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CARLOS BENITO
Viernes, 15 de marzo 2019, 13:58
La Policía neozelandesa casi no ha difundido detalles sobre los detenidos por los atentados de Christchurch, así que, de momento, el perfil más completo que tenemos de uno de ellos es el que ha escrito él mismo. Los vínculos entre identidades y acciones todavía no ... están del todo claros, pero el australiano Brenton Tarrant, de 28 años, parece ser el autor del tiroteo -transmitido en directo y en cámara subjetiva a través de las redes- y también quien redactó el manifiesto publicado antes del atentado, un texto que incluía un enlace para ver el vídeo del ataque. Sus 74 páginas son una combinación de autobiografía, supuesta justificación del crimen y tópicos de la propaganda neonazi.
El terrorista se describe como «un hombre blanco normal de una familia normal», pero también como etnonacionalista y fascista. En su argumentación no faltan las referencias al supuesto «genocidio blanco» ni tampoco la cita textual de las '14 Palabras', un lema inspirado en los escritos de Hitler, acuñado por un exmiembro del Ku Klux Klan y elevado en los últimos años a expresión última del credo supremacista: «Debemos asegurar la existencia de nuestro pueblo y un futuro para los niños blancos». En esa línea, Tarrant cita como sus objetivos la «venganza por los cientos de miles de muertes que han causado los invasores en tierras europeas a lo largo de la historia», por «el esclavizamiento de millones de europeos arrebatados de sus tierras por los esclavistas islámicos» y por «los miles de vidas europeas perdidas en ataques terroristas», además de expresar su voluntad de «reducir la tasa de inmigración en las tierras de Europa mediante la intimidación y la eliminación física de los propios invasores». Dice, además, que cuenta con la bendición de Anders Breivik, el neonazi que en 2011 mató a 77 personas en Noruega.
Según detalla el manifiesto, el propósito de realizar el atentado le surgió en 2017, cuando estaba de viaje por Europa. Se le ocurrió, concretamente, en un pueblo del este de Francia, ante un centro comercial donde «había dos invasores por cada hombre o mujer franceses». También visitó otros países de la UE, entre ellos España y Portugal. El manifiesto parece estar redactado para obtener la mayor repercusión internacional posible, ya que, además de esas repetidas referencias al conjunto de Europa, a Noruega y a Francia, también menciona el Brexit, diversos referentes estadounidenses (desde Donald Trump y la constitución estadounidense hasta la activista conservadora Candace Owens), el conflicto de Kosovo y a la niña sueca Ebba Akerlund, una de las cinco víctimas mortales del atentado yihadista de Estocolmo de 2017. La chocante variedad de referencias se completa con las imágenes de cargadores difundidas a través de las redes sociales, en las que aparecen nombres y hechos históricos que, supuestamente, el autor o autores del atentado consideraban referentes para su acción.
En esas inscripciones conviven las batallas de ejércitos europeos contra el Imperio Otomano con los nombres de autores de asesinatos y matanzas de índole xenófoba y racista. Es un batiburrillo que abarca desde Don Pelayo (escrito Pelayu, en asturiano) hasta el italiano Luca Traini, que el año pasado abrió fuego contra un grupo de inmigrantes africanos; desde Novak Vujosevic (un montenegrino que en el siglo XIX luchó en la batalla de Fundina) hasta Josué Estébanez, el militar vasco que asesinó a un antifascista de 16 años en el metro de Madrid. En la ciudad australiana de Grafton, algunos vecinos han identificado en el vídeo a Tarrant, que trabajó como entrenador personal en un gimnasio local hasta 2011, cuando se marchó a recorrer Asia y Europa.
El atentado ha conmocionado a la población neozelandesa, tanto por el propio horror de los hechos como por la posibilidad de que sean la expresión de la radicalización ideológica de parte de la ciudadanía. «Hay signos que apuntan a un núcleo podrido de nuestra sociedad que podría haberse identificado antes», ha escrito el comentarista David Fisher en 'The New Zealand Herald'. En realidad, el debate sobre un supuesto auge de la ultraderecha en esta parte del planeta ya cobró actualidad hace un par de años, cuando el 'Washington Post' publicó un controvertido artículo de opinión sobre el «envenenamiento» de la sociedad neozelandesa. La tesis del diario estadounidense partía del éxito relativo de New Zealand First, un partido de derecha populista y nacionalista, defensor de políticas muy restrictivas de la inmigración, que obtuvo solo el 7,2% del voto en las elecciones de 2017 pero actuó como bisagra para decidir el Gobierno.
En la vecina Australia, las mismas tesis neonazis que invoca el manifiesto llegaron el año pasado al Senado de la mano de Pauline Hanson, líder del partido One Nation, que presentó una moción contra «el deplorable aumento del racismo antiblanco y de los ataques a la civilización occidental». Meses antes, otro representante de esa misma formación había exigido una «solución final» para la inmigración: a posteriori, aseguró no saber que esa expresión designa el plan de extermino de los judíos durante el Tercer Reich.
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