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Parece mentira que un avión de más de 60 metros de largo, capaz de despegar con un peso de casi 300 toneladas, pueda desvanecerse sin dejar ni rastro con 239 personas a bordo. Pero es lo que hizo el Boeing 777-200ER de Malaysia Airlines ... el 8 de marzo de 2014, cuando operaba el vuelo MH370 entre Kuala Lumpur y Pekín. Nunca llegó a su destino, y es posible que nunca se llegue a saber por qué: Malasia dará por concluida la búsqueda hoy.
Cesarán las operaciones que inició el pasado mes de enero la compañía americana Ocean Infinity, especializada en exploraciones y generación de mapas submarinos. Fue esta empresa la que recogió el guante después de que se suspendiese la búsqueda oficial en enero de 2017, y lo hizo convencida de que daría con el Boeing en tres meses. El Gobierno malasio acordó el pago de hasta 70 millones de dólares si encontraban el avión, pero el rastreo de los 25.000 kilómetros cuadrados del Océano Índico en los que se cree que se estrelló no ha dado ningún resultado.
En más de 1.500 días de búsqueda solo se han hallado dos buques naufragados en el siglo XIX. No obstante, sí que se han recuperado algunas de las piezas del aparato, aunque a gran distancia de donde cayó. La más importante, un 'flaperon' del ala, apareció en la isla francesa de Reunión y sirvió para confirmar el accidente y descartar las descabelladas teorías que hablaban del robo intencionado por parte de servicios de inteligencia y hasta de la abducción extraterrestre.
Pero lo cierto es que los analistas que han escrutado todos los datos, sobre todo los de radar y las señales automáticas que emitieron los motores, no tienen ni idea de lo que sucedió. Últimamente, algunos apuntan a la posibilidad de que se diera a bordo un episodio como el que protagonizó Andreas Lubitz a los mandos del avión de Germanwings que estrelló en los Alpes: el capitán Shah lo utilizó para suicidarse porque su mujer había descubierto que tenía amantes -confirmadas por su hermana- y se quería divorciar de él.
El investigador Larry Vance es el abanderado de esta teoría, e incluso ha escrito un libro en el que desarrolla todos los detalles. No obstante, los investigadores oficiales del caso la han tachado de ridícula, y consideran más plausible que nadie a bordo estuviese consciente cuando el avión finalmente chocó contra el agua. Según ellos, la despresurización provocó una hipoxia fatal y el Boeing continuó volando hasta agotar el combustible.
Pero eso no explica por qué el capitán cambió de rumbo poco después de despegar, por qué apagó el transpondedor, y por qué nadie dio la voz de alarma. Al contrario, las últimas palabras grabadas fueron un sereno 'buenas noches'. En cualquier caso, ante la falta de pruebas, el ministro de Transporte malasio, Anthony Loke Siew Fook, anunció la semana pasada que la búsqueda no continuará a partir de hoy. Así que, desafortunadamente, los allegados de las víctimas tendrán que convivir con las incógnitas del mayor misterio de la aviación.
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