeado de su familia. Asegura que sólo dos son sus esposas oficiales (quizá influya que es un monarca con escasos recursos) y que el resto son cuñadas y acompañantes.
Preparando una ceremonia evangélica cerca de Dassa-Zoumé.
Piel de serpiente y animales desecados a la venta en el Merkato de Cotonou, un comercio orientado a las ceremonias de vudú.
Fetiches elaborados en madera y adornados con conchas marinas, también con destino a las celebraciones religiosas.
Un hombre se oculta tras la cabeza de un ciervo en una tienda de souvenirs de Cotonou.
Ceremonia a la luz de las antorchas en un parque de Ouidah. 'Vudú' significa espíritu.
Participantes en una ceremonia en Ouidah. Los danzantes, volcados en su papel, entran en una espiral delirante y llegan a autolesionarse.
Un hombre separa a este fetiche de Abomey de la multitud que se protege de la lluvia. Está prohibido tocar sus vestiduras bajo pena, dicen, de muerte.
En la ciudad de Ouidah se reúnen a principios de enero los principales cultos de vudú del África Occidental para celebrar sus rituales y ceremonias.
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