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Shinzo Abe tenía un proyecto singular para Japón. Lo resumía en su evocación de la recuperación de la normalidad histórica, desembarazada de las hipotecas del pasado. De visión conservadora y nacionalista, nunca se esforzó por disimular sus visiones políticamente controvertidas, como el revisionismo respecto al ... papel de Japón en la Segunda Guerra Mundial (desde las mujeres de solaz a los criminales de guerra, entre los que se encontraba un abuelo suyo), que siempre le han valido la indignada queja y la reprobación de los países vecinos. Para Abe, la reconstrucción de la identidad y el orgullo nacional nipón pasaban por una interpretación menos acomplejada de la controvertida historia reciente, que exhibía con sus polémicas visitas al santuario Yasukuni.
Lo suyo era apuntar a lo estructural. Junto al eje histórico citado, por ejemplo, su 'Abenomics' planteaba reformas de cierto calado orientadas a recuperar el impulso de una economía que se había alejado del esplendor de décadas pasadas; todo ello sin abdicar del libre comercio, muy al contrario, ni tampoco de los acuerdos comerciales multilaterales. Y en lo político, su apuesta por reformar el artículo 9 de la Constitución para ampliar las capacidades de las fuerzas de defensa incidía en una ambición por lograr el renacimiento económico, político y militar del país, en disputa sostenida con la vecina China por el coliderazgo de la Asean. No sorprende por ello que siempre se destacara como un firme valedor de Taiwán, más aún cuando ya se había alejado de las responsabilidades de gobierno. Hoy, su enfoque de la seguridad de Japón es compartido abiertamente por el primer ministro Fumio Kishida, en tiempos referente del ala prochina de su partido.
Su visión estratégica le llevó a desentenderse de aquel desvarío del presidente Donald Trump de sepultar el Acuerdo Transpacífico. Abe tomó entonces la iniciativa de negociar con los once miembros restantes del pacto original para evitar entregar el liderazgo económico de la región a China, un empeño que en Tokio sigue tropezando con la estrategia de EE UU para la región, entrampada en propuestas que no acaban de cuajar.
Abe, por tanto, no solo ha sido una referencia del liderazgo en su partido, el Liberal Democrático, sino una figura clave del Japón contemporáneo, contribuyendo a trazar las vigas maestras de una política firmemente comprometida con el campo de las democracias liberales. Aunque otros líderes perseveren en su orientación estratégica, su trágica muerte supone un punto de inflexión en la política nipona. Y la anormalidad de esta conmoción en un país habitualmente alejado de estos episodios constituye una llamada de atención sobre los efectos de una atmósfera política que precisa recuperar el sosiego. En Japón y en todo el mundo.
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